miércoles 5 de febrero de 2025
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La mujer que liberó la vergüenza de la víctima y la volcó en el abusador

PARÍS.- Los intentos de los abogados de la defensa de hacerla pasar por una adepta del “échangisme” (intercambio de pareja), por cómplice de las violaciones que padeció o trataron de desacreditarla por su consumo de alcohol o su —supuesta— falta de pudor, se desmoronaron con la proyección de los videos grabados por su exmarido, Dominique Pelicot, en los cuales se la ve inconsciente, sumida en una suerte de coma, mientras una sucesión interminable de desconocidos la violan. Espanto y admiración A mediados de septiembre de este año, en el silencio de una sala paralizada por el espanto y la admiración, Gisèle Pelicot relató lo que habían hecho de ella durante diez años: un objeto sexual en libre servicio. El modus operandi ya se conocía: el tremendo proyecto de un hombre que decidió entregar a su esposa drogada a quien quisiera abusarla, gratuitamente y sin protección. Fueron casi un centenar de individuos que, alguna vez, se presentaron al domicilio de esa pareja ordinaria, en la ciudad francesa de Mazan, para perpetrar un horror también ordinario. Cincuenta de ellos fueron identificados y juzgados este año por violación agravada en el palacio de Justicia de Aviñón, donde finalmente fueron condenados a hasta 20 años de prisión, pena máxima que solo le llegó a su ahora exmarido. Cincuenta y un hombres (incluyendo a su propio marido), cuyas agresiones Gisèle Pelicot recién descubrió a través de los policías que un día de 2020 la convocaron, después de haber hallado las miles de imágenes obtenidas durante las violaciones, atesoradas por Dominique Pelicot.

La septuagenaria, que adora el helado de frutilla y beber una copa de vino blanco de tanto en tanto —en la cual su marido aprovechaba para disolver ansiolíticos y somníferos— y que creía haber tenido solo dos parejas en su vida, es una víctima que escapa a las críticas y a los estereotipos. Porque lo que Gisèle Pelicot vivió seguramente no tiene equivalente psíquico: el descubrimiento de haber sido violada sin saberlo por decenas de desconocidos invitados por el hombre que compartió su vida durante 50 años y con quien tuvo sus tres hijos. Ese “hombre atento y encantador”, “el amor de su vida”, al cual nunca dejó de apoyar durante medio siglo de convivencia. Las imágenes, que solo pudo mirar un año después de descubrir la verdad, “cuando superó el espanto”, bastaron para hacer derrumbar toda su existencia, convirtiéndola —asegura— en “un campo de ruinas”. Sin embargo, Gisèle Pelicot fue capaz de ponerse de pie de entre las ruinas de su vida y declarar en un juicio público, a puertas abiertas. Con un coraje sobrenatural, consiguió describir lo que vio en esas imágenes: una “muerta”, una “muñeca de trapo”, una “bolsa de basura”. Quien pudo escuchar ese relato ignominioso no pudo dejar de preguntarse gracias a qué milagro esa mujer pequeña y frágil como una muñeca de porcelana, pudo mantenerse de pie y testimoniar. Un calvario no tan excepcional Y si Gisèle Pelicot consiguió ese día llegar hasta el final frente a los nueve magistrados del tribunal, fue porque su calvario es el mismo que el de todas las mujeres desde que el mundo es mundo. Porque además de los jueces, fue a la sociedad en su totalidad a la cual se dirigió como una víctima típica del patriarcado. Pues, digan lo que digan los amantes del sensacionalismo, nada en este caso es tan excepcional, y mucho menos inédito. Que un marido abuse de su esposa, que la ofrezca a otros, que un hombre drogue a una mujer para poder usarla a su gusto, que una multitud de hombres se sucedan en el cuerpo de una mujer… todo eso forma parte intrínseca de la violencia patriarcal. Una violencia que reposa en un principio ya teorizado en la antigua Grecia, y después perpetuado y reforzado a lo largo de los siglos, hasta la actualidad: la asignación de las mujeres a sus funciones sexual y maternal. “El patriarcado se basa en esa doble lógica de ‘cosificación’ (ser solo un cuerpo-objeto) y de alienación (ser convertida en extraña de sí misma), que funda el zócalo de todo el sistema de dominación masculina. Y este no pertenece al pasado pues, ni la revolución democrática de la igualdad ni la revolución feminista de emancipación modificaron la lógica secular de apropiación del cuerpo de la mujer”, afirma Anne-Cécile Mailfert, filósofa y fundadora de la Fundación de las Mujeres. Lo que Gisèle Pelicot quiso demostrar exigiendo un juicio a puertas abiertas fue la permanencia y la banalidad de la exigencia de disponibilidad corporal que pesa sobre las mujeres en nuestras sociedades auto-denominadas “igualitarias”.

De sus agresores, ella hizo el emblema de la violencia sexual de masa propia de un sistema patriarcal. Esos cincuenta y un hombres de entre 26 y 73 años, con perfiles socio-profesionales diversos: bombero, cuadro dirigente, guardián de prisión, enfermero, periodista, militar, camionero, obrero… son una auténtica muestra representativa de la población masculina. Juntos en esa sala de audiencia de Aviñón representaban en efecto a todos los maridos, todos los vecinos, todos los hermanos, los amigos, los padres, los abuelos, los hombres ordinarios que son cotidianamente los autores de violencias sexuales. Gisèle Pelicot, por su parte, representó a todas las víctimas, todas las esposas violadas, las mujeres apropiadas, las jóvenes drogadas. Juntos, esos elementos consiguieron transformar el proceso de Mazan en un juicio del patriarcado. Echaron luz sobre la impunidad absoluta que se autoriza un hombre en pareja, usando y abusando como un propietario del cuerpo de su compañera. Así quedó claro con uno de los acusados: “Es su mujer, él hace lo que quiere con ella”, afirmó. También demostró la solidaridad masculina total cuando se trata de la apropiación y la explotación sexual de las mujeres, ya que a ninguno de los hombres invitados por Dominique Pelicot se le ocurrió denunciarlo. Abusos metódicamente filmados Por fin, y es sin duda lo más importante, este proceso abrió una brecha en la obstinada incredulidad que suele oponerse a las revelaciones de agresión sexual. Porque comporta un elemento ausente en estos casos: los abusos cometidos en Mazan fueron metódicamente filmados y archivados. La policía halló cerca de 20.000 fotos y videos en casa de Pelicot. La justicia dispone de imágenes que producen con una fuerza casi insostenible lo que las víctimas suelen tener tanta dificultad en obtener: que se les crea. Eso, una vez más gracias a Gisèle Pelicot que, superando la humillación y la vergüenza, exigió del tribunal que mostrara a la prensa esas imágenes insostenibles. Por su coraje y su generosidad, nadie más podrá argumentar seriamente que los agresores son monstruos psicópatas que acechan por las noches en las calles. Nadie podrá negar que pueden ser “tipos geniales” a quienes se les podrían confiar nuestros hijos con los ojos cerrados. “Tampoco se podrá ya afirmar que las víctimas ‘se lo buscaron’ de una u otra forma. Ya sea por su forma de vestir o por su comportamiento. Ninguna mujer, jamás, es responsable de las violencias que padece. La desposesión radical padecida por Gisèle Pelicot prueba que es todo lo contrario. Que la total responsabilidad recae en los hombres, en todos los hombres: agresores, testigos indiferentes, cómplices silenciosos e incrédulos ordinarios”, asegura Melodie Geurts, de la Asociación de Sensibilización al Consentimiento (Educonsent) El 19 de noviembre, último día de proceso antes de que el tribunal entrara en deliberación Gisele Pelicot dijo exactamente eso: “Finalmente, violar a Gisèle Pelicot fue una banalidad”. Visiblemente agotada por cuatro años de pesadilla, la mujer que supo convertirse en ícono del derecho de las mujeres a decir “no”, testimonió por última vez: “Para mí, este ha sido el juicio a la cobardía. Ya es tiempo de que cambie de una vez por todas la sociedad machista y patriarcal, que banaliza la violación”. Durante ese proceso histórico, en una pared, a la entrada del palacio de Justicia de Aviñón, un collage gigante decía: “Gisèle, las mujeres te agradecemos”. En el cartel, otras manos anónimas habían agregado: “Madame, todo nuestro respeto”.
Publicado en La Nación el 19 de diciembre de 2024.
Link https://www.lanacion.com.ar/el-mundo/gisele-pelicot-nid18122024/#/
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