sábado 23 de noviembre de 2024
spot_img

Ideologías, urgencias y alianzas

Debates para el complejo presente del Radicalismo.

La UCR atraviesa un momento difícil. Uno más. La política de alianzas que se impuso luego de la reforma constitucional de 1994 no ha dado hasta hoy los resultados que seguramente muchos soñaron con sanas intenciones. Encabezó la fórmula  en 1999 y fue como socio minoritario en 2015, 2019 y 2023. Todas malas experiencias. Fue solo con Leopoldo Moreau de candidato en 2003 y alcanzó un 2,34 %, lo que constituyó la peor derrota de su historia. Formó otros frentes como el del 2011, encabezado por un radical aliado  con varios partidos entre los que sobresalía el de Francisco de Narváez. Otra decepción.  Así es. El recorrido de la UCR luego del gobierno de Raúl Alfonsín ha sido duro y la actualidad presenta en apariencia otra parada compleja. Muy fuerte tiene que ser un partido político, su esencia, para no desaparecer luego de más de tres décadas de frustraciones. Sin dudas, el radicalismo lo es.

Paralelamente, quizás por la sucesión de objetivos incumplidos, la política ha ido, paulatinamente, perdiendo profundidad, proyección, programación, para volverse cada vez más esclava de lo urgente. La política en un país que ha visto crecer sostenidamente sus índices de pobreza e indigencia, que se ha precarizado, cuya clase media pierde esa condición año a año, con serios problemas en materia de educación y salud, exige urgencia. Y la urgencia en política, suele ser una buena pista de despegue para demagogos que encuentran en una promesa sencilla de urgencia imposible, la puerta por la que entrar a la historia.

En la Argentina de hoy, todo es urgente, hasta aquello que no puede serlo. El radicalismo, particularmente, ha sido siempre más amigo de lo esencial que de lo urgente. Para decirlo con precisión, ha sido efectivo en lo esencial y le costó convivir con la urgencia. Y es que los avances en Argentina han tenido que ver con políticas cuyos resultados son reales y positivos solo a partir del sostenimiento de una política. Se alcanzó la posibilidad de tener realmente un sistema representativo y democrático luego de un cuarto de siglo de luchas por la Ley Sáenz Peña, sostenidas luego con enorme dificultad; el sistema educativo se diferenció de otros en América luego de la larga vigencia de una Ley básica que respetaron todos los gobiernos durante mucho tiempo; la Universidad abierta y pública que abrió caminos y generó una movilidad social extraordinaria a través de la educación cambió en cierta medida al país luego de afianzarla y sostenerla a lo largo de décadas. Y podríamos seguir enumerando.

¿Cómo encaja la ideología radical con la urgencia de estos tiempos? Sin dudarlo, con muchísima dificultad. Entiendo que el Radicalismo tiene claro, y forma parte de sus convicciones fundamentales, que los cambios reales necesitan un buen diagnóstico, un correcto planteo y mucho trabajo para sostener esa política en el tiempo. Es la constancia la que produce cambios con el tiempo. Nos cuesta la demagogia, no creemos en recetas milagrosas y las promesas de inmediatez no forman parte del discurso habitual de la U.C.R. ¿Está mal? Creemos que no, pero la cuestión es lo que piensa el electorado que espera, fracaso tras fracaso, que un slogan marketinero prometa sacarlo de sus penurias de un día para otro. Luego, claro, esto no ocurre. Quizás esta urgencia, tantas veces justificada, sea el peor enemigo del Radicalismo. No tenemos discurso para estos tiempos de urgencia. La educación, la institucionalidad, el respeto por la ley, el valor de la libertad y la democracia, un estado preocupado en que los derechos básicos lleguen a todos sin ser un macro estado que todo invade, la vigencia de una justicia imparcial y confiable, no parecen hoy emocionar a nadie. Están en la base del bienestar, y están lejos de estar aseguradas, pero pocos llegan con la vista hasta esa base. Las cosas pueden ser muy necesarias, pero solo son vendibles si el “mercado” las percibe como necesarias. Y sino es todo cuesta arriba. Es complejo tener un discurso coherente y efectivo, que prometa rápidos resultados sin vulnerar conscientemente la voluntad de la población empujada por sus necesidades. Y esto nada tiene que ver con que sea un pensamiento que haya quedado atrasado en el tiempo; los países más avanzados, aquellos sistemas democráticos que destacan como los más desarrollados del mundo, han construido ese bienestar desde políticas de Estado equilibradas, que ideológicamente deben ubicarse como “de centro”. Economías que han invertido en ciencia y desarrollo de tecnologías desde el Estado, luego capitalizados para la sociedad desde el capital privado; Estados que han salvaguardado ante situaciones de crisis al Sistema Bancario privado. Pero que así lo evalúen en otros sitios, en Argentina pareciera que no es el momento para las posiciones “de centro”. Lo que no quiere decir, repito, que sean equivocadas.

Llegará el tiempo  de posicionarse ideológica y electoralmente, y esta cuestión de base será fundamental. Los partidos con los que más se coincide y piensan estas cuestiones como centrales, electoralmente no prometen sumar demasiado. El electorado argentino parece hoy tender naturalmente hacia los extremos, bien definidos y con poco prejuicio para prometer lo que no lograrán, cosa que saben antes de iniciar. Pegarse a algún espacio como socio minoritario para tener chance de ganar, aunque se coincida poco, o presentar una propuesta genuina con pocas o ninguna chance de triunfo… esa será la cuestión. En 2015, detener el avance temerario del Kirchnerismo, volver a la alternancia, justificó una alianza, que se sostuvo hasta hace poco tiempo. Sola, casi naturalmente, esa alianza se cayó. Ahora llega un tiempo de decisiones en este sentido que nada tendrán de sencillas. Es necesario entender el grado de complejidad que las decisiones centrales implican en este momento para el radicalismo.

Pero antes de ello, se necesita resolver la conducción en la Provincia, quien luego deberá encargarse de encabezar esta encrucijada en Buenos Aires, decisión relevante para el resto del País. Muchos esperamos una lista de unidad, aunque sabemos que no es sencilla su obtención. Faltan días para saber finalmente lo que sucederá. Pero una conducción provincial de unidad e integración de sectores sería un enorme paso adelante. Una coincidencia inicial desde la cual abordar las enormes decisiones “históricas” que nos esperan a la vuelta de la esquina.

spot_img
spot_img

Veinte Manzanas

spot_img

Al Toque

Alejandro J. Lomuto

Integración: los mecanismos que funcionan y los otros

Fernando Pedrosa

Latinoamérica, después de Biden, a la espera de Trump

Eduardo A. Moro

Tres gendarmes en el mundo