Finalmente comenzaron las clases presenciales después de más de diez meses, para bien o para mal, el tema educativo alcanzó la cresta de la ola y se impuso en la agenda pública. El inicio de las clases en CABA, Jujuy, Santa Fe y Santiago del Estero, es el comienzo de un año que todos esperamos sea distinto al 2020.
Un año en donde el tema educativo fue relegado de la agenda pública, se debatía salud o economía, pero la educación no era una prioridad, de la boca del propio presidente que pedía que los chicos le mandaran dibujitos. Las provincias en el marco del consejo federal, alcanzaron acuerdos muy básicos y hasta impracticables a partir de las propuestas del ministerio, no evaluar con notas, posponer los aprendizajes en una única unidad 2021, un semáforo imposible de cumplir, las decisiones fueron a todos por igual, incluso en las zonas en donde el virus recién llegó en agosto.
Mientras tanto la heterogeneidad de modalidades y posibilidades se fue haciendo más evidente, escuela con zoom, escuelas con WhatsApp, fotocopias, fueron haciéndose de manera creciente y mostrando la desigualdad en todo el país. Además, docentes esforzándose sin éxito, familias, y sobre todo madres que trabajaban y a la vez acompañaban a sus hijos, profundizaron la desigualdad educativa, y muchos chicos ya para la vuelta de las vacaciones se habían rendido ante una educación virtual tensa, distante, y difícil de sostener.
¿Qué pasó en las escuelas en esos meses? Nada, algunas pocas se encargaron de repartir bolsones de alimentos y muy poco de lo pedagógico. Muchas vieron sus edificios prácticamente desmoronarse, se perdió tiempo, muchos meses para acondicionar y preparar el regreso. No se pensó de manera estratégica la vuelta a clases, a días de comenzar hoy, hay una realidad que ya no se puede tapar con las manos. La política educativa de la pandemia fracaso, si es que entendemos por política ponerse adelante de los acontecimientos, planificar, atender las diversidades del contexto, mirar lo que pasa en el mundo, y tratar a partir de allí encontrar soluciones acordadas.
Hoy la educación terminó siendo un botín de la puja política, ninguna evidencia, experiencia comparada o estudio serio, sirven para transformar la pugna en una conversación pública fundada y plural. Sin embargo la presión social, los grupos de padres, madres, docentes y otras organizaciones, articularon la voz de quienes fueron los más perjudicados, los chicos y las familias. El debate público no terminó y quienes toman el tema como un asunto de cálculo político siguen discutiendo quiénes son los ganadores y los perdedores.
Otros en esos mismos cálculos especulativos entendieron que había que empezar a dar respuestas. Más allá de las razones, las clases presenciales empezaron y a partir de ahora, allí donde no empiecen, va a ser interpretado como lo que realmente es, falta de previsión y esfuerzo por parte de los responsables políticos. El acuerdo social de que es necesario que las escuelas estén abiertas es cada vez más amplio, cualquier brote, pico o caso particular, dará lugar a medidas puntuales, incluso de suspensión temporal, pero hay señales de que aprendimos del año educativo 2020, el cual nadie, ni las autoridades, ni los docentes, ni la familia y los chicos quieren que se vuelva a repetir