lunes 30 de diciembre de 2024
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100 años del fascismo

Benito Mussolini, fundó en Milán, el 23 de marzo de 1919, el grupo “Fasci italiani di combattimento”. Con el acta de nacimiento de la agrupación, el ex director de diarios, cuyo último periódico había sido el ultranacionalista Il Popolo d'Italia, emprendió un camino –una “larga marcha sobre Roma”– que lo depositaría en el vértice del poder en 1922 con ayuda del rey Víctor Manuel, el Vaticano y algunos empresarios, todos actores acosados por la modernidad y asustados por el comunismo. Antes, en 1921, Mussolini crearía el Partido Nacional Fascista.

El fascismo como fenómeno político histórico emergió en un contexto de crisis de posguerra, en un país “atrasado” desde lo institucional y económico. Su llegada supuso un antídoto para el comunismo y un freno al capitalismo, es decir, un movimiento profundamente conservador y totalitario en su expresión de gobierno de partido único y haciendo uso de la fuerza de manera brutal y desembozada.

Características similares se dieron en Alemania, lo que influyó en el surgimiento del nazismo y en la alianza que tendrían los líderes de ambos países durante la Segunda Guerra Mundial.

El movimiento que se gestó en 1919 y murió en 1945 cumple 100 años y cada vez que algunos líderes o movimientos utilizan retóricas conservadoras, agresivas y nacionalistas se los tilda de fascistas. Sin embargo, desde el punto de vista histórico y académico en general, el fascismo está extinto, tanto como las condiciones que le dieron vida. Ernst Nolte, un estudioso reconocido del tema afirma que, la “era del fascismo”, no es probable que reaparezca en el futuro. Joseph Payne, una autoridad en la materia asegura que “aunque el fascismo no ha de confundirse simplemente con la derecha conservadora o incluso radical, su empuje revolucionario fue tan grande que en su conflagración final se llevó también por delante en su caída a la derecha más dura”.

La derecha es anterior al fascismo, como lo es el liberalismo y el socialismo, y también son posteriores, sin que haya logrado sobrevivir a la fecha de 1945. Sin embrago, existe una tendencia a demonizar el discurso de derecha etiquetándolo de fascista ¿Será que se parecen?

Por supuesto que no hay grupos armados como los integrantes de los fascio, pero existe un discurso conservador, despreciativo y negacionista que se le asemeja. Cuando Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, dice aprobando que “Pinochet hizo lo que tenía que hacer” -un eslogan que se utiliza por estas latitudes- expresa algo similar a lo que “el Duce” decía desde su prédica partidaria cuando el parlamento italiano dudaba respecto a la entrada en la Primera Guerra, “hubiera sido necesario fusilar a una media docena de diputados” para dar un ejemplo “saludable” a los demás.

Desde Donald Trump, el citado Bolsonaro, Vladimir Putin, el húngaro Viktor Orbán o el italiano Matteo Salvini, han sido tildados de fascistas por sus políticas migratorias o por su nacionalismo. Curiosamente, o no tanto, este movimiento populista de derecha tiene un ideólogo que frecuenta a todos, desde su antiguo jefe Trump hasta los líderes de Vox en España: Stephen Bannon.

Bannon, está muy activo estos días, yendo de Roma, a España y Londres, en vísperas de la elección del parlamento europeo y las negociaciones con el Brexit al que contribuyó grandemente.

Del mismo modo que el nazismo tenía en los Protocolos de los sabios de Sión, una teoría conspirativa para acusar a los judíos, la nueva derecha populista ha reflotado el Plan Kalergi, ideado en 1923 para que Europa sea invadida por asiáticos y otros migrantes “inferiores” con el fin de reducir por mestizaje la “raza europea” a seres dóciles y manipulables por una cofradía de judíos. Esto que es tan descabellado tiene miles de entradas en los buscadores de internet –sobre todo antes del Brexit en el Reino Unido– y es parte del uso de las redes sociales que maneja Bannon –con información y algoritmos determinados- para manipular la opinión pública en cada país.

El problema hoy en día no es el retorno del fascismo, sino cuáles son los peligros que acechan a la democracia desde nuevos contextos económicos, tecnológicos e institucionales. Ni Mussolini, ni Hitler llegaron al poder por el voto popular, como es el caso de los presidentes mencionados más arriba. Habría que preguntarse qué es lo que mueve a una mayoría a votar por propuestas retrógradas, racistas y antisemitas, en un momento histórico tan “retro” que hasta los que piensan que la tierra es plana, bautizados “terraplanistas” no tienen empacho en generar un movimiento –con gran visibilidad- que contradice las mismas bases científicas con la que está construido su mundo.

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