El 25 de mayo de 1810, en el histórico Cabildo de la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata —creado 36 años antes por Cédula Real del Rey Carlos III— se produjo un hecho trascendental y fundante: una revolución que destituyó al virrey Cisneros e instituyó la Primera Junta de Gobierno, con el claro propósito de lograr la autodeterminación de un pueblo agobiado durante 300 años por el monopolio comercial y el despotismo impuesto desde la metrópoli española.
La incertidumbre en las colonias americanas surgió luego de la invasión de Napoleón Bonaparte a la península ibérica, donde primero ocupó el trono de los Braganza en Portugal y luego depuso al Rey Carlos IV y a su hijo Fernando VII, nombrando como Rey de España a su hermano José Bonaparte. Esta situación derivó en un proceso generalizado de rebelión desde México hasta el Río de la Plata.
Las ideas precursoras de la independencia de las colonias hispanoamericanas fueron impulsadas por el general Francisco de Miranda, quien, desde Londres —donde residía— fundó una logia masónica llamada Logia de los Caballeros Racionales, con el propósito de organizar la lucha por la libertad. En ella se incorporaron decenas de criollos americanos decididos a luchar activamente por la independencia y a participar con fuerza en esa empresa libertaria.
La Revolución de Mayo no fue un hecho circunstancial. Fue, sin duda, un proceso histórico que se desarrolló por un arraigado anhelo criollo de libertad y una voluntad inquebrantable por modificar un sistema obtuso, vertical, teocrático y anacrónico.“El gobierno antiguo nos había condenado a vegetar en la oscuridad y el abatimiento, pero como la naturaleza nos ha criado para grandes cosas, hemos empezado a obrarlas, limpiando el terreno de la broza de tanto mandón inerte e ignorante.”
Esta notable descripción fue escrita por el secretario del primer gobierno patrio, el Dr. Mariano Moreno, para explicar el alcance de la revolución, cuando comenzaba a constituirse la patria de los argentinos.
Habiendo traducido del francés el texto de Jean-Jacques Rousseau Del Contrato Social, lo hizo publicar en fascículos en el periódico La Gaceta, para que todos comprendieran que el viejo contrato colonial estaba indefectiblemente roto.
Otros actores de relevancia apoyaron al secretario en esos tiempos de lucha y sacrificio, como Manuel Belgrano, quien se dedicó con vocación patriótica a misiones de difícil concreción, que realizó con admirable destreza, algunas de ellas verdaderas gestas, como el Éxodo Jujeño y las batallas de Tucumán y Salta.
La sospechosa muerte en altamar del renunciante secretario de la Primera Junta, y el comentario atribuido al presidente de la misma, Cornelio Saavedra, ante la noticia de su muerte, hacen suponer que en el gobierno patrio había dos tendencias: una más veloz y otra más retardataria para declarar la independencia, que se concretará seis años más tarde cuando, reunidos en Tucumán el 9 de julio de 1816, los diputados de las Provincias Unidas escucharon de la voz del presidente del Congreso, don Francisco Laprida, la definitiva Declaración de la Independencia.
En ese mismo momento, el más grande de los patriotas argentinos, don José de San Martín, organizaba desde Cuyo el Ejército de los Andes, para iniciar un año después el cruce de la majestuosa cordillera con el objetivo de liberar primero a Chile y luego atacar el corazón de las fuerzas monárquicas en el Perú.
A pesar de las diferentes corrientes políticas que siguieron al primer gobierno patrio, se desarrollaron diversos litigios entre las provincias y Buenos Aires, sucediéndose momentos de tensión provocados por intereses contrapuestos. La disolución de la Junta Grande, la negativa paraguaya a incorporarse a las Provincias Unidas, la designación de Elío como virrey con asiento en Montevideo —en franca oposición a la revolución—, los errores del Primer Triunvirato y la Revolución incruenta de 1812, con la llegada de dos militares criollos formados en España, San Martín y Alvear.
El surgimiento del Segundo Triunvirato y la trascendente Asamblea del Año XIII marcaron un hito con su magnífica obra legislativa: derogó los títulos de nobleza, proclamó la igualdad ante la ley, abolió el Tribunal de la Inquisición, declaró la libertad de vientres, creó el Escudo Nacional, prohibió la tortura, estableció la moneda nacional y la soberanía popular, afirmando que la soberanía residía en el pueblo y no en el rey.
Además, abolió la mita, el yanaconazgo y la encomienda; encargó la composición del Himno Nacional; estableció el 25 de mayo como fiesta patria; prohibió los azotes en las escuelas; declaró la libertad de cultos y proclamó la libertad de prensa.
Si bien no logró declarar la independencia ni sancionar una Constitución Nacional, el trabajo parlamentario de la Asamblea fue fructífero, progresista y orientado por el pensamiento de Mayo.
A 215 años de aquel lluvioso y paradigmático día en que se inició la Revolución que dio cimientos sólidos a nuestra patria, rendimos un sentido y orgulloso homenaje a aquellos hombres y mujeres que, arriesgándolo todo, lucharon con valor y patriotismo por la libertad, la igualdad y la fraternidad.