El 27 de octubre votaron tres países del Cono Sur. Pese al trasfondo diferente de estos comicios, es posible extraer conclusiones comunes, si bien todos los actores se presentan como ganadores, especialmente en elecciones tan diversas como las locales.
Hubo elecciones municipales (balotaje) en Brasil, municipales y provinciales (primera vuelta) en Chile, y presidenciales (primera vuelta), legislativas y dos referéndums constitucionales en Uruguay. Las locales de Chile y Brasil tienen gran impacto sobre la política nacional, ante las presidenciales de 2025 y 2026. En ambos casos, algunas fuerzas políticas y candidatos fueron descartados, mientras otros se consolidan.
Tras la jornada electoral son necesarias algunas precisiones sobre los sistemas políticos de estos países. En las dos primeras décadas del siglo XXI en todos había sistemas de partidos estructurados, si bien Brasil conocía una mayor fragmentación, visible en las legislativas, estaduales y municipales, mientras Chile y Uruguay dirimían sus elecciones entre dos grandes bloques. Probablemente la consecuencia fue que en ninguno de ellos se implantara el populismo bolivariano.
En ese entonces, durante lo que erróneamente se llamó giro a la izquierda u ola rosa, primaron las opciones social demócratas, bien de centro izquierda (Chile, Uruguay) o de sesgo más izquierdista (Brasil). En este contexto, los resultados electorales no afectaban la vida política, como muestra la ausencia de polarización hasta el impeachment de Dilma Rousseff, ni la alternancia, hasta el triunfo de Jair Bolsonaro. Los traspasos de poder entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera en Chile son prueba de ello.
Los recientes resultados electorales supusieron una cierta reivindicación de los políticos profesionales frente a los “políticos de redes”. Tampoco aportaron buenas noticias para las izquierdas, más allá del triunfo en primera vuelta del Frente Amplio (FA) uruguayo. Su caudal electoral, menos del 44% e inferior a la suma de la coalición gobernante, fue ligeramente inferior al esperado, y reduce sus opciones de ganar en un balotaje sumamente disputado.
Un dato clave para la economía uruguaya fue el rechazo de la reforma de las pensiones, impulsada por el sindicato PIT – CNT, el Partido Comunista y otros sectores de la izquierda del FA. Esto se debió al amplio consenso político y social existente en el país, anclado en la centralidad de su política, con un clima distinto al de buena parte de América Latina. Tanto el presidente Lacalle Pou, como los expresidentes Sanguinetti, Lacalle Herrera e incluso José Mujica, pese a ser de distintos partidos, apoyaban el No, dado el impacto negativo que la reforma tendría sobre las cuentas públicas.
En Brasil, Tarcísio de Freitas, gobernador de São Paulo, fue el gran vencedor de la jornada, al emerger con serias opciones de ser candidato presidencial de la derecha, aunque todo dependerá de cómo se configuren las futuras alianzas políticas. Pese a la buena imagen de Lula, continuó el retroceso territorial del PT. Solo controla 252 prefecturas y ganó una sola capital estadual, Fortaleza. Si bien el PL, el partido de Bolsonaro, creció, los grandes triunfadores pertenecen al centrão, el PSD y el MDB, presentes tanto en gobiernos de izquierda como de derecha. El PSD de Gilberto Kassab es el primer partido en alcaldías conquistadas (891), seguido del MDB (856), el PL (517) es quinto y el PT noveno.
En Chile, el restablecimiento del sufragio obligatorio no evitó la dispersión del voto. El partido con más concejales fue el Republicano, un 11,2%, y de ahí para abajo. La doble coalición gobernante obtuvo unos resultados discretos, aunque la debacle fue menor de lo previsto. La victoria en Maipú de Tomás Vodanovic, alcalde del partido del presidente Boric, les permitió mejorar los resultados. En realidad, estos no muestran ni la debacle de la izquierda, ni el meteórico avance de la extrema derecha (Republicanos) o la consolidación de una alternativa de centroderecha. Si el oficialismo obtuvo el 41%, el centro derecha y la derecha, incluidos los republicanos, llegaron casi al 46%.
En líneas generales triunfaron las opciones más centradas, no el centro político, que en algunos lugares dejó de existir. También retrocedieron las opciones más radicalizadas, tanto a izquierda como a derecha, con algunas excepciones.
Este fue el caso del “partido” uruguayo Identidad Soberana (IS), liderado por el médico globalista y antivacunas Gustavo Salle, que calificó a Javier Milei de “agente del Mossad”. Salle obtuvo dos diputados y se ha convertido en el árbitro de la Cámara, donde el oficialismo tiene 49 escaños y el FA 48.
El electorado brasileño emitió un claro mensaje: derrotó al extremismo de derecha, pero también le advirtió a la izquierda que debe cambiar. En Chile ocurrió algo parecido: retroceso del Partido Comunista, derrotado en Santiago, y pobres resultados de Republicanos, inferiores a los esperados, que complican una posible candidatura presidencial de José Antonio Kast.
Y en Uruguay el riesgo de la reforma jubilatoria fue disipado. El Cono Sur votó sin estridencias, dejando un mensaje esperanzador a las maltrechas democracias latinoamericanas.
Publicado en Clarín el 3 de noviembre de 2024.
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