jueves 26 de diciembre de 2024
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Israel frente a su destino y a las Naciones Unidas

Poco antes de Navidad el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, con la abstención de los Estados Unidos, aprobó una resolución que condena la política israelí de permitir el establecimiento de colonias en territorios palestinos.

Benjamín Netanyahu, un político oportunista, primer ministro de Israel, rechazó esa decisión. Es decir, le dió la espalda, sin argumento, a todos los países que votaron contra su estrategia política permisiva. Y en seguida dió pié para que muchos titularan y adjetivaran acerca de un mundo que no comprende a Israel o que se pliega a una campaña anti israelí, viejo eslogan usado en la política internacional.

Lo único cierto es que más quinientos mil judíos religiosos, sintiéndose iluminados por la Biblia y libros sagrados que consideran que la tierra que pisan es de ellos, están asentándose en terrenos que pertenecen a palestinos. Viven en una zona que no les pertenece, pero creen seguir los textos antiguos ante la impavidez de los políticos israelíes. Una intromisión ilegal, que vulnera acuerdos internacionales. No lo hacen con carpas o con construcciones pasajeras. No. Levantan edificios sólidos, escuelas, centros de provisión en una clara intención de cumplir casi locamente con lo que indican los libros sagrados.

Lo vienen emprendiendo desde hace décadas. Algunos dirigentes del país intentaron frenarlos, pero ellos perseveraron y los gobiernos que habían utilizado la fuerza para retirarlos de esas tierras, retrocedieron. Hay una razón, esencialmente política que no tiene que ver con la religiosidad.

Los religiosos ortodoxos tienen privilegios insoportables en Israel. Ellos deciden quien es judío en el mundo y quien no lo es. Ellos han decidido que en la medida que son estudiosos de los textos sagrados no pueden hacer el servicio militar que, como todo el mundo sabe, es riguroso y ningún ciudadano está exento. Ellos no pagan impuestos, ingresos indispensables para mantener las arcas públicas del Estado. Es decir: son privilegiados. Pero además intervienen en las vidas familiares, en los casamientos, en los nacimientos, en los actos decisivos.

Han convertido a Israel en un Estado religioso, no laico, a diferencia del sueño de los fundadores del país, gente que provenía de la izquierda política europea o de la derecha combativa. Los kibutz, las granjas colectivas, basadas en ideas socialistas de distribución del trabajo y las responsabilidades individuales estructuraron y crearon la base de la economía del país durante décadas.

Se ha dicho y se sigue diciendo que en algún momento del presente o del futuro dirimirán fuerzas los laicos en Israel y los religiosos. Quién decide o no el futuro del país. Será un hueso duro de pelar.

Cada uno de estos religiosos ortodoxos vota. Tienen incumbencia en el Parlamento. Del mismo modo lo hacen los líderes de la inmigración rusa que se inició en 1976 y representan ahora un millón y medio de votos en cada elección. Es una inmigración que moviliza una ideología de extrema derechización, agresiva, belicista, negadora de cualquier acuerdo con los palestinos.

En ellos se basa Netanhayu, quien todavía tiene que rendir cuentas por haber participado en el clima bendecido por los ortodoxos que justificó (“por haber traicionado al pueblo judío”) el asesinato de Isaac Rabin, en 1995, firmante de un tratado de Paz con los palestinos bajo la intermediación de los Estados Unidos. El que lo mató fue un jóven, Yigal Amir, estudiante extremista religioso, guiado por la ortodoxia. Las fotos lo mostraban sonriendo a los que fueron a saludarlo en el juicio público ante un Tribunal que lo condenó a la cárcel. Un flamante documental israelí, “Rabin: el último dia”, muestra en detalles como fue armándose el complot que contó, sin duda, con la complicidad de los servicios secretos del país y la policía local, que liberaron la zona del asesinato.

Barack Obama venía reclamando, sin alardes, lo que ahora aprueba las Naciones Unidas. El gobierno de Netanhayu ha declarado que no va a cumplir los términos de la resolución. La representante de Estados Unidos ante las Naciones Unidas ha dicho: “el problema de los asentamientos ha empeorado tanto que está poniendo en riesgo la viabilidad de la solución de dos Estados”. Como se debe recordar la resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 1947 recomendaba la partición del viejo estado palestino en dos Estado, uno para Israel y otro para Palestina, algo que nunca se pudo cumplir. El establecimiento institucional de Israel como nación en 1948 aparejó una guerra de todo el mundo árabe contra ese pequeño espacio geográfico. Todas las guerras que siguieron, donde se enfrentó Israel al mundo árabe (pero que después llevó a la paz con Egipto y Jordania, entre otros) fueron ganadas a un gran costo humano por Israel. Paralelamente se intentaron varios acuerdos de paz entre Israel y Palestina, un pueblo perseguido en todos los rincones del mundo árabe donde buscaron refugio, sin alcanzar los buenos propósitos.

Ya en marzo de 1979, poco después de la guerra de Yom Kipur, una resolución de Naciones Unidas advirtió sobre las incipientes movidas de los religiosos judíos por establecer los asentamientos. Pero los gobiernos de Israel no actuaron, dejaron hacer. En estos días se dilapida el diálogo y pueden reaparecer las intifadas y los mayores desencuentros.

El nuevo presidente norteamericano, el cuestionado Donald Trump, que tiene buenas relaciones con Netanyahu, ha dicho que esta imposición de las Naciones Unidas no sirve, y lo que hay que buscar es la negociación directa entre las partes.

¿Qué rostro tendrá el futuro? Ni Netanyahu ni los religiosos, ni los movimientos de derecha extrema están solos en Israel. También hay un intenso movimiento por la Paz con los palestinos, importantes manifestaciones, sectores que se autodefinen como progresistas, con mucho apoyo internacional que rechazan las provocaciones con los palestinos como son los asentamientos. Intelectuales importantes lo integran. Es el caso de dos escritores de reconocimiento internacional como Amos Oz y David Grossman y muchos más.

Israel se ha autoconstruido ella misma con esfuerzo y talento, desde su fundación. Y con ayuda económica externa. Hoy en día maneja tecnología de primera, sistemas armamentísticos inigualables, alto grado de conocimiento en medicina y en aplicación científica en distintas áreas. Al mismo tiempo desde hace dos décadas hay una mala distribución de la riqueza, la gente protesta masivamente contra la inflación, hay pobres, hay una gran desigualdad, un grupo de familias privilegiadas son las que más se favorecen en su economía.

El actual es un mundo demasiado complejo, que aumentará su complejidad con la presidencia de Trump, que no permite avizorar cuál será el rumbo de esa región tan estratégica. Sólo un acuerdo con una gran carga de respeto entre las partes para gestar aquella resolución de 1947, dos países, dos Estados y la decisión de concretar la paz y frenar la pretensión de extremistas árabes que desearían acabar con todo el Estado de Israel, y sus habitantes, la movida posibilitaría respirar y aliviar los miedos históricos.

 

Daniel Muchnik

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