sábado 23 de noviembre de 2024
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El futuro del peronismo, atrapado entre dos figuras complicadas de su pasado: Cristina Kirchner e Isabel Perón

Siempre sucede que los 17 de octubre dan para todo, haciendo honor a lo equívoco del acontecimiento original que ese día se recuerda. Así que no fue ninguna sorpresa que en el de este año cada quien se dedicara a homenajear a “su peronismo” y todos quedaran con un gusto un poco feo en la boca. No solo por los aires de ruptura que se respiran, sino porque incluso si lograran seguir más o menos unidos, solo podrían ofrecer distintas versiones del pasado. Lo de innovar y renovarse, como les reclaman la sociedad y sus propios votantes, no se les está dando muy bien que digamos.

En particular, fue una sorpresa lo viejas que sonaron las evocaciones que prometían contener más novedad, las que entonaron quienes dicen querer desafiar el statu quo imperante para, abrevando en la vieja tradición peronista, refundar el partido para poder hacerlo luego con la entera nación.

Para empezar, fue lo que sucedió con quien aspira con más chances a ser el heredero del kirchnerismo, el hijo putativo. A sabiendas de que la suya sería, en el mejor de los casos, una saga familiar, Axel Kicillof incluyó en su discurso del jueves 17, en Berisso, junto a su definición de la tarea central en la actual coyuntura, polarizar con “el liberalismo que siempre fracasa” (así que a Javier Milei solo habría que esperarlo, o bien empujarlo un poquito), un sentido reconocimiento a su madre política. La gran madre de todos o casi todos los que lo escuchaban.

Así que, en vez de diferenciarse de Cristina, como muchos esperaban, le rindió homenaje. En dos versiones. Por un lado, reconoció su liderazgo imperecedero: “Nuestros mejores años han sido con Cristina”, dijo, así que seguirán siéndolo. Nada se puede hacer sin ella, pudo concluirse. Invirtiendo toda la energía puesta en la convocatoria, una gran convocatoria, y la expectativa generada en muchos peronistas, no para tocar una nueva melodía, sino para volver a entonar una canción ya musicalizada para guitarra por Alberto Fernández varios años atrás, “con Cristina no alcanza, pero sin Cristina no se puede”.

Por otro lado, volvió a impugnar a la Justicia por la causa vialidad, “una mentira, una truchada” según él, pese a que la “truchada” tiene todos los papeles en regla como para sostener la condena, incluso, la proscripción de por vida de la señora.

Pero aun después de semejante saludo a la bandera podría haber intentado siquiera algún gesto renovador. Decir algo que no se haya dicho ya mil veces en estos actos.

Y sin embargo, no lo hizo. Seguramente porque, como todo recién llegado, más cuando se trata de un recién llegado de más de 40 años, ansía, ante todo, se le disculpe haber tardado tanto en descubrir que ser peronista es lo más grande que te puede pasar en la vida. Por eso, el abuso de las efemérides, las metáforas conocidas, la liturgia. Y que no se conformara con hacer ni uno ni dos, tenía que hacer cientos de saludos a la bandera. Tantos que cerró el acto con el clásico “Perón, Perón”, del que al menos el kirchnerismo “K” suele prescindir.

Curiosamente, fue Cristina Kirchner, como viene haciendo desde hace unos cuantos meses, y ensayó de nuevo en el acto en la Federación de Box (cónclave mucho menos nutrido que el de Berisso, y con muchos menos respaldos territoriales), la que se atrevió a decir algunas cosas nuevas. Reiterando que hace falta al menos algo de autocrítica, que cuando llega la hora de precisar le exige a los demás, no se la exige ella misma, y adelantando que está dispuesta a discutirlo todo, “pero en unidad”, es decir, cuando todos se hayan alineado detrás suyo. Más claro, échale agua: si Kicilliof quiere ser candidato presidencial en 2027, va a tener que aceptar ser ungido por el óleo sagrado que solo ella administra, la gran electora. Una vez más, se viene dedazo, como si no hubiera sido suficiente con los trastazos de 2015 y 2023, o peor todavía, con el “éxito” de 2019.

Y como esas advertencias no alcanzaron a calmarla, al día siguiente la señora fue por más: directamente acusó a chiquito Kicillof de traidor, y no cualquiera, sino el peor de los traidores, un Judas que con tal de seguir en carrera está dispuesto a vender a su madre. El gobernador debería aprender de la experiencia de Alberto: el que tiene que pagar los sueldos todos los meses es él, el que va a ser jamoncito de la polarización entre Milei y la señora va a ser también él, y a Cristina no le hace falta ocupar la presidencia del PJ, le alcanza con que ningún otro lo haga, ni necesita ganar las próximas elecciones legislativas, le basta asegurarse que ningún peronista, ni ningún otro opositor, las gane en su lugar. Es esa lógica destructiva la que va a dominar la escena peronista en los próximos tiempos si la escalada de confrontación no se detiene, y Cristina no la va a detener, porque tiene más espalda y menos compromisos como para soportarla.

Frente a tanto aire viciado, se entiende que se esté generalizando la búsqueda, desde fuera del partido, de otras versiones más “novedosas” de la vieja identidad peronista. Solo que de “novedoso” tampoco estás otras logran hasta aquí mostrar demasiado.

Ahí estuvo la disidencia haciéndose notar también el 17, pero más que nada para insistir con la tesis opuesta a la de Kicillof, y de Alberto: “nada con Cristina, afuera con cualquiera”. Florencio Randazzo se desafilió del PJ, esperando que así se lo reconozca de una buena vez como un peronista auténtico. Solo que como nadie sabe ya qué podría resultar de asociar “peronismo” y “autenticidad”, las cosas quedaron de lo más confusas y su renunciamiento no pasó de ser una nota al pie en los portales de noticias.

Como pata bonaerense del “peronismo no K” lo que ofrece Randazzo es bastante poco, y debe ser por eso que Schiaretti anda a la búsqueda de otros socios, por caso, intendentes como Fernando Gray, de Esteban Echeverría, o Julio Zamora, de Tigre, junto a los restos centristas del PRO, la CC y el radicalismo. Sin que se pueda esperar mucho de ninguno de esos retazos: son eso, grupos con mucho cacique y poco indio, con demasiados recelos entre sí como para que resulte buen negocio tratar de coordinarlos.

Algo más de eco consiguieron los menemistas retirados, cuando anunciaron que desde este 17 de octubre buscarán volver a la política activa reuniéndose, gracias a los buenos oficios de algunos dirigentes libertarios, en la agrupación ocurrentemente bautizada “La Carlos Menem”. Eso sí fue toda una novedad. Sobre todo por la edad promedio de su primera lista de integrantes.

Ante tanta repetición, destacó el esfuerzo de Victoria Villarruel por hacer algo realmente nuevo en homenaje al partido de Perón, para este 17 tan florido. Ella sí mostró audacia para internarse en aguas desconocidas y recurrir a lo inesperado, cuando reveló a quién había ido a ver realmente en su último viaje por las Europas: ni al papa, ni a ningún dirigente del PP español, ni a otros dignatarios extranjeros, nada más y nada menos que a la injustamente olvidada María Estela Martínez, Chabela.

Seguramente Villarruel piensa que si hay tantas versiones del peronismo hoy en día, otra más no puede hacer daño, por eso de lo que abunda. Y parece que está convencida además de que, dado lo pobre y gastado de las ofertas dirigenciales de esa procedencia, el carácter siempre plástico de la identidad peronista, la comprobadamente mala memoria de sus dirigentes y votantes (si se olvidaron de los noventa, ¿por qué no se van a olvidar de López Rega, la Triple A y el 700% de inflación de 1975?, o ¿por qué no van a “resignificarlos”?), más su disposición oportunista a subirse a todos absolutamente todos los trenes de la historia que pasen cerca, llegó la hora de formar un peronismo de ultraderecha en serio.

Uno bien nacionalista, bien militarista, y si se puede de paso también bien antisemita. Un peronismo a lo Ricardo Iorio (se recordará, íntimo amigo de la Villarruel hasta su reciente deceso). O, por qué no, a la Santiago Cúneo, o a la Guillermo Moreno, o a la Aldo Rico y Emilio Massera. Estos últimos dos, los auténticos guías espirituales de la familia militar de la que Villarruel abreva, y que siempre receló de los liberales. Aun de los liberales salvajemente autoritarios como Videla y compañía. Algo que sería bueno la gente de Milei tenga presente.

Antecedentes de los que abrevar, si se piensa un poco, a la vice le recontra sobran. Así que puede que en cualquier momento tengamos una nueva convergencia, de todos los auténticos fachos, para correr por derecha al presidente. Y obligarlo a mostrarse como lo que en el fondo es, un gatito que ruge, pero no muerde, otro león herbívoro, diría el general.

Porque, recordemos, también Milei está reclutando a “sus” peronistas. Con “La Carlos Menem”, pero también con los operadores territoriales que telecomanda su hermana Karina a través de Sebastián Pareja, el piquetero reciclado. Que de nostalgia menemista no tiene ni un ápice, todavía tiene bastante kirchnerismo en sangre, pero ellos, los Milei, creen que es portador sano, y que les va a servir en serio para juntar votos. En un esfuerzo que, les convendría recordarlo, ya intentaron otros que se rodearon de “sus” peronistas amigos, Macri con Pichetto el último, y nunca funcionó bien, ni duró demasiado.

Publicado en www.tn.com.ar el 20 de octubre de 2024.

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