martes 1 de abril de 2025
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China, Rusia, EEUU: la geopolítica en tiempos de streaming

Existe una visión dominante entre expertos, diplomáticos y políticos que sostiene que el poder global está atravesando una etapa de transición, desplazándose desde Occidente hacia Oriente, en lo que suele denominarse “el siglo asiático”.
Según esta interpretación, el fenómeno sería irreversible y aunque aún no ha culminado, finalizará tarde o temprano con el triunfo de China y su ascenso como nueva potencia hegemónica.
Sin embargo, esta idea presenta varias dificultades para ser aceptada sin cuestionamientos.

En primer lugar, se trata de un proceso en curso, por lo que no se puede dar por concluido ni anunciarlo como un resultado cerrado. Pronosticar el futuro es una tarea compleja en la que pocos se han destacado.

La ventaja para quienes se animan a hacer predicciones exactas en coyunturas inciertas es que suelen proyectarlas en un tiempo lejano y poco preciso, generalmente cercano a la década de 2050.Poco importa la fecha exacta: para entonces, nadie recordará los pronósticos fallidos (ni tampoco los acertados).En segundo lugar, esta visión tiende a reducir Asia únicamente a Chinaignorando a otros actores clave –como India o el sudeste asiático- que han sido convenientemente oscurecidos por los relatos y la maquinaria propagandística de los seguidores de Xi Jinping, en la que han invertido recursos colosales.

En tercer lugar, en los últimos tiempos abundan los enunciadores de la grandeza china, de sus deseos de paz, comercio y justicia para todos.

En ese cuento los BRICS parecen más sólidos que el G20 y el oro de Beijing es una promesa tentadora para quienes se integren al club.

Sin embargo, la economía china tampoco es una fiesta. Sus perspectivas de crecimiento se han reducido y eso apelando a lo dicho por las fuentes oficiales.

Es un hecho conocido que el Estado chino es opaco y su información poco creíble. Wuhan sigue siendo un estigma difícil de borrar.

Existen serias dudas sobre las finanzas del gigante asiático, el futuro de su mercado inmobiliario, la crisis hipotecaria y la fuerte recesión del consumo interno.

Además, la autocracia de Xi se ha expandido, llevando al partido a abusar del secretismo y fomentando los rumores y conspiraciones como única vía de expresión de las disidencias.

Por último, se sigue sosteniendo una diferenciación tajante entre Occidente y Oriente, aunque ya no es tan clara como a finales del siglo XIX o principios del XX.

En un mundo interconectado, trazar límites rígidos se vuelve cada vez más difícil. ¿Japón y Corea del Sur son Occidente u Oriente? ¿Y Rusia? ¿Y Turquía?

Tal vez sea más acertado decir que esta transición de poder se está dando entre el Atlántico y el Pacífico.

Pero ese matiz tiene un resultado que muchos preferirían no aceptar, aunque es inevitable: recordar que Estados Unidos sigue en el tablero como defensor de la corona imperial y, sobre todo, como pretendiente a retenerla.

Aunque algunos ya la habían dado por perdida en favor de China con demasiada anticipación. La pelea no termina hasta el último ring.

Estados Unidos también existe

Como era de esperarse, con los norteamericanos al mando, la política internacional ha adoptado algo del show business que tan bien manejan.

Ya no se trata de una película con un inicio y un final claros, sino de una serie con múltiples episodios y temporadas, donde los protagonistas pueden ser héroes en un capítulo y villanos en el siguiente.

Volodymyr Zelensky lo aprendió en vivo y en directo en el Salón Oval.

Pero esta serie tiene un personaje central: Donald Trump. El resto son actores secundarios que giran en torno a un guion que vuelve a colocar al viejo imperio en el centro de los asuntos globales.

Como en toda buena historia, el protagonista tiene un antagonista, aunque no siempre aparezca en escena.

Al principio solo se percibe su influencia, sus intereses, sus huellas en la trama, pero no su presencia directa. Desde el primer momento, Trump dejó en claro que China es ese adversario.

Y, como en las series actuales, la relación de la audiencia con los protagonistas es emocional: hay buenos y malos, personajes admirados y otros despreciados.

En la política internacional, la lógica de la audiencia no estaría siendo muy distinta y la efervescencia ha reemplazado miradas más sosegadas.

Resulta complejo hallar análisis en los que no predomine la intensidad emocional, donde no se reduzca el escenario a héroes y villanos absolutos ni se asignen responsables y culpables mediante etiquetas simplistas.

Quienes intentan abordar los hechos desde una perspectiva más descriptiva terminan siendo clasificados con algún sello, y en esta narrativa, Rusia suele ocupar el lugar de la mancha venenosa.

Estados Unidos y la peste rusa

La renovada estrategia de Trump sugiere que uno de los mayores errores de la gestión de Joe Biden fue empujar a Rusia a los brazos de China.

El diagnóstico parece sencillo: Rusia y China son dos potencias con una tradición imperial y un historial de conflictos entre sus élites que nunca fueron aliados naturales.

De hecho, a pesar de ser dos países comunistas, terminaron la Guerra Fría en bandos opuestos.

Las políticas de Biden y la Unión Europea contra Rusia fortalecieron sus lazos.

Pero esa relación no es del todo equitativa: Rusia ha comenzado a experimentar cierta incomodidad al verse reducida casi a un estado vasallo en su relación con China. Si bien Beijing compra muchos de los productos que Rusia ya no puede vender en otros mercados, también impone sus condiciones y precios.

Con el cambio de política de Estados Unidos, Rusia encuentra un respiro: la posibilidad de reintegrarse al sistema internacional, aliviar sanciones y reducir su dependencia de China.

Esto no significa que romperá con su socio asiático, sino que intentará utilizar esa relación para mejorar su margen de negociación con Washington y viceversa.

Los chinos, por su parte, han percibido esta nueva dinámica y comenzaron a reforzar sus lazos con Ucrania y Europa. Los adversarios de mi enemigo, son mis nuevos amigos.

En este sentido, este movimiento, que introdujo una inesperada tensión en un vínculo que parecía sólido, puede considerarse un primer éxito de Trump.

¿The End?

Así, mientras los analistas discuten sobre el supuesto ascenso imparable de China, la nueva estrategia de Estados Unidos, las oscilaciones de Rusia o el declive de Europa, el espectáculo global continúa.

Entretanto, la audiencia —como en cualquier serie de moda— sigue atrapada en la trama, expectante ante el próximo episodio y la forma en que se configurará el cierre de temporada.

Pero eso no significa que esta novela llegue a su término. Al final, los cierres de temporada no son más que el inicio de la siguiente.

Publicado en El Observador el 17 de marzo de 2025.

Link https://www.elobservador.com.uy/espana/miradas/china-rusia-eeuu-la-geopolitica-tiempos-streaming-n5989953

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