Al cabo de un año de que los argentinos en el Parlamento del Mercosur asumiéramos la responsabilidad para la que fuimos electos cabe una reflexión política evaluatoria en una doble dimensión: la institucional y la política.
La primera ha hecho grandes avances. Hubo sesiones plenarias de marzo a diciembre, se conformaron las comisiones especializadas a partir de abril, se produjeron los protocolos contra el dengue y el zica con el apoyo técnico del Instituto brasileño dedicado a esas investigaciones, se defendió a los parlamentarios venezolanos atacados por el régimen de Maduro, se fue por primera vez con la Comisión de Ciudadanía y DDHH a Venezuela a evaluar la situación de los derechos humanos, se recuperó el vínculo con la Agrupación de Universidades del Grupo Montevideo (convenio que vincula al Parlamento con las principales universidades de los países miembros); se atendió el vínculo con la Unión Europea, con las áreas comerciales y productivas de, se mejoraron los vínculos con otras organizaciones del Mercosur o relacionadas a él, y con el Parlamento Andino, se atiende las razones del incumplimiento del Tratado sobre el Acuífero y Guaraní, se busca establecer una agenda propia de la institución y una norma de convergencia legislativa, se acompaña la creación de la COPLA, se fortalece la defensa de las Islas Malvinas por la región, etcétera. Esta muestra nos da cuenta de un Parlamento activo pero, que para llevar adelante su tarea fundamental que es la de la compatibilización normativa entre los países miembros tiene una gran tarea pendiente que pasa por un fortalecimiento de sus oficinas, por la profesionalización de su personal permanente, que debe concursarse, y cuyo número debe adecuarse a la nueva situación parlamentaria.
Ésta tiene que ver con sus orígenes y el modo de integración de la representación. Además, la confusión de algunos sectores políticos entre lo institucional y lo político han debilitado al Parlamento, por violentar la razón de ser del Parlamento que no es la del análisis de los problemas políticos nacionales sino la de contribuir a resolver los problemas de la integración regional.
El origen remoto del Parlamento es la Comisión Parlamentaria Conjunta que se constituyó desde los inicios con el Tratado de Asunción (1991) y que da lugar al Parlamento (2005) y al Acuerdo Político (2009). A través de estos protocolos se amplían competencias, establecen reglas de distribución de la representación entre Estados para que se respeten criterios nacionales y poblacionales, incrementándose así tanto obligaciones como el número de representantes. Estos cambios no fueron todavía acompañados de fortaleza técnica ni burocrática. El Parlamento tiene capacitaciones del personal y concursos de ingreso pendientes y el desarrollo de un staff por Comisión que articule con los órganos del Mercosur y con las capacidades del sistema científico y tecnológico de los países y los Congresos de los países firmantes. Hay todavía mucho que hacer para cumplir con los mandatos normativos fundacionales.
Hoy el Parlamento es un híbrido donde convivimos representantes electos por sus Congresos (Brasil, Uruguay y Venezuela) y los elegidos por la ciudadanía (Paraguay y Argentina). Esta situación da lugar a una situación desventajosa para los parlamentarios argentinos en cuanto al cumplimiento de sus responsabilidades y al alcance de sus tareas. Los parlamentarios originados en los congresos cuentan con apoyatura técnica, de financiamiento y con una vinculación natural con la institución que los nombró lo que permite llevar los problemas de la integración al intercambio político e institucional con sus colegas nacionales, con los ministerios de sus países y con los ejecutivos nacionales. También se facilitan sus vínculos con organizaciones de la sociedad civil. En definitiva, cuentan con los desarrollos institucionales forjados en los procesos de construcción del estado y de sus sociedades nacionales. Esta misma situación da contexto a los parlamentarios paraguayos vinculados a través del Senado de su país a la institucionalidad paraguaya.
No es el caso de los 43 argentinos. Elegidos a través de un sistema electoral que repartió la representación entre uno por provincia y una lista nacional que se distribuyó proporcionalmente entre los distintos partidos políticos argentinos, no tienen vinculación institucional alguna con el congreso de la Nación Argentina. Este hecho ha producido el desamparo técnico, y la desarticulación con el Congreso Nacional, vínculo fundamental para atender la competencia parlamentaria sustantiva de la compatibilización legislativa. Los parlamentarios argentinos han quedado librados a sus vínculos políticos, aprendizajes, y respaldos de conocimiento previos. A ello hay que sumarle que las restricciones financieras nos han privado de contar con asesoramientos contratados y que la falta de vínculos institucionales con el Congreso y la Cancillería constituyen restricciones sustantivas para el desempeño de una tarea nueva: la de ocuparse solamente de las cuestiones normativas de la integración regional, la del control de los otros órganos del Mercosur y la de la relación responsable con otras instancias internacionales de integración latinoamericana y mundial. A ello, hay que agregar la dificultad del trabajo colaborativo fruto de la distancia geográfica que separa a los parlamentarios que, a diferencia del siglo XIX cuando se reunían representantes del pueblo y trabajaban mancomunadamente por varios meses, hoy sólo cuentan con la posibilidad de verse por tres días al mes, en Montevideo y en medio de las reuniones de comisiones, bloques y plenario. Esos tres días se corresponden con los únicos viáticos de estadía que paga el estado argentino que, tampoco ha provisto a la representación política parlamentaria de un lugar en territorio nacional para reunirse, atender los requerimientos de organizaciones y ciudadanos interesados en la profundización del proceso de integración regional. Soledad política, aislamiento institucional, abandono técnico, son algunas de las características que definen la situación de la representación argentina electa por sufragio popular el año pasado.
Desde lo político los parlamentarios argentinos estamos inmersos en un conflicto que algunos llevan adelante y otros sufrimos sin ser arte ni parte. El hecho de que la elección directa fuera promovida por el gobierno que perdió las elecciones presidenciales el año pasado y la creencia de que la ex presidenta fuera a integrar la lista nacional al Parlamento del Mercosur, motivo un prejuicio que no compartimos los radicales, sobre la delegación. Ello dio lugar a una campaña mediática contra el Parlamento que, como dice el Papa Francisco fue una verdadera coprofilia. Se produjo una desinformación intencionada sobre el alcance de los fueros parlamentarios y las competencias de la institución acusada de ser un lugar para hacer catarsis cuando en realidad, en parte del Orden del Día que establece el Reglamento Interno, se debaten las interpretaciones de lo que ocurre en los países miembros. Hecho que permite conocer de primera mano, sin mediaciones, los alcances de los problemas político-institucionales de los países del MERCOSUR. Los debates sobre la cuestión venezolana sirvieron al conocimiento de cómo ese país había perdido su democracia, como Brasil estaba atravesado por una crisis de difícil solución de su sistema de partidos que afecta su economía y su democracia. Y también, como el remanente del gobierno argentino anterior, a través de parlamentarios ex ministros y militantes de la facción gobernante, utilizaban el ámbito internacional latinoamericano para deslegitimar al Presidente y al gobierno argentino apelando tanto a la detención de una dirigente política jujeña sometida a la justicia del estado de derecho, como al incumplimiento del estado argentino del protocolo fundacional del Parlamento que obliga a los estados a realizar los aportes correspondientes para que el Parlamento pague las dietas, resguardos previsionales, etcétera, establecidos en la Ley de Convocatoria a la elección. Que dicho sea de paso, ha sido validada por la Cámara Nacional Electoral en reiteradas oportunidades.
Ambas partes han intentado bloquear el funcionamiento del Parlamento. Unos buscando la inacción parlamentaria de los argentinos en parte porque se niegan a reconocer el valor del que llaman Mercosur Político. Prefieren las instancias burocráticas internacionales que creen de mayor posibilidad de control.
Otros, porque han encontrado una trinchera política internacional a usar para desplegar su acción política nacional. A unos y a otros no les interesa afianzar la integración regional.
La tardea parlamentaria de la integración supone olvidarse del beneficio electoral y dedicarse a construir las normativas que regulen la vida pacífica, democrática, compensadora de desigualdades geográficas y sociales y que enfrente tanto la voracidad de nuevos y viejos actores inter y transnacionales que pretenden utilizar para beneficio propio nuestros recursos naturales y mantener un capitalismo asentado en la aventura financiera y en la primarización productiva.
Los parlamentarios que no pertenecemos a una u otra facción no vamos a entrar en el juego de someter al parlamento a las necesidades de la política interna Argentina.
Nos encontrarán en el trabajo por el fortalecimiento del Mercosur y la integración regional.
La autora es Parlamentaria del MERCOSUR