Trump cree que no se puede confiar la economía de un país al mercado; que hace falta un Estado fuerte para encausarla, incluso con estrategias geopolíticas. Pero sus medidas pueden ser un búmeran para Estados Unidos y atentar contra la paz mundial.
Nadie podía haber imaginado esto:
Que Estados Unidos se declarase “saqueado, expoliado y violado por otras naciones durante décadas”.
Que quisiera anexarse Canadá y Groenlandia.
Que propusiera expulsar a la población de Gaza para hacer allí un balneario.
Que hiciera buenas migas con Rusia.
Que decidiera convertir la Base Naval de Guantánamo en una cárcel para 30.000 inmigrantes.
Que alquilara cárceles en el extranjero para enviar a prisión terroristas y presuntos terroristas.
Que levantara una muralla de aranceles para restringir las importaciones, sin importar su origen.
Que el máximo arancel (50 por ciento) se lo impusiera a Lesoto, pequeño y subdesarrollado país del África.
Que un día elevara el arancel a China de 84 a 104, y al otro día de 104 a 125.
Que luego suspendiera por tres meses todos los aranceles superiores a 10, salvo ese 125 a China.
Desde el retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, Estados Unidos se ha vuelto impensable. Como si fuera un país del Tercer Mundo, explotado por algún imperialismo, ha tomado medidas chauvinistas y proclamado su ‘Día de la Liberación”.
Como suele ocurrir con las revoluciones en el Tercer Mundo, esa estrategia “liberadora” puede ser un búmeran. La guerra comercial que ha desatado Estados Unidos podría causar olas de recesión e inflación, y dañar a su propia economía.
Por otra parte, semejante guerra daría ventajas a China en la carrera sino-norteamericana por la supremacía global. El hecho de que Estados Unidos se amuralle habilita a China a multiplicar su expansión económica a lo largo y a lo ancho del mundo: tiene margen para favorecer a gran número de países con bajos aranceles recíprocos.
Por otra parte, China tiene —entre la Administración Nacional de Divisas y su Banco Popular— 3.227 millones de millones de dólares.
A esos riesgos Trump añade la aparente decisión de fracturar Occidente, suspendiendo la histórica alianza atlántica que unió —en la paz y en la guerra— a Estados Unidos con Europa. El presidente norteamericano sostiene que la Unión Europea ha “estafado” a Estados Unidos durante años de una manera “patética”.
La ruptura con Europa agravaría el aislamiento norteamericano que promueven las actuales medidas. La Unión Europea ignoró el comentario e hizo una experiencia conciliadora: eliminar recíprocamente los aranceles a las manufacturas: “cero” en Estados Unidos, “cero” en la Unión Europea. La misma propuesta hizo Elon Musk, que parece estar alejándose de Trump. La respuesta de Washington fue el rechazo. Georgia Meloni, aliada del presidente norteamericano, le llevará a Washington la misma propuesta en unos días.
La suspensión por 90 días de los aranceles superiores al 10% —resultado de presiones externas e internas y la inestabilidad de los mercados — no reduce ni la incertidumbre ni aleja los peligros. En menos de 90 días Trump ha convulsionado al mundo y no es esperable que ahora se llame a sosiego.
Por otra, dirigir toda la furia contra China va más allá de una guerra comercial. Es provocar un choque frontal de las dos superpotencias, de consecuencias políticas imprevisibles.
Es que también en materia política el presidente norteamericano toma decisiones osadas y contraproducentes. Es el caso del apoyo incondicional a Benjamín Netanyahu, que puede provocar antisemitismo donde no lo había.
El odio a los judíos es execrable y ha provocado tragedias históricas como el holocausto. Israel tiene derecho a defenderse del terrorismo antisemita, que el último 7 de octubre produjo un atroz atentado en el propio suelo israelí. Pero la magnitud y características de la represalia del gobierno de Netanyahu son rechazadas aun en algunos círculos del judaísmo.
En países amigos de Israel hay sectores que hablan de “genocidio”; las Naciones Unidas tienen un programa de “asistencia al pueblo palestino”; la Corte Internacional de Justicia ordenó a Israel la adopción de “medidas inmediatas y efectivas” para proteger a la población de la Franja de Gaza; la Comisión Europea le reclama a Israel “la máxima moderación”; el Comité Internacional de la Cruz Roja le demanda respetar el “derecho humanitario”; y la Corte Penal Internacional ha emitido órdenes de arresto contra Netanyhahu por “crímenes de lesa humanidad”.
Mientras, Estados Unidos ha provisto a Israel 17.900 millones de dólares en ayuda militar para operar en Gaza, sin acordar protocolos para proteger en la medida de lo posible a la población civil, y ahora con un explícito apoyo político.
El previsible triunfo israelí, que podría llevar a la anexión de la devastada Franja, no le garantizaría a Israel la seguridad que busca, merece y necesita. Por el contrario, mantendría al Medio Oriente en una peligrosa inestabilidad.
En el caso de Ucrania, Trump prometió acabar la guerra en 48 horas, sin anticipar cómo lo haría. Después de 83 días, no ha podido cumplir su promesa porque su idea era, sencillamente, forzar la rendición de Ucrania. Con ventajas para Estados Unidos.
El propósito, ahora resulta evidente, es que Rusia retenga la región el territorio ucraniano ocupado y que, a la vez, Estados Unidos se quede con 50 por ciento de los minerales de Ucrania y con sus centrales nucleares.
Cuando se crean las condiciones, no hace falta mucho para originar tragedias. La primera Guerra Mundial se inició cuando asesinaron en Sarajevo a un archiduque austríaco.
Publicado en Clarín el 13 de abril de 2025.
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