La sociedad israelí ingresó en un proceso de considerable ultraderechización desde hace un tiempo. No escapa esta movida a una realidad mundial donde la xenofobia, el ultra nacionalismo y el desprecio – o el miedo- al “diferente” se consolidan. Esta postura siempre va acompañada de violencia e injusticia en una zona del mundo donde no hay contemplaciones. Culpables de este proceso pueden ser la falta de líderes y propuestas desde la izquierda fundacional de Israel . Otro motivo: el acoso constante de grupos terroristas en su territorio.
Aunque el Likud, un partido de derecha fundado en 1973 por Menajem Begin y sus principales rivales que son ex-altos mandos del Ejército, de centroderecha, obtuvieron casi la misma cantidad de bancas que en la última elección, Benjamín Netanhayu maneja sus propias cartas. Ya en su quinto mandato, sin duda alguna trazará alianzas con nacionalistas acérrimos, conservadores y religiosos en extremo.
Los padres fundadores de Israel concedieron prebendas especiales a los ultrarreligiosos, eximidos desde 1948 del pago de impuestos y de hacer el servicio militar. Se dedican al “estudio” de los antiguos textos. Pero, paralelamente son los que determinan a nivel mundial quién es o deja de ser judío, y son ellos los que laudan las diferencias en la vida marital de los creyentes.
Esta antigüedad en la vida cotidiana se contradice con los logros del país. Porque Israel se ha transformado en potencia tecnológica en todos los campos del conocimiento. Es importante considerar que el país es habitado por una amplia población laica y por una minoría árabe que se considera una parte integrante del mismo Estado.
Los religiosos del norte del Africa y del Este Europeo junto con la inmigración rusa (un millón y medio de personas) son la base electoral del Likud (“Consolidación” en hebreo). Interlocutor válido de Putin, del autoritario húngaro Orbán, de la dirigencia polaca y, especialmente, del presidente Donald Trump, Netanyahu viaja por el mundo.
Con una sonrisa demagógica siempre presente, no está “limpio” y aguarda los procesos previos a una citación ante la Justicia por corrupción.
Lleva al asombro el acelerado ritmo de transformación de Israel. Antes de la Segunda Guerra Mundial varios Kibutz mantenían en alto los principios socialistas. Luego el país hizo frente a dos guerras importantes (la de los Seis Días y la del Día del Perdón). Y debió sufrir un asesinato clave, el del primer ministro y ex-general Yitzak Rabin, un pacifista, quien buscaba la creación de dos Estados – el israelí y el palestino- compartiendo como capital a Jerusalem.
El magnicidio contra Rabin se hizo realidad por grandes complicidades y porque eran varios los grupos que no deseaban un acuerdo de paz.
Se atribuyó el atentado a un ultrarreligioso, quien se dejó llevar por el mandato de unos confabuladores que lo apañaban. Por esa paz que deseaba Rabin, los religiosos ortodoxos lo consideraban un “traidor”. Por ende, un “traidor”, según los viejos textos del pasado, merecía la muerte. Esos son algunos de los religiosos autorizados por Netanyahu que han venido ocupando ilegalmente tierras palestinas en Cisjordania.
Publicado en Clarín el 28 de abril de 2019.
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