Dos hechos recientes encendieron las alarmas de la inserción internacional de nuestro país, primero fue la salida del Grupo de Lima, y el otro el enfrentamiento con el resto de los países del Mercosur.
El primero no sorprendió a los miembros de ese grupo, Argentina no venía acompañando ninguna de las declaraciones condenatorias del régimen de Maduro, pero refuerza la visión que tienen los restos de los países de la región sobre Argentina, que nuestro país está más cerca de Maduro que de los países que condenan, la violación a los derechos humanos y el régimen autoritario.
La postura Argentina sería, es más complejo, como dijo el embajador Carlos Raimundi en la OEA, una prueba más de la inconsistencia y ambigüedad de la postura internacional de Argentina sobre este tema. El segundo asunto, muestra Argentina en minoría frente a Brasil, Uruguay y Paraguay, países que coinciden en buscar más acuerdos comerciales y en abrir el Mercosur bajando el arancel externo en común. Estos países tienen una visión más aperturista sobre el bloque.
En política internacional, tanto como en cualquier otra política de gobierno, es necesario explicar y consensuar, el gobierno argentino no está haciendo ninguna de estas dos cosas, ni hacia adentro, ni hacia afuera, y pone en riesgo el futuro del Mercosur, que es un valor estratégico en términos de paz, estabilidad política y cooperación. La semana pasada nos deja un sabor amargo, sabemos que en política internacional, las percepciones importan, son importantes, hoy el resto de los países de la región tienen más en claro, que no es tan firme el compromiso de Argentina en la protección de los derechos humanos y en la promoción de la democracia, pilares que han sido permanentes en la política exterior desde el gobierno de Raúl Alfonsín.
El gobierno de Fernández no encuentra socios ideológicos en la región, no está cómodo en el vecindario, tampoco comparte el modelo de inserción económica que tienen los países vecinos para integrarse a esa economía global pospandemia. Quizás porque no tiene un rumbo económico ni planificación a futuro que permita resolver sus problemas e integrarse a esa economía global, donde prima la economía del conocimiento, la innovación y la tecnología. Una Argentina en solitario en la región va a tener más dificultades para resolver sus problemas y va a tener más dificultades para integrarse a ese mundo.