lunes 13 de enero de 2025
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Milei y Schmitt un solo corazón

Milei es un gran discípulo en lo político de Carl Schmitt. Practica dos de sus teorías fundamentales el “decisionismo” y el concepto de “amigo-enemigo en lo político.

En el “decisionismo” de Schmitt, expresado en su obra “Teología Política” publicada en 1922, las órdenes del soberano están por encima de todas las normas, no existe otra institución que la del presidente con mayor capacidad de resolver las cuestiones de urgencia.

Schmitt alentaba un permanente estado de excepción por sobre el rol del parlamento alemán, al estilo actual de Bukele que gobierna hace 3 ańos por decreto o de un Milei que reforma cientos de leyes por DNUs que no son ni necesarios ni urgentes.

Es dable reconocer que esto fue modernizado por Bukele y por Milei, quienes ya no necesitan disolver el congreso al estilo del presidente Hindenburg, que removió 3 veces el parlamento alemán entre 1925 y 1934, o hacer un autogolpe a lo Fujimori.

En Argentina, el decisionismo esta absolutamente tolerado por una clase política culposa, que permite además que el presidente gobierne sin ley de presupuesto.

Amigo-enemigo, esta teoría complementa la anterior y es un tanto más peligrosa. Para Schmitt no había posibilidad de diálogo en la política, había amigos o enemigos.
El que pensaba diferente amenazaba tu espacio, para Carl Schmitt la política era una guerra. ¿Algo más parecido a la idea de enterrar a la oposición como expresa a diario Milei? Donde el opositor es una rata, un degenerado o una cucaracha.

La política argentina entera, está cayendo en la lógica amigo-enemigo, es parte del clima de época.

Nada más anti liberal, esta idea del enemigo político es absolutamente lo contrario del ser liberal y amenaza el Estado de Derecho. Es fascismo puro.

Solo resta recordar el papel protagónico de Schmitt en los albores del nazismo (se afilió al partido), influyendo claramente en las tantas disoluciones del congreso que se produjeron en esa etapa de la República de Weimar hasta que se le dio todo el poder a Hitler y el resto ya lo conocemos.

Pero el dato de color es que una vez instalado el totalitarismo en Alemania, Schmitt le ofreció a Hitler hacer una constitución a su medida, pero el Führer ya no lo necesitaba ni a él ni a un conjunto de normas que lo limitaran.

Finalmente, no dejaba de ser un abogado Schmitt, el nazismo lo había designado presidente de la asociación de juristas.

No caigamos en la lógica schmittiana del amigo-enemigo.

Eso no es democracia

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