jueves 26 de diciembre de 2024
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El mundo cambia aceleradamente

El mundo que conocieron nuestros padres y nosotros mismos, con algunos cambios, ya no existe. Ha dado paso a un planeta lleno de contradicciones, de alto desarrollo tecnológico y al mismo tiempo pobrezas y desigualdades nunca vistas, de imprevisibles futuros, de cambios bruscos, de ampliaciones de los narcisismos políticos, de nuevas formas de ejercer el poder, cargado de incertidumbres sobre el destino de la democracia liberal. La sociedad de la abundancia convive con la otra sociedad, la de la carencia, donde la vida no vale nada.

El capitalismo tardío que estamos viviendo muestra mayores debilitamientos en los dos últimos años. La desaceleración (que políticos y técnicos observan en Estados Unidos, Europa y China) puede llegar a ser más profunda y decidida en 2019. Los popes de la política hablan de la necesidad de una cooperación internacional, pero las maniobras de las naciones contradicen esa posibilidad. El nacionalismo, los crecientes populismos de todo tipo y color, se fueron mezclando cada semana más con el crecimiento de la xenofobia, el odio al prójimo, el racismo contra la gente de color, el antisemitismo cada vez más amplio y la islamofobia. Es tal, a veces, el extremismo en acción que hace recordar los acontecimientos de 1930, previos a la segunda guerra mundial y el choque a muerte entre ideologías extremas.

La xenofobia expulsa a los extranjeros, pero también mantiene un estancamiento económico que sólo se sortea -en el caso de Hungría y Grecia, por ejemplo- gracias a la ayuda económica con fondos de la Unión Europea y a la promoción de la emigración de su propia población.  

Argentina no está ajena a este devenir por momentos acelerado. Forma parte del planeta y depende de él para poder crecer. Sin inversiones extranjeras y nacionales los activos no podrán extraerse y por lo tanto el país no podrá crecer ni endurecerse frente a la adversidad.

En el mundo entero este es el tiempo del desencanto de la clase media que posibilita explosiones de ira y enfrentamientos con las fuerzas de seguridad y de protestas callejeras, a veces encabezadas por los que menos tienen, con alto voltaje de violencia y destrucción.

Europa, Estados Unidos, Asia, el Medio Oriente, Latinoamérica, viven en equivocadas sendas donde prima la frustración. Sólo una parte de la población se salva, según los casos, pero las mayorías viven mal. Los hijos no pueden tener los logros que permitieron a sus padres dar el salto y salir de la marginalidad o los bajos sueldos. Por falta de empleo o por comodidad los jóvenes de hasta 35 años de edad se quedan bajo el ala materna en el hogar familiar que los vio nacer.  El Estado se ve rebalsado y no brinda los mínimos servicios para retribuir los esfuerzos impositivos de las poblaciones. Parecería que gran parte de la estantería que conocimos firme y bien ubicada amenaza con derrumbarse.

Hubo un tiempo de alegrías y realizaciones. Fue después de la Segunda Guerra Mundial, con gran parte de Europa y sus ciudades destruidas, y se extendió a lo largo de setenta años. La socialdemocracia gobernaba con satisfacciones colectivas, como para contrarrestar el persistente peligro del comunismo, y brindaba todo lo que podía, con buena voluntad. Pero con la crisis (el aumento vertiginoso del precio) del petróleo las arcas públicas se fueron secando y los tecnócratas al servicio del Estado no supieron, no pudieron advertir a tiempo, las racionalizaciones que la realidad imponía con urgencia. Los aportes del Estado a la población comenzaron a mermar, en materia educativa, de salud, de protección de la vejez.

Todo un proceso que llevó a preguntarse si sólo había ricos muy ricos y del otro lado, pobres muy pobres porque la clase media parecía haber desaparecido.

En los años 50, 60, 70, italianos, españoles, griegos y turcos, indios y pakistaníes, todos pobres, encontraron refugio en el resto de Europa donde se encargaban de trabajos que los nativos no querían hacer: limpiar baños, sacar la basura de las calles, cosechar, cuidar chiqueros. Eso les permitió a los recién llegados enviar dinero a sus familias de origen, ayudarlos en el más amplio sentido del término. Aquello no fue tomado como una invasión y las familias se integraron a los países. Ya en una segunda generación muchos hijos de inmigrantes se convirtieron en profesionales de todo tipo y se lucieron en especialidades que necesitan de habilidades como la medicina, la cirugía y la odontología. Es en la tercera generación, a partir de la crisis que se fue gestando profundamente en los años 2000, los nietos de los inmigrantes se enrolarán en las filas del “ni-ni”: ni estudiaban, ni trabajaban. Cuando explotaban de ira se conocían los incendios grandiosos, en la periferia de París, por ejemplo.

En estos días se ha conocido un respiro: el primer pacto migratorio mundial para ordenar y dar seguridad al flujo de migrantes, víctimas de las mafias en una Libia fragmentada por distintos caudillos y de otras naciones del norte del Africa, contenidos en cárceles miserables para que no crucen a Europa, golpeados y hacinados. Se lo llamará Acuerdo Mundial para la Migración segura, ordenada y regulada. Se intenta que los migrantes tengan acceso a servicios básicos, que no existen y “minimizar los factores adversos y estructurales que obligan a las personas a abandonar sus países de origen”. Entre 23 objetivos se especifica la necesidad de luchar contra el tráfico de personas, la trata de mujeres y la discriminación.

Especifica el envío de remesas de bastante dinero de Europa a aquellas naciones del Africa y el Asia que cumplan a pié juntillas con el acuerdo. El Mediterráneo sigue oficiando de “cementerio” de las multitudes que quieren cruzar hacia Europa. Muchas embarcaciones solidarias los rescatan, otras miran para otro lado. Si los migrantes llegan y se instalan tienen que sortear otra ola de dificultades: el racismo, que ha trepado a índices locos en Europa.

Hubo deserciones evidentes frente al Pacto: Estados Unidos con Donald Trump (insistente constructor del muro en la frontera con México, peléandose incluso con el Parlamento en Washington), no lo quisieron tampoco Israel y Australia y Chile anunció que no firmará el texto.

Muchos ven al Pacto como un intento de socavar las “soberanías nacionales”, cuando el texto dice lo contrario: son los Estados los que deciden su política migratoria. También se retiraron del acuerdo Bélgica, Polonia, República Checa, Eslovaquia, Bulgaria. Por su lado Italia, en manos de un gobierno xenófobo, ha criticado sin más a todo el Pacto y en Alemania lo tiene que decidir el Parlamento, no Angela Merkel.

No hay noticias que Argentina haya participado de reunión alguna. Para nuestro país, los problemas son “de los otros”.

A nuestro país, ya se dijo, entra y sale el que se proponga hacerlo, sin peligro alguno. Según una investigación pedida por la Sindicatura General (SIGEN), que evaluó el otorgamiento de radicaciones de extranjeros entre 2012 y 2015 no se hace un seguimiento a quienes hayan alegado ser “familiar de un argentino” para corroborar el vínculo.

La ley que regula la cuestión migratoria es la 25.871. Entre los que llegan están los “residentes permanentes” ( cuyo objetivo es establecerse definitivamente) los “residentes temporarios” que son los que arriban como trabajador, rentista, pensionista, inversionistas, etc. Los “residentes transitorios” son los turistas, tripulante de transporte internacional y los que llegan para tratamiento médico.

En los años de estudio la mayoría de los migrantes llegaron de Paraguay (40 por ciento), Bolivia ( 22,7 por ciento ) y Perú (13 por ciento). En los últimos dos años creció la llegada de colombianos para estudiar, trabajar o establecerse y venezolanos, empujados por la inseguridad y el hambre en su país. De Caracas o de distintos puntos de la frontera, los intelectuales reconocidos venezolanos eligieron Colombia para echar raíces. Ese país vecino ve el proceso como una bendición no sólo académica. También nosotros podríamos vernos beneficiados con la entrada de mano de obra, creadora de fuentes de trabajo, que pague impuestos, que impide que no vuelva aun más frágil el sistema jubilatorio, a través de sus aportes.

Publicado en El Cronista el 26 de diciembre de 2018.

Link https://www.cronista.com/columnistas/El-mundo-cambia-aceleradamente-20181225-0029.html

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