sábado 23 de noviembre de 2024
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Con la ortodoxia peronista como bandera, el papa Francisco y Máximo Kirchner cierran filas contra Javier Milei

En la semana que pasó dos de los máximos referentes de la oposición peronista dieron coincidentemente un paso al frente radicalizando sus críticas al Gobierno y proponiendo un curso se acción que en ambos casos se basa en la ratificación de sus convicciones ideológicas más tradicionales. 

Según ellos Milei ha fracasado. La opinión pública está dando señales indubitables de cansancio frente a sus políticas, que tienden además a agotarse del todo en el muy corto plazo, así que ese desánimo pronto va a agravarse. Por lo que está llegando la hora de activar a la oposición; lo que ambos coinciden, además, habría que hacer siguiendo la más estricta ortodoxia. 

Porque el fracaso de Milei le estaría dando la razón, una vez más, a las ideas más primitivas del peronismo y el kirchnerismo sobre la economía, el Estado y el funcionamiento general del mundo, y disculpándolos por tanto de aceptar cualquier matiz o atisbo de autocrítica o renovación política e intelectual en su seno. 

Para el obispo de Roma esto quedó a la vista cuando Javier Milei debió recurrir reiteradamente a la represión contra las movilizaciones convocadas por organizaciones opositoras frente al Congreso en rechazo a su veto a la ley de movilidad jubilatoria. 

En lo que Francisco denotó una peculiar y peligrosa (sobre todo para él mismo) propensión a informarse por canales un poco sesgados: ni ninguna de esas movilizaciones fue masiva, ni mucho menos representativa del ánimo de la clase pasiva, ni la represión fue mucho más intensa que en otras ocasiones en que la oposición dura pretendió interrumpir, con ataques al Palacio Legislativo, el funcionamiento de sus cámaras y comisiones (más allá del sonado episodio que involucró, días atrás, a una menor de edad). 

Ataques contra el Palacio en los que, una vez más, se revela el brete en que está metida esa oposición, en particular la kirchnerista: invocan la legitimidad del Congreso para legislar en contra de las iniciativas del Presidente, pero lo hacen movilizándose para impedir que ese Congreso se exprese ratificando dichas iniciativas, en este caso, al avalar con más de un tercio de los diputados el veto con que el mandatario había descartado el aumento a los jubilados por encima de lo que el programa de ajuste está concediéndoles. 

La distorsión informativa que aqueja al Santo Padre, y que prueba que al menos en este rubro su juicio dista de ser infalible, se extiende a la previsión que parece hacer de que ese clima de confrontación que pretendió montarse en derredor del Congreso va a seguir, va a agravarse y va a debilitar más y más al Gobierno. 

Ninguna encuesta seria ha mostrado hasta aquí que el Presidente haya pagado un costo político importante por el veto a la ley previsional, ni tampoco esté pagando uno por reprimir y poner en caja las protestas en su contra; ni hay motivos serios para pensar que algo así vaya a suceder si el veto y las protestas se repiten con la ley que aumenta y blinda el presupuesto universitario, disculpando a esas instituciones de colaborar en el ajuste que todo el resto del país se está bancando. 

Es cierto que el Presidente ha perdido varios puntos de apoyo en las mediciones de todas las encuestas de los últimos meses. Pero tanto los jubilados como los estudiantes son los dos sectores en que las adhesiones que aún reúne son proporcionalmente más altas, nada de lo que él perdió parece haberlo recogido la oposición, y es por eso que los líderes del kirchnerismo, en particular gente como el informante del vaticano Juan Grabois, Máximo y Cristina Kirchner, siguen bien al fondo de la tabla. 

Esto debería aleccionar a los Kirchner de seguir insistiendo en plantear las mismas críticas, con los mismos argumentos y explicaciones sobre por qué se oponen a todo lo que Milei intenta hacer en su gestión. Salvo la nominación a Ariel Lijo a la Corte. A la que se opone el 80% de la sociedad y por razones que son demasiado evidentes como para que haya que explicarlas. 

  

Pero probablemente porque se informa con las mismas fuentes que Francisco, y parte de las mismas premisas que él, blindadas contra cualquier revisión, no fue nada de eso lo que súper Hijitus planteó en el Club Atenas de La Plata el viernes último. 

Allí el ex Máximo, ahora a secas “Kirchner”, argumentó a favor de la más estricta ortodoxia kirchnerista, en contra de los moderados, los tibios y los que piden “autocrítica”: “Si queremos construir honestamente entre quienes pretendemos otro modelo de país, en vez de pedirle crítica a Cristina, deberían hacer autocrítica ellos”, pontificó. 

Refiriéndose, con ese “ellos”, a los Alberto Fernández, los Daniel Scioli, e incluso los Axel Kicillof de este mundo, todos quienes se han alejado por una u otra razón de la recta senda marcada infaliblemente por su santa madre, y por extensión, por él mismo y sus esbirros camporistas. 

¿Puede tener alguna eficacia en la complicada interna peronista esta invocación a cerrar filas detrás de la conducción incuestionable de Cristina, justo ahora que muchos peronistas de todos los colores, incluso no pocos de los que acompañaron fielmente a los Kirchner hasta hace poco, dudan de que esa conducción haya sido todo lo infalible que pretende y esté también siéndolo en estos momentos, al apostar al pronto derrumbe de Milei? 

Lo más probable es que no afecte demasiado los ánimos. Máximo podrá ser por siempre también “Kirchner”, y seguirá siendo por un tiempo más presidente del PJ bonaerense, pero no va a conseguir por eso lo que nunca logró hasta aquí, e intentó en condiciones mucho mejores que las actuales: ejercer un auténtico liderazgo fuera de los límites de la agencia de contrataciones públicas que montó con el auspicio de sus padres. 

Y eso no va a cambiar pese a toda la enjundia con que el Papa Francisco se meta en la lucha política local y se esfuerce por reflotar las tradiciones ideológicas y morales del populismo peronista, toda la polenta que ponga el propio Milei en subir a madre e hijo al ring, para polarizar con ellos, ni todas las trompadas que ellos puedan lanzarle al Presidente, en la esperanza de que a la larga alguna dé en el blanco. 

Seguirán siendo los enemigos soñados para el gobierno libertario, por las mismas razones que son la oposición menos atractiva y convincente para la enorme mayoría de los argentinos.

Publicado en www.tn.com.ar el 22 de septiembre de 2024.

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