jueves 26 de diciembre de 2024
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Entendiendo sociales. Crónica de una degradación y una nueva deriva

En los últimos ocho años, la mayoría del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, una fracción del kirchnerismo, nos terminó acostumbrando a su manera de funcionar muy “nacional y popular”.

Las declaraciones -que fueron in crescendo durante los últimos años- relacionadas con problemas internos del peronismo eran cosa de casi todas las reuniones al igual que llamamientos a paros, jornadas de desagravio y/o apoyo a determinadas figuras partidarias y otras cuestiones similares. Nuestra culpa por habernos dejado acostumbrar.

Salvo excepciones, la discusión académica en general decayó susceptiblemente al igual que la matrícula en varias de las Carreras que componen la Facultad. Si no hay causalidad al menos hay concomitancia.

Hace poco y con una menor concurrencia que a otras anteriores, se realizaron las XII Jornadas de Sociología, coincidiendo con los 60 años de la fundación de nuestra Carrera en la Facultad de Filosofía y Letras.

Una serie de circunstancias no muy claras -¿Theotonio Dos Santos vino y se enfermó o directamente no aportó?, ¿avisó el mismo día y no hubo tiempo de buscar un equivalente?- generaron una situación más que incómoda y sorpresiva para muchos de los participantes: el cierre terminó principalmente o a cargo del economista Axel Kiciloff.

Ninguna señal podría haber sido más precisa acerca del profundo proceso anti-universitario que había afectado gradualmente a la Facultad de Ciencias Sociales en los últimos tiempos.

En lugar de aprovechar el cierre de tan importantes jornadas para dar una prueba de amplitud y universalismo, alguien optó por profundizar el sectarismo y promocionar a una de las figuras de su grupo más cercano.

Pero no deberíamos sorprendernos tanto. La degradación venía siendo casi una constante de los últimos años. Realicemos como sociólogos un simple análisis tratando de ver si podemos percibir el momento en el que el mecanismo de dicha degradación se institucionalizó.

Estudiando las características académicas de las personas que tuvieron a su cargo el Decanato desde que se creó la nueva Facultad de Ciencias Sociales. Si se comparan los curriculum vitae de cada Decano al momento de asumir -Mario Margulis, Juan Carlos Portantiero, Fortunato Mallimaci, Federico Schuster, Sergio Caletti, hasta llegar a Glenn Postolsky (si desea mayor precisión deberá tomarse el trabajo de controlar, por ejemplo, la edad al momento de asumir)- se concluyen algunas cuestiones interesantes.

El resultado muestra una constante -eran todos hombres- y dos anomalías: Sergio Caletti no tenía título de grado y Glenn Postolski no tenía una carrera académica sistemática y presentaba sólo dos publicaciones que no parecían productos de procesos de investigación científica.

A la fórmula universitaria progresista curriculum académico más apoyo político parecía haberle llegado su hora final.

De ahí en más la lógica aplicada sería apoyo político independientemente de los antecedentes académicos. Y así le fue a la Facultad.

No me estoy quejando de toda política en la Facultad; si de la política de cuarta, cortoplacista, malsana, de aquella que si los resultados de una investigación no dan lo esperado -según la doctrina dominante- se esconden como prueba de militancia activa “nacional y popular”, aquella que entre un profesor que sabe y uno que cree fervientemente en un relato elige -de forma fanática y medioeval- al creyente para hacerse cargo de una cátedra sin cuestionarse demasiado.

Llorar sobre la leche derramada puede ser reconfortante para el ego de cada uno, pero como sabemos totalmente ineficaz para evitar lo ya sucedido. Me parece que lo menos que podíamos hacer los que formamos parte de este colectivo desgarrado, inconexo, parroquial y adorador de su propio ombligo que es hoy Sociales era aceptar nuestra responsabilidad en esta situación. Por acción o inacción, con algunas excepciones como pasa siempre, habíamos dejado que el huevo de la serpiente se incubara sin demasiada dificultad.

Por suerte, el Estatuto Universitario -a veces tan vapuleado- nos dio la oportunidad de ejercer la crítica y construir otras opciones de gestión a través del voto.

Una coalición compleja y pluralista acaba de ganar las elecciones para estructurar el nuevo Consejo Directivo y elegir, por fin, una Decana para liderar un conjunto necesario de transformaciones y acuerdos para hacer de Ciencias Sociales una verdadera Facultad. Los más jóvenes, por suerte, vienen marchando.

Creo que los veteranos tenemos que asumir una posición que, sin interferir en las novedades que traerá aparejada esta nueva gestión, permita señalar errores y desviaciones sin que esto sea tomado como ataques personales ni intentos de desinstitucionalización. Suerte para todas y todos. La vamos a necesitar.

(Profesor Titular Consulto. Teoría Sociológica y Ciencia Política. UBA. SOCIALES. Casi más de 30 años de docencia, investigación, trabajo institucional y variados errores me dan un mínimo de “luz verde” para realizar estos comentarios sobre la Facultad y su deriva).

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