“Aquí me pongo a cantar, al compás de la vigüela, que al hombre que lo desvela una pena extraordinaria, como el ave solitaria, con el cantar se consuela”.
Según se sabe, el mundo rueda y rueda a los pelotazos caprichosos de la postmodernidad, con todos los huesos quebrados, sin poder hacer pie en nada medianamente estable, sin ninguna referencia ni nada que se le parezca, al borde de disolverse en el espacio de lo invertebrado e infinito.
Hasta nosotros, este soñado paraíso de un Sur alejado de los estremecimientos mundiales, recibe ahora la visita de un “alien”, un extraño de pelo revuelto que nos trata con furia corrosiva de toda bondad, cabalgando la ira y el algoritmo de las redes vacías de contenido por su instantaneidad, que si bien tiene algunas aplicaciones meritorias, facilita y acentúa el encuentro de soledades anárquicas, activas y pasivas.
Se presenta como un enviado del cielo que viene a salvarnos de las aguas oceánicas que nos rodean.
Y quedamos estupefactos ante la aparición de una aventura divina a la que debemos adorar, sin chistar, para cubrirla de agradecimiento.
“No me mueve mi Dios para quererte, el cielo que me tienes prometido”. No basta una cruz para ir a Cristo.
Como la realidad supera todo análisis de comprensión tradicional, sólo la ficción y la mitología nos permiten imaginar el embrollo en el que estamos y cómo será su final de historieta.
La narrativa, las acciones y las actitudes del “enviado”, son propios de una ficción robada a la ficción a través de la magia.
Su presente y su final están en desarrollo, y su color es de caos, quizás con torbellinos de violencia social.
Quiera el buen Dios (el Dios en serio y sin enviados), que alumbre un final pacífico.
Es cierto que arrastramos un siglo de culpas y malos gobiernos con el peronismo y el kirchnerismo como sus autores protagónicos, pero también con los militares, conservadores, radicales y toda la “lacra” política maldecida que integramos.
Esa es una verdad abrumadora que nos llevó a la decadencia actual, y a tantos pobres y muertos evitables, por no haber administrado honorablemente el país.
Es una gran carga de culpa plenaria de las élites dirigenciales de todo tipo, no haber servido al país sino haberse servido de él. Largo arrastre que provocó la aparición del muñeco rabioso y vengativo.
Pero quizás sea de mayor crueldad moral invocar, como lo hacen los anarco libertarios, que ellos abolirán el Estado y, con déficit cero, ajustes de todo tipo y brazo bravo para reprimir, conseguirán llegar al objetivo de que la Argentina sea sólo para los capaces, laboriosos y meritorios audaces que quieran apropiarse de todo porque tendrán derecho a ello. Y los demás, los incapaces y los no meritorios, desaparecerán de la faz de la tierra, como también lo tendrían merecido.
De ese modo, con base presuntamente “filosófica” que se ríe de los liberales clásicos y del centro político progresista, campearán en libertad los Benegas Lynch y sus pollitos voraces, enfrascados en mirar cómo los más fuertes se comen a los más débiles.
Será entonces el tiempo de los ingenieros del caos moral, cuyo seguro resultado es hacer desaparecer la solidaridad de la faz de la tierra.
Quizás contentos, celebrarán el triunfo de la inteligencia artificial de Elon Musk, narrado a modo Harari en su libro Nexus.
Sus productos inteligentes y selectos, conseguirán hacer desaparecer al ser humano, como si hicieran verdad lo que Spengler anunció hace casi un siglo, la deshumanización del hombre tragado por la tecnología de punta en manos de sí misma, ni siquiera en manos de los “libertarios” a la violeta.
El mundo de las finanzas especulativas celebra sus “triunfos” pírricos. Mientras, la recesión productiva y el consumo bajan, y el empleo formal decae.
Que les haga buen provecho.
Los que pensamos distinto, continuaremos deseando contribuir a una sociedad que tenga como objetivo sustancial compartir sus logros con instituciones productivas inclusivas, no meramente extractivas ni discrecionales, sino que formen parte de un cuerpo cultural educativo estructural. Y el deseo de vivir en una relación fraterna, guiada por la solidaridad y no por el egoísmo, el rencor y la violencia.
Como bien ha dicho Marcelo Gioffré, luego de inciertos pactos fáusticos, quedaríamos a la deriva y sin representación política un grupo enorme del electorado. Los liberales institucionalistas, republicanos que respetamos las minorías y valoramos la sensibilidad frente a los vulnerables, quedaríamos huérfanos de gran parte de la expresión conducente a participar en los destinos del país.
La gravedad de la situación nos aconseja una urgente convocatoria ampliada y generosa, un frente amplio de coordinación plural, de quienes no nos considerarnos genios ni enviados, y que coincidimos en valores morales sociales para el conjunto de los argentinos.
Es tiempo de hacer una invitación a quienes adviertan que sus partidos políticos están asustados por la amenaza del voraz fenómeno destructivo, y a quienes los ven temblar o dividirse, para enfrentar coordinadamente -en las próximas elecciones de medio término- la barbarie de la época destructiva de los valores democráticos republicanos, y los derechos humanos y sociales.
A la responsabilidad de superar diferencias estrechas y asumir la gran tarea de defender la democracia social institucional, con asiento en la Constitución Nacional, sin príncipes ni mendigos.