martes 29 de octubre de 2024
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Riesgo político argentino

El concepto de riesgo político hunde sus raíces en la historia. La forma de manifestarse ha sido cambiante, dependiendo de la cultura y la civilización de turno, pero su esencia es la misma: cómo la acción política afecta la vida de los negocios. Desde una expropiación hasta un levantamiento popular, son todos eventos que exigen la máxima atención, para evitar pérdidas o sacar provecho.
En un país atravesado por una vida política en constante ebullición, la dificultad de su interpretación se acrecienta. Como contracara, la experiencia ayuda a prever tendencias que anuncian conductas repetidas: tiempos de gobiernos débiles; otros más autoritarios; otros, los menos, unos pocos más institucionalistas. No son muchas las variantes, que iteran incansables, y de las que parecemos no aprender nada.
El gobierno de turno empezó con una morfología que insinuaba poca capacidad de transformación profunda, por falta de instrumental. Demostró lo contrario. Empieza a quedar en claro que su plan cuenta de fases, no de un accionar simultáneo: primero ordenar las cuentas, luego tomar la burocracia para pasar a la acción regulatoria, para terminar en reformas institucionales de calibre, que incluirían una reforma constitucional.
Pasado un año, estamos en la segunda fase. Dejemos a la oposición política en su estupefacción. Lo que queda claro es que se vienen cambios en el ámbito empresarial, y profundos. Nuevas reglas de juego, desde ya; pero lo más interesante es que se vislumbran giros que tienden a forjar un nuevo orden, especialmente resultado de alianzas que exceden la ideología. Tres sectores que dejan en claro tanto coherencia política como contradicciones ideológicas: medios, bancos y el régimen de Tierra del Fuego.
Para entender mejor, hay que considerar lo telúrico, pero también trazar simetrías con movimientos políticos de otros países con mucho más que parecidos: casi planes idénticos, cantados.
En el caso de los medios se trata de su “democratización”, que implica su reemplazo por una suerte de periodismo popular en las redes. Es parte de esa tendencia a la democracia plebiscitaria, vieja como todos los autoritarismos, pero en una expresión siglo XXI. En cuanto a los bancos: la lógica es ser llevados a su mínima expresión; el sustituto es menos popular y más definido, cara de una alianza que se hizo explícita especialmente en las redes, emulando pactos fáusticos que en simultáneo ocurren en el norte del continente. Tierra del Fuego cierra el círculo con una contradicción que patentiza algo de cinismo a lo LAMPEDUZA: los aranceles se bajan para ahogar alguna que otra pyme, pero nunca para tocar un patético régimen de privilegios.
El riesgo político argentino empieza a mostrar una nueva cara. Como siempre en sistemas con debilidad institucional intrínseca, se trata del poder reconfigurando el sector privado. Que quede claro: no es un juicio de valor, sino que se trata de un análisis objetivo, que describe un nuevo escenario que exige astucia y capacidad de lectura que van mucho más allá de la habilidad para competir y aumentar la participación en el mercado. Es un cambio de reglas de juego. Más o menos autoritarias, son lo que son, diría el gran PARMENIDES y su principio de identidad: no hay peor ciego que el que no quiere ver.

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