viernes 27 de diciembre de 2024
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La Revolución Francesa, en 30 días

Acaso se puedan rastrear en la propia historia de la Revolución Francesa de 1789 algunas claves de la reconfiguración del mapa político francés surgido de las tres elecciones que en el corto lapso de 30 días pasó de la derecha a la izquierda, de una polarización hacia los extremos a otra hacia el centro y de un presidente transitando su peor derrota a un liderazgo presidencial que recupera la iniciativa pero tiene por delante encargar la formación de un nuevo gobierno.

Se habló de “descomunal error”, “suicidio político”, “mal paso” o “incomprensible decisión” cuando Emmanuel Macron apresuró la disolución de la Asamblea y la convocatoria a elecciones anticipadas tras los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, favorables a Agrupación Nacional, la extrema derecha liderada por Marine Le Pen.

Pero, gesto de astucia o apuesta de riesgo, lo cierto es que Macron salió airoso del brete con los resultados de la segunda vuelta revirtiendo la tendencia adversa. Lo permite un sistema político preparado para receptar los cambios en las mayorías y minorías, conformar gobiernos con respaldo parlamentario o cambiarlos cuando no lo tienen, sin afectar la estabilidad institucional o hacerla depender de la fortaleza o debilidad de la mayoría presidencial.

Como escribiera el historiador François Furet (La revolución francesa en debate. De la utopía liberadora al desencanto en las democracias contemporáneas, Siglo XXI, 2016), lo que caracteriza a la Revolución francesa “es que arranca a Francia de su pasado, condenado en su totalidad, y la identifica con un principio nuevo, sin que vez alguna resulte posible arraigar ese principio en instituciones. Por consiguiente, en torno a la dupla Revolución/Contrarrevolución, futuro/pasado crea una oposición fundamental, destinada a tener casi la fuerza de una querella religiosa que enfrenta dos concepciones del mundo. Además, en el interior mismo de los hombres y de las ideas de la Revolución, crea una sucesión de hombres, equipos y regímenes políticos; en lugar de una solidaridad en homenaje a un origen común, la tradición revolucionaria está hecha de conflictivas fidelidades a herencias no solamente diversas sino contradictorias: la izquierda está unida en contra de la derecha, pero no tiene ninguna otra cosa en común”.

Macron, el vigesimoquinto presidente de la Quinta República, que llegó al poder a los 39 años como el presidente más joven de la historia en 2017, luego de romper con el Partido Socialista y crear partido propio, “La República en Marcha“, atravesó todo: las protestas del movimiento de los chalecos amarillos, casos de corrupción, la impugnación y postergación de su proyecto de reforma previsional, la pandemia del Covid19, la invasión rusa a Ucrania, reveses electorales, gobernó con mayoría y minoría legislativa, con alta y baja popularidad, tuvo primeros ministros de centro, de izquierda y de derecha, y se convirtió también en el primer presidente en ser reelegido para un segundo mandato de cinco años, en 2022. De tal modo, completará en 2027 diez años de permanencia en el poder.

Para conocer el alcance de la conmoción causada por la Revolución francesa, escribe Furet, es necesario volver a tomar como punto inicial, doscientos años después, su ambición principal: reinstaurar la sociedad a la manera en que la pensó Rousseau, es decir, regenerar al hombre por medio de un auténtico contrato social: “Por medio de la Revolución francesa, los franceses celebran una tradición tanto más antigua que ella, ya que es la tradición de la realeza; si los franceses asignan tanta centralidad a la igualdad es porque desde hace siglos el estado administrativo de la monarquía abrió las sendas para eso. Pero también por obra de la Revolución son ese pueblo que no puede celebrar a la vez las dos partes de su historia, y que, desde 1789, no deja de estar obsesionado por la reinstauración de lo social. Impotente para fijar una nueva legitimidad, puesto que la de la derecha es sólo un pasado y la de la izquierda un futuro, ese pueblo se ve condenado incesantemente a intentar alcanzarla, en el constante rearmado de los fragmentos de su historia reciente, que le ofrece materiales contradictorios”.

Lecciones que da -y se da a sí misma- esta Francia que celebra el 235 aniversario de la toma de La Bastilla a la espera de un nuevo gobierno que refleje el resultado de las urnas, en el que se supo quiénes perdieron pero no quién ganó: las mayorías son, de tal modo, el resultado del zurcido de la política, del arte del acuerdo entre minorías, no vienen dadas por sí solas.

Publicado en Clarín el 13 de julio de 2024.

Link https://www.clarin.com/opinion/revolucion-francesa-30-dias_0_tvoq0trkcl.html

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