viernes 27 de diciembre de 2024
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Un sistema político que está descompensado

A simple vista, sin necesidad de investigar mucho ni de elaborar interpretaciones complejas, todos percibimos que Argentina muestra enormes desequilibrios que reducen la calidad de vida, tensan los vínculos interpersonales y comprometen la capacidad de convivir en paz y libertad.

En el Gobierno y en parte de la opinión pública, el vuelco hacia la derecha alcanza una dimensión peligrosa, porque incluye al Estado e involucra transversalmente al sector de altos ingresos, que tiene conciencia de sus intereses y cree que Milei los sirve; a grupos importantes de la clase media, que mezclan una visceral oposición al kirchnerismo con un resentido rechazo a la política, a la que adjudican su empobrecimiento; y a sectores de bajos ingresos que se alejan del peronismo porque sienten que ya no representa la equidad distributiva.

Enfrente, parece no haber nada, solo dispersión y confusión. El fracaso de Macri y la pasividad claudicante de cierta dirigencia radical que se subordinó al PRO hasta diluir la identidad partidaria, son razones que en parte explican este proceso.

Con la candidatura de Massa, para la que utilizó sin límites los recursos del Estado, el cristinísmo intentó retener el gobierno, la impunidad y el acceso a los negocios, pero el relato izquierdoso no alcanzó para ocultar la ineficiencia y la corrupción de un populismo clientelar causante del mayor deterioro moral del peronismo en su historia.

Milei es el resultado de ese recorrido. Su mensaje, claro y bien comunicado, ataca a “la casta” mientras comparte con ella métodos y recursos humanos. Se identifica con la ultraderecha. Su economía consiste en un ajuste burdo, exagerado e insostenible, carente de sutileza técnica, más un crudo fundamentalismo de mercado. Descalifica el concepto de justicia social. Concibe a las personas como egoístas e insolidarias. Anuncia que llegó al poder para destruir al Estado. Cuando menciona la libertad, solo la vincula con la libertad de comercio, porque no tolera la discrepancia interna ni la crítica pública.

El diseño de Planes Sociales elaborados por el cristinismo para compensar el estancamiento iniciado en 2011, sirvió para evitar el estallido, pero “cristalizó” la pobreza (A.Salvia). Este programa elemental –la motosierra- disminuye el déficit fiscal a costa de consolidar la fragmentación social e incluye excepciones incoherentes y dañinas como los cien mil millones de libre disponibilidad destinados a la SIDE, que merecieron el rechazo en Diputados. La desigualdad y la pobreza alcanzan tal nivel, que costará años revertirlas, aun con una política de crecimiento que no existe, no está en elaboración ni tiene financiación.

La cuestión consiste en prever que tipo de sociedad resultará de este proyecto que propone combinar la ultraderecha con el libre mercado.

Todos los gobiernos de ultraderecha que en el siglo XX pretendieron dominar Europa, lejos de destruir el Estado, usaron toda su potencia para demoler la democracia, favorecer a las corporaciones afines e instalar un orden social jerarquizado, de poder concentrado, sin límites legales ni institucionales, belicoso, proteccionista y regulador.

El mercado lo componen quienes tienen algo para vender o dinero para comprar. Es un eficiente mecanismo productor de bienes materiales. Se ha convertido en un instrumento esencial para el funcionamiento de la economía, incluso en países que fueron o aun hoy se definen como marxistas.

Pero la experiencia comparada demuestra que, también en las economías centrales, librado a su propia dinámica tiende a la concentración porque por su naturaleza no produce salud, educación y seguridad gratuitas y de acceso universal, factores determinantes de integración y estabilidad. Las políticas públicas racionales, eficientes y ejecutadas con aplicación de las normas básicas de la economía, son las que evitan el riesgo de fractura social y desigualdad estructural que, a la corta o a la larga, impulsan el conflicto. No son actos de intervención estatal, sino herramientas para asegurar la convivencia.

El sistema sociopolítico está descompensado. La identificación de Milei con la ultraderecha, su política de ajuste con libertad de mercado y su absorción de los votantes del PRO, convergen en la constitución de un polo de poder conservador con rasgos y expresiones claramente antidemocráticas que hoy es electoralmente competitivo.

Este escenario es insuficiente, imprevisible e inquietante, porque así planteado, ni siquiera garantiza una salida institucionalmente sólida ante una eventual y no deseada situación crítica. Es necesario equilibrarlo con una propuesta consistente de contenido integrador -social demócrata, diría Alfonsín- que coloque como prioridad el crecimiento bien distribuido por encima del ajuste recesivo y conciba la disciplina fiscal no como un fin en sí mismo, sino como un requisito previo que habilite el desarrollo sustentable. Con esa propuesta, el votante podrá optar y los gobiernos tendrán alternancia.

La UCR posee el sistema de valores, la historia y la extensión territorial necesarias para promover el crecimiento y la equidad como bases sociales de la libertad. Pero con la memoria no alcanza. No se trata de reminiscencias nostálgicas, sino de funcionalidad.

Servirá, si recupera identidad y representatividad, vuelve a difundir ideas antes que cargos o candidaturas y promueve una nueva generación dirigencial que supere la mediocridad, el individualismo y el pragmatismo que priorizan algunos de los dirigentes colaboracionistas que pretenden expresarlo. Hoy, como está, es parte del problema. Debe ser, como en el 83, parte de la solución.

Publicado en Clarín el 26 de agosto de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/sistema-politico-descompensado_0_dYuzgavCtl.html

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