España vive horas excepcionales, al igual que toda Europa. Es la primera vez que un candidato perdidoso en las urnas llega al gobierno y también la primera moción de censura que triunfa en el esquema institucional español, aquel tan promocionado por el sociólogo Juan Linz en nuestras latitudes.
El profesor de economía y secretario general del PSOE Pedro Sánchez surfeó la ola de indignación popular que causó el escándalo con condena judicial del “caso Gurtel” en el que Rajoy y el PP se vieron envueltos, y al final hizo playa en lo más alto de la Moncloa.
Poco antes de destronar a Rajoy impulsando la moción de censura, Sánchez dijo: “Se abre un nuevo tiempo en la política española (…) y tiendo la mano a todos los grupos parlamentarios”, frase que no esconde la debilidad política con la que se enfrenta.
Con solo 84 escaños de los 350 que componen la Cámara Baja, Sánchez –quien no es diputado– negoció su maniobra política con Podemos, los independentistas catalanes y los nacionalistas vascos, un coctel revulsivo para la derecha recalcitrante que gobierna España desde hace once años. No por nada el PP los denomina “coalición Frankenstein”.
Pese a que hizo causa común con Rajoy en los meses críticos frente a la tentativa independentista en Cataluña, Sánchez será recordado por el PP como aquel que finalmente se alzó con la cabeza de Rajoy cuyo cuello ya había esquivado la espada de muchas crisis. Sánchez “pasará a la historia de España como el Judas de la política”, lanzó recientemente Fernando Martínez-Maillo –número tres del PP– a la agencia AFP.
Sánchez –uno de los vicepresidentes de la Internacional Socialista– ha destacado su “orgullo de pertenecer al PSOE” y ha subrayado los objetivos de “estabilizar socialmente el país y atender las urgencias sociales postergadas por el PP”.
Este amante del básquet –que su metro noventa ayudó a cultivar– fue concejal municipal de Madrid de 2004 a 2009, año en el que alcanzó su diputación. En 2014 se convirtió en el primer líder del PSOE en ser elegido por los militantes. Sus aires renovadores no alcanzaron para ganar las elecciones de diciembre de 2015.
En junio de 2016, el PSOE registró su peor resultado desde el restablecimiento de la democracia española en 1977. Sánchez fue defenestrado por una rebelión interna de su partido, que lo culpaba de los malos resultados en las urnas. Aunque recuperó la consideración de su partido en mayo de 2017, cuando los militantes lo eligieron para presidir el partido.
Los avatares de Sánchez no difieren mucho de los de su país y de su contexto europeo. Oportunista, audaz, temerario, ambicioso son calificativos que llueven sobre su figura. Por lo menos parece ser un perfil a la altura de su tiempo. Los de Rajoy, muelle, quietista, corrupto y poco imaginativo, no parecen ser de un líderes a tono con la época que viene.