El nombre era sumamente extraño, prácticamente desconocido, pero a Mary Young Ridenbaugh le gustaba jugar con palíndromos y el nombre Enola, leído al revés, significaba solo/a en inglés, característica que le daría a la protagonista de su libro. En Enola, o, su error fatal, publicado en 1886, Ridenbaugh describió la soledad y los obstáculos que enfrentaba una mujer independiente en la sociedad machista y conservadora de Kentucky en el S. XIX. Si bien la novela no tuvo mucho éxito, Alfred Haggard, un habitante de Iowa, del cual extrañamente se sabe muy poco, quedó impactado por la protagonista del libro, y decidió llamar Enola Gay a su propia hija. Décadas más tarde, en 1945, el hijo de Enola Gay, Paul Tibbets, un piloto de la Fuerza Aérea norteamericana, en homenaje a su madre, bautizó Enola Gay al avión que arrojó la bomba atómica sobre Hiroshima. Carambolas inesperadas de la vida que unen a un hombre común con uno de los acontecimientos mas trascendentales de la historia de la humanidad.
Si bien Ridenbaugh nunca alcanzó fama de gran escritora, más de un siglo después de haber publicado su libro, el nombre Enola se inmortalizó en el vuelo apocalíptico del Enola Gay, que quedará grabado para siempre como la estocada fatal que dio origen al actual orden internacional. Este orden se ha caracterizado principalmente por la era nuclear, la mayor expansión económica de la historia, el mundo bipolar, el multilateralismo, el surgimiento de los derechos humanos, la carrera armamentista y la hegemonía militar y económica de los EEUU.
Como el aire y la fuerza de gravedad, el orden internacional es invisible, pero nos impacta diariamente en todo lo que hacemos. La música que escuchamos, las películas que vemos, los idiomas que hablamos, la constitución y las leyes que adoptamos, la ropa que usamos, el auto que manejamos, a quiénes votamos, las noticias que leemos o la comida que ingerimos están determinados por el orden internacional. Y de la misma manera que nos afecta de manera individual a nivel local, también es responsable globalmente de las guerras que tenemos y de las que evitamos; de la carrera armamentista, de las ideologías preponderantes; de la riqueza y de la pobreza extrema; de la respuesta a las epidemias; y del cambio climático por el efecto invernadero.
Desde las primeras “relaciones internacionales” entre las ciudades-estado de Ur, Uruk y Lagash en el S. XXIV A.C. ha habido varios cambios significativos en el orden internacional. La gran mayoría de esos cambios se han producido de forma violenta, como por ejemplo los ocurridos con la primera y segunda guerra mundial. De ahí la importancia de identificar el estado de situación del actual orden internacional, no sólo para saber cuánta cuerda le queda, sino, sobre todo, para poder fortalecer los mecanismos internacionales existentes o desarrollar nuevas formas de interacción entre los Estados que faciliten un cambio pacífico.
El declive de la principal potencia: la caída de Atenas, del Imperio romano o del imperio británico impulsaron un cambio del orden internacional. Actualmente, la pérdida comparativa de la influencia de EEUU en el orden mundial es muy significativa. En 1945, Estados Unidos representaba el 50% del PBI y de la producción industrial mundial, mientras que hoy representa el 24% del PBI y menos del 20% de la producción industrial. En 1945, el plan Marshall para la recuperación europea fue de aproximadamente 140 mil millones de dólares a valor actual, mientras que hoy el total destinado para cooperación exterior, incluyendo ayuda humanitaria, militar y a organismos internacionales, es de aproximadamente 51 mil millones.
Surgimiento de nuevas potencias: el debilitamiento de una potencia, tarde o temprano es acompañado por el el surgimiento de una potencia que disputa la hegemonía existente. Actualmente, el desafío que presenta China es incuestionable, por más que aún no haya puesto en riesgo totalmente la hegemonía norteamericana. Sin perjuicio de la dificultad de obtener datos históricos sobre la economía China, se estima que en 1945 su participación en el PBI global era menor del 5%, y en los años subsiguientes llegó a disminuir hasta el 2%.
Asimismo, su cooperación a nivel global en 1945 era prácticamente inexistente. Por el contrario, actualmente la participación de China en el PBI mundial es cercana al 20% y su plan de cooperacion internacional, conocido como la Iniciativa de la Franja y de la Ruta, podría representar una inversión de entre uno y dos trillones de dólares en aproximadamente 140 países de todas las regiones del mundo. Basta viajar por cualquier país de África, las Américas o Europa para comprobar que la influencia China se extiende mucho más allá que Asia y el Pacífico.
Cambios ideológicos: en la Europa del S.XIX, la Revolución de 1848, también conocida como la Primavera de Naciones, puso fin al orden conservador liderado principalmente por el canciller austriaco von Metternich, y sembró el camino para el surgimiento paulatino de una combinación de políticas liberales y socialistas que fortalecieron la democracia, mejoraron los derechos de los trabajadores y crearon el estado de bienestar. Los cambios actuales en el orden internacional propuesto por las ultraderechas son en parte el reflejo opuesto a la revolución de 1848. El espíritu del Canciller Metternich celebra la llegada de la ultraderecha y el retroceso de los avances logrados a partir de 1848. Asimismo, durante las primeras décadas del S.XX, el crecimiento del comunismo y del fascismo influyeron en la construcción de un nuevo orden internacional.
Cambios tecnológicos: a lo largo de la historia, el desarrollo de nuevas tecnologías tuvo un impacto directo en el equilibrio militar. El comienzo del actual orden internacional estuvo claramente marcado por el poder nuclear de los Estados Unidos y Rusia. Actualmente, los impresionantes avances tecnológicos y la inteligencia artificial están nuevamente rediseñando el mapa mundial. El desarrollo de drones, ciber-ataques y la posibilidad cierta de satélites militares con capacidad de atacar en el espacio son sólo algunos ejemplos de lo que conocemos.
Crisis Económicas: la gran crisis económica de 1930 contribuyó a ponerle fin a la precaria paz existente en el periodo entre las dos guerras mundiales. La profunda crisis económica de 2008 dejó en evidencia la fragilidad del actual orden económico internacional. Afortunadamente, la rápida reacción de algunos estados pudo evitar que la crisis se profundizara aún más. Sin embargo, el orden económico está muy distante de ser satisfactorio. Si bien el período de posguerra se caracterizó por la mayor expansión económica con sistemas de ayuda social en la historia de la humanidad, a partir de la década del 80, políticas desregulatorias, recorte de impuestos para los más ricos y un proceso de globalización desordenado, contribuyeron para que actualmente el 1% de la población tenga aproximadamente el 50% de la riqueza del mundo, mientras que el 40% de la población mundial viva entre la pobreza y la extrema pobreza. Con esta realidad, resulta muy difícil, e injusto, que el actual orden económico internacional se pueda sostener pacíficamente.
Claramente los indicadores están marcando un cambio importante del orden internacional. No sabemos si estamos al final del proceso, ni si el final será un “soft landing” o un cambio violento, como han sido la mayoría de los cambios a lo largo de la historia.
Algunos ejemplos de la actualidad nos empujan hacia el pesimismo: La invasión de Rusia a Ucrania, el brutal ataque de Hamas y la desproporcionada y grave respuesta de Israel; el crecimiento de una ideología de ultra derecha que recuerda con nostalgia al fascismo en todas sus formas; el fuerte crecimiento del antisemitismo y la xenofobia; líderes que han abandonado siglos de formalismos diplomáticos pacifistas para insultarse violentamente cual matones de barrio; líderes que acarician el anarquismo, socavando el estado de bienestar; líderes que pretenden resolver la pobreza basándose solo en el individualismo y el utilitarismo; líderes que atacan el multilateralismo, los derechos humanos y la prensa libre; y líderes que practican populismos mesiánicos socavando la exquisita mediocridad de la democracia. Todas estas plagas ya las hemos vivido, pero lamentablemente nos falla la memoria.
Al igual que en Cien Años de Soledad, el mundo pareciera estar viviendo una peste que nos hace perder la memoria. En Macondo, frente a la perdida colectiva de la memoria, la solución de Aureliano Buendía fue etiquetar a todas las cosas con su nombre, y la de Pilar Ternera, la pícara adivina de Macondo, fue comenzar a leer el pasado en lugar de leer futuro, para ayudar a los habitantes de Macondo a recuperar la memoria. Nada de esto funcionó y finalmente la peste del olvido se curó gracias a un líquido mágico del gitano Melquíades.
Lamentablemente del realismo mágico hemos heredado solo a los lideres, pero no a sus pociones mágicas. La solución no pasa por ceder a recetas milagrosas que venden inescrupulosos servidores de pasado en copa nueva, que sólo aspiran al poder por el poder mismo, y nos están conduciendo hacia los mismos cambios trágicos de los siglos precedentes.
Es incuestionable que el actual orden internacional debe ser modificado, pero el cambio no pasa por destruir el extraordinario andamiaje institucional que durante gran parte del siglo pasado logró la mayor expansión económica en la historia de la humanidad, con reducción de la pobreza, fortalecimiento de la democracia, de los derechos humanos y de las garantías sociales. Para lograr ese objetivo es necesario resetear la destructiva política mundial actual fortaleciendo, modificando, y creando nuevas instituciones internacionales que promuevan más dialogo, más democracia, más justicia internacional y más equidad en la distribución de la riqueza. Las próximas elecciones en el Parlamento Europeo y en Estados Unidos van a marcar el ritmo internacional de los próximos años. El posible triunfo de la ultraderecha en ambas elecciones puede ser un factor que nos aproxime rápidamente hacia un fin de ciclo violento.
Un párrafo aparte merece el calentamiento global producto del efecto invernadero. Por ser una variable nueva para el ser humano con velocidad e impacto relativamente desconocidos, no es sencillo dimensionar su impacto. Pero ya representa una hipótesis real de conflicto armado y cambio en el orden internacional. Lamentablemente, no se ha podido avanzar eficientemente en buscar respuestas colectivas al calentamiento global debido a la irresponsabilidad, ignorancia o creencias de líderes que hace 400 años hubiesen optado por la ciencia celestial del Papa Urbano VIII y aplaudido de pie y con euforia la sentencia a prisión perpetua de Galileo Galilei.
Albert Einstein, en el amanecer del actual orden internacional, nos dejó dos frases alarmantes para el futuro y sobre todo para nuestros líderes: “El poder desatado del átomo lo ha cambiado todo excepto nuestra forma de pensar y, por lo tanto, nos dirigimos hacia una catástrofe sin precedentes.” y “No sé con qué armas se peleará la tercera guerra mundial, pero la cuarta será con palos y piedras.”
Pero también dejó un espacio para el optimismo, “Prefiero ser optimista y tonto que pesimista y tener razón.” Semanas después del vuelo del Enola Gay, un grupo de científicos creó una asociación para alertar sobre el peligro de las armas nucleares. Para graficar la gravedad del mundo que se estaba viviendo, una artista plástica, Martyl Langsdorf, esposa de uno de los científicos que participó en la creación de la bomba atómica, diseñó un reloj con el minutero marcando siete minutos para el fin del mundo. A través de las décadas, el minutero se ha ido moviendo hacia adelante y hacia atrás según los acontecimientos mundiales. Desde enero del 2023 el reloj del apocalipsis está a solo 90 segundos de la medianoche. Pero en 1991, con la caída del muro de Berlín, la reducción de las tensiones globales, y la firma de acuerdos de reducción de armas entre Michail Gorbachev y H.W. Bush, el reloj se alejó 17 minutos del final. El diálogo y la diplomacia funcionaron.