Scott empezó a trabajar como telefonista a los 16 años. Un año después, en marzo de 1944, se presentó como voluntaria para formar parte de la sección femenina de la Marina Real. Tras dos semanas de entrenamiento, fue destinada a Fort Southwick, en Portsmouth, que sería el centro neurálgico de comunicaciones para el desembarco aliado del 6 de junio.
A sus 92 años de edad, Marie, recibió la Legión de Honor de Francia por su papel en la operación que sería el ariete liberador de ese país y de Europa, dominada por el régimen nazi.
El 5 de junio pasado, junto a otros 30 veteranos, Marie se convirtió en una de las pocas mujeres que han recibido la Legión de Honor, de manos de un general francés, en el Memorial Pegaso, de Normandía. El memorail lleva ese nombre porque en la pequeña comuna de Bénouville, inmediatamente después del desembarco, los aliados tomaron el control de un puente estratégico sobre el río Orne, el denominado desde ese día “Puente Pegaso”, cerca del café Gondrée, lugar citado por la historia como la primera casa liberada de Francia.
Robin Mallard de AFP reporteó a Scott en las vísperas del evento, y recuerda con emoción el día en que enviaba órdenes cifradas desde lo profundo de los cuarteles enclavados en la roca: “Yo sabía que esos hombres luchaban por su vida. Me golpeó la realidad de la guerra; ese día me hice mayor”, asegura.
La rudimentaria tecnología naciente de VHF alcanzó para que las comunicaciones fueran efectivas, pero la propia Marie solo supo meses más tarde la verdadera suerte de la operación.
Terminada la guerra trabajó como secretaria y después como funcionaria, pero Marie siempre conservó de sus años como operadora de comunicaciones cierta facilidad con la tecnología. A su edad maneja su celular y su tableta con las que se comunica con sus dos hijas que viven en Francia.
La conmemoración de este aniversario debería servir para revalorizar la importancia de la Unión Europea como logro político de la posguerra. Los ciudadanos europeos, inmersos en sus problemas diarios, azuzados por discursos que exacerban sus miedos, olvidan los horrores de la guerra que comenzaron, justamente, con la prédica del odio y el miedo.
El testimonio de Marie, una mujer que formó parte de la guerra -ella considera no merecer la medalla porque no combatió, aunque dice sentir un “enorme orgullo” por el esfuerzo colectivo- debe servir para desoír a los actuales predicadores del odio, del Brexit, a los euroescépticos, que quieren tirar por la borda los enormes logros de la UE.
Marie, una mujer de un mundo que “ya no existe”, de casi un siglo de vida, reflexiona: “Sean tolerantes con los demás, con quienes tienen una vida diferente, tengan amabilidad y compasión para quienes son menos afortunados (…). Las guerras ocurren porque la gente olvida su humanidad”. Una mujer que puso su esfuerzo para sostener un mundo libre, recuerda a los europeos y a la humanidad en general que los horrores de la guerra siempre nos están acechando.