miércoles 5 de febrero de 2025
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Escolaso: Un aprobado nochero

No estoy seguro de que “Escolaso” sea la mejor letra de tango de la historia, pero es la que mejor me representa, una manera como cualquier otra de decir que por lo tanto es la que más me gusta, porque a ese tango lo encontré en un momento de mi vida en la que circulaba más de noche que de día (lo digo sin orgullo pero sin culpa) y aún tengo presente una madrugada después del cabaret tomando en un bar, que estaba en la esquina de una plaza, la copa del estribo con amigos trasnochadores y algo más. Y fue el dueño del boliche, que unos meses después mataron en una balacera cerca del Mercado Viejo, quIen me “presentó” el tango cantado por Rivero, tango que escuchamos en un viejo Winco hasta que el sol ya empezaba a calentar. Muchas madrugadas de regreso a casa tarareaba en voz baja la letra de ese tango, con la certeza de que de una manera misteriosa García Jiménez lo había escrito para mí que aún no tenía treinta años pero me sentía el hombre más viejo y cansado del mundo.

Supongo, que compartirán conmigo que para ciertas ocasiones de la vida es más importante sintonizar una misma sensibilidad con el tango que ponerse de acuerdo si Milei, Macri o Cristina son los mejores candidatos que nos aguardan a la vuelta de la esquina. Lo digo en serio. Por lo menos así lo siento mientras escribo. Al tango y a la política los descubrí de noche. Casi siempre en posición de orsay; perdiendo a veces por goleada y a veces en los penales. Pero siempre perdiendo. De la política supe en un bodegón acompañado por un veterano del marxismo -esa suerte de maestros de los años sesenta a quien no lo mató la represión, sino las depresiones y el fracaso- que me prestó un libro de Roger Garaudy y me dijo que después de leerlo cambiaría mi vida, profecía que lamentablemente acertó. Al tango, lo disfruté desde pibe gracias a las lecciones de mi tío Cipriano, porteño porfiado de Villa Lugano, que antes de morir (fumaba cuatro paquetes de cigarrillos por día) ordenó que en el funeral se escuche “Como abrazao a un rencor” del que siempre recordaba dos versos: “Un chamuyo misterioso me acorrala el corazón”. Y de remate: “Me entrego mansamente como me entregué al botón”. O sea, que a modo de conclusión digo que el tango acompañó con empecinada perseverancia mi atolondrada juventud, tiempos en los que mi asistencia al cabaret y a las mesas de timba era como la de Sarmiento: perfecta. Fue con uno de esos viejos amigos de la noche, que todavía usaban funyi, nunca se sacaban el traje y el vaso de whisky estaba como pegado en la mano, que viví uno de esos instantes que como fantasía, mito o pesadilla no te abandona más, se prende a tu sensibilidad y resiste cualquier intento de olvido. Fue una noche, estas cosas siempre ocurren de noche, merodeando la madrugada. No sé por qué confuso sentimiento redentor, se me dio por predicar a favor de la revolución social entre cafishios y putas, porque ahora se me ocurre que la ginebra a un estudiante crónico y de izquierda puede provocarle esos trastornos. Y entonces, este señor, quien o veinte años màs grande que yo, que jamás perdía la línea y era un caballero en el sentido más noble y gaucho de la palabra, me preguntó con un gesto qué cornos me estaba pasando, que quién me había dicho que tenía que usar la barra del cabaret como púlpito, para transformar a las putas en heroínas rojas y a los cafishios en aguerridos milicianos de la “Brigada Garibaldi”. Y entonces, en un inesperado instante de lucidez, lo único que se me ocurrió decirle, a este hombre considerado un sabio de la noche, fue una frase de Rivero, o del negro Celedonio Flores, lo mismo da: “Porque me estoy dando cuenta que fue mi vida ficticia y porque tengo otro modo de ver y filosofar”. Me miró, (nunca se reía) tomó un trago de whisky y con un movimiento de la cabeza aprobó mi respuesta. Nada màs. No hacía falta nada más. Y con toda modestia les digo que durante muchos años creí que ese Aprobado en un cabaret ranfañoso, delante de putas tristes y cafisos rencorosos, fue el Aprobado más importante que obtuve en mi vida.

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