La autoproclamación de Nicolás Maduro a un tercer mandato recibió el reconocimiento instantáneo de China y Rusia. El apoyo diplomático incondicional de ambas potencias ha sido clave para que la dictadura haya podido resistir la presión internacional y concretar el fraude electoral del 28 de julio.
En el último cuarto de siglo cada vez que el régimen venezolano se ha visto comprometido, Beijing ha salido al rescate económico y político. Desde el 2006 hasta junio del 2024, Caracas ha recibido un flujo financiero de más de US$80 mil millones que, según el Dialogo Interamericano de la Universidad de Boston, ha comprometido el futuro de la producción petrolera venezolana y se encuentra desplazando a Rusia como proveedor de defensa.
La financiación china a Venezuela por petróleo contribuyó en gran medida a la victoria electoral de Hugo Chávez en el 2012.Lo mismo en las elecciones del 2013 que plasmó la sucesión de Nicolás Maduro. En el 2016, Caracas renegoció la deuda con China en condiciones muy favorables para enfrentar las sanciones estadounidenses. El salvavidas económico chino se repitió en la polémica reelección del 2018.
En el 2019, China vetó en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas (CSNU) una resolución que reconocía a Juan Guaidó como presidente legítimo de Venezuela. En el 2023, las relaciones bilaterales se elevaron al nivel de “Asociación Estratégica de Todo Tiempo”, lo que supone un vínculo extra diplomático con una incidencia china en prácticamente todo el territorio venezolano. En este contexto, es poco probable que China desconociera que en las últimas elecciones se repetiría un escenario electoral comparable al 2018, con el riesgo que fueran nuevamente manipuladas.
La presencia en el Consejo Nacional Electoral de personal chino en la supervisión del software del voto electrónico de la empresa EX CLE Soluciones Biométricas, avalaría esa conclusión. Además del hecho que un número significativo de las 49.539 máquinas de votación de grabación electrónica (EC21), han sido fabricadas en China.
Un ´non paper´ del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Renmin de China, afirma que el compromiso de María Corina Machado de respetar la deuda financiera contraída por el chavismo no ha sido suficiente para que Beijing asumiera una posición de mayor neutralidad en el resultado de los comicios.
También enfatiza que un gobierno venezolano pro-Washington amenazaría los intereses geopolíticos chinos en América Latina y en particular los esfuerzos personales de Xi Jinping de proyectar el soft power en América del Sur.
Algunas circunstancias que rodean el apoyo de Beijing a Nicolas Maduro hacen ver que la competencia estratégica entre Estados Unidos y China ha ido dejando el plano económico y tecnológico de esa rivalidad para adentrarse al ámbito ideológico. Los términos de la nota de felicitaciones a Maduro lo ponen de manifiesto.
La duda es si el alcance de esas expresiones no son una manifestación de la intención futura de Xi Jinping de promover en América Latina gobiernos afines. El comportamiento de Beijing con Caracas parece tener algunos visos de lo que fue la Unión Soviética para Cuba. El veto chino en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas en el 2016 sirve de recordatorio.
También es una advertencia que cualquier pretensión de promover en el CSNU de una iniciativa que reconozca la victoria electoral de Edmundo González Urrutia, tendría el mismo resultado. Por lo tanto, es hora de que la defensa de la democracia en América Latina y el Caribe tome conciencia del peligro que representan las disputas geopolíticas disruptivas.
Publicado en Clarín el 6 de agosto de 2024.
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