sábado 21 de diciembre de 2024
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Ausencia de una política de Estado

Gobernar implica un acto complejo: se traza un marco conceptual, que fija los límites de acción en un plano, vinculados con un ideario; allí ocurren luego las acciones, que deben tener eficacia de transformación, para no quedar en una enunciación fallida.

El marco conceptual del Gobierno se representa con una aspiración al cero: para la inflación, la emisión, el gasto; todo al cero. Dentro de ese espacio han ocurrido acciones de alta eficacia, con consecuencias positivas y negativas. La pregunta es si es suficiente; más precisamente, si no tiene límites demasiado estrechos, que tal vez requieran de una mirada más comprensiva, en todo sentido.

El presupuesto enviado al Congreso lo deja en claro: el énfasis puesto en la tendencia al cero, con proyecciones discutibles (de baja de la inflación) y poco alentadoras para rubros que debieran proyectar al futuro, como la inversión. Todo parece de tiro muy corto, como si se estuviera gobernando exclusivamente con la lógica del suspiro de las redes.

Esa estrechez de miras empieza a tomar densidad preocupante en los conflictos cada vez más graves que se van creando con ese estilo. El de Aerolíneas Argentinas lo expresa bien. El enfrentamiento con el gremio empalagado de privilegios es necesario y conveniente, pero no es suficiente, porque queda en eso, enredado en el conflicto sin proyectar una salida.

Si se le pone una lupa, el marco conceptual es limitado y la lógica de gestión no tiene capacidad de transformación efectiva: lo de Aerolíneas es sólo una parte visible de un problema más profundo. Su verdadera dimensión es cómo integrar un país invertebrado: Argentina tiene hoy 60.000 kilómetros de rutas de hace 35 años, sin mantenimiento; se necesitan 200.000 kilómetros, por crecimiento del parque automotor y por falencias en las líneas de trenes y vías navegables. Eso no se resuelve tan solo privatizando o no una empresa aérea.

Aquí se ve la falta de una política de Estado. Se puede entregar Aerolíneas a los trabajadores, cerrarla, privatizarla y hasta regalarla. Lo que no es posible es evitar las consecuencias de un país sin años de inversión en infraestructura, tan elemental para la inversión. Cómo se piensa trasladar la riqueza, la gente necesaria para producirla. Sin eso no hay nada más que condena a un país sin ninguna esperanza de desarrollo.

A juzgar por el presupuesto, la respuesta del gobierno nacional es cero para hoy y cero para mañana. Entonces ¿qué? Hay algo alentador en ese marco conceptual tan restringido, y es que obliga a crear y hacerse cargo. Y esto va principalmente al federalismo: la oportunidad de los gobiernos provinciales de actuar es enorme.

La obra pública ha estado históricamente asociada a lo peor de la política. Tal vez sea el momento de mover las fuerzas del mercado desde los Estados provinciales, liberándola de esos vicios. Hay estructuras probadas (con financiamiento multilateral incluso), que remiten al desarrollo de la infraestructura de Estados Unidos en el siglo XIX.

Hay que expandirlo, con mirada moderna, a un país con más de tres mil kilómetros de extensión. Para eso es necesario que el gobierno nacional amplíe un poco la estrechez del cero y provea lo mínimo, empezando con un sistema cambiario estable y menos conflicto ocioso.

Publicado en Clarín el 4 de octubre de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/ausencia-politica-estado_0_ZMJeMhy0Hs.html

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