La democracia global pierde en calidad, según el índice elaborado anualmente por el periódico inglés The Economist, en el 2024, solo el 45% de la población mundial vivía en democracias, otro 39% convivió bajo gobiernos autoritarios y el 15% restante lo hizo bajo regímenes híbridos que combinan sistemas de elecciones democráticas con tendencias de concentración del poder autoritarias.
Un buen ejemplo de estos sistemas híbridos en América Latina es El Salvador, con un sistema de partido predominante que le permite a Nayib Bukele concentrar el 86 % de los votos. Casos de gobiernos autoritarios son Cuba, Nicaragua y Venezuela, donde se practica el fraude y la persecución de opositores en forma permanente.
Argentina es considerada en este índice como una “flawed democracy” es decir, una democracia defectuosa. Suena lógico para un país que, solo en el 2024, ha derogado o modificado cientos de leyes por decreto, con un gobierno que no integra a la oposición en los organismos de control horizontal. Con un presidente que ejecuta un presupuesto sin leyes ni controles parlamentarios y que además designa jueces de la Corte Suprema a sola firma, ignorando el mandato constitucional que exige acuerdo del Senado con una mayoría de dos tercios.
Así como los salvadoreños canjearon democracia por seguridad, los argentinos estamos canjeando calidad democrática por estabilidad económica, una transacción impuesta por Milei y tolerada por los partidos tradicionales, que no fueron capaces de resolver el problema insoluble de la inflación.
Por supuesto, nuestro país no es el primero en ser sometido a este tipo de desvíos autoritarios en nombre de la economía. El Perú de Fujimori sufrió un proceso similar que llegó al extremo de un autogolpe con la disolución del congreso y la destrucción sin solución de su sistema de partidos políticos. Si bien en Argentina no se avizora el escenario peruano, el espejo de Bukele suena mucho más factible.
El Milei de hoy en día podría ser considerado un nonato si lo imaginamos con una mayoría parlamentaria. Su proclamado referente, Nayib Bukele, con 56 de las 60 bancas del congreso unicameral salvadoreño, gobierna hace 3 años en estado de excepción con las garantías constitucionales suspendidas, condición que se renueva mensualmente por el voto del congreso.
Milei gobierna con DNU y vetos desde su minoría parlamentaria. ¿Por qué haría algo diferente con una mayoría?
Existe la razonable duda, que un Milei con mayorías parlamentarias, promueva un descenso de la “democracia defectuosa” a un sistema híbrido autoritario. Si hoy no funcionan los contrapesos republicanos, con un congreso a su favor, la res pública estaría concentrada bajo la firma suya y de su hermana.
El estado de excepción por un gran desorden ¿tiene límites?, por supuesto, aunque Bukele lo eterniza y Milei pretende hacerlo con una Corte Suprema a su favor.
En ¿favor? de Bukele o tal vez para intentar comprender su situación inicial, se puede sostener la necesidad de un toque de queda permanente que impusiera orden en las calles salvadoreñas que vivían bajo los mayores índices de homicidios del mundo, con zonas tomadas por las pandillas maras.
Pero esto no cuaja en nuestro país, donde el problema económico social necesita imperiosamente de un acuerdo amplio. La falaz idea de que las instituciones de la república son un gasto innecesario, no solo es una deriva autoritaria que nos hace retroceder en la vida democrática, es además una mala idea para la economía.
Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson, son tres economistas que en el 2024 recibieron el galardón que Milei más añora: el premio Nobel de economía. Sus teorías explican sobre la imprescindible relación de las instituciones democráticas fuertes con el desarrollo económico.
Estos economistas premiados no pertenecen a corrientes colectivistas o comunistas, son profesores de MTI y de Harvard que profesan la propiedad privada y el libre mercado. Acemoglu y Robinson, escribieron un libro titulado “Por qué fracasan los países”, donde explican que las sociedades con instituciones fuertes y que respeten la división de poderes, son fundamentales para garantizar el desarrollo social y el talento de la mayor parte de sus ciudadanos.
Seamos esos ciudadanos, apostemos a la democracia para resolver la economía.