sábado 21 de diciembre de 2024
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El ambiente, a la deriva y sin timonel

Pareciera que últimamente los argentinos tenemos algún problema con el ambiente, porque éste no se cansa de atacarnos: olas de calor, sequías prolongadísimas, inundaciones, lluvias torrenciales, olas de mosquitos, heladas tempranas y tardías, plagas agrícolas antes desconocidas, barcos chinos depredando la fauna marina y así por el estilo.

No sabemos si esto siempre fue así o que se trata de una respuesta enojada del ambiente ante algo que le hicimos. Si la respuesta es la segunda posibilidad, el problema es que no lo sabemos y mucho menos qué podemos hacer para amigarnos otra vez.

En la búsqueda de respuestas, es evidente que el tema debería ser encarado tanto a nivel individual como nacional e incluso internacional, porque esas son las múltiples escalas que tiene el propio ambiente en que vivimos.

Así por el estilo, ayudamos a tener un ambiente limpio porque no tiramos papeles en la calle, las ciudades gestionan qué hacer con la basura, la provincias controlan la deforestación y el país genera, promueve y apoya todas estas acciones y además participa en los foros internacionales de manejo ambiental.

Nuestra conciencia ecológica individual proviene una variedad de fuentes: la educación formal e informal, los medios de comunicación, las redes sociales y el intercambio de información e ideas con amigos y familiares, variedad que nos lleva a posicionarnos en el tema ambiental desde un absoluto desprecio a una preocupación obsesiva por el mismo.

Es diferente el caso de los niveles de la sociedad que deberían ocuparse formalmente del ambiente. Municipalidades y provincias tienen actitudes variables y consecuentemente realizan distintas acciones tendientes a solucionar los problemas que se generan a partir de los procesos ambientales, como la acumulación de basura, la contaminación del aire o las inundaciones, pero en general se podría decir que hay una actitud positiva y activa, aunque no necesariamente eficiente.

Esto no significa que, sobre todo al nivel provincial, puedan escapar de uno de los problemas más complejos, tal cual es la tensión entre la conservación del ambiente y las presiones del sistema económico, como sucede por ejemplo en los conocidos casos de la producción sojera o la minería. Pero en cualquier caso, ya en estos niveles de decisión es necesario que se cuente con personas formadas técnicamente que los lleve a tomar medidas racionales y viables.

En referencia a este tema, es a nivel nacional donde la situación ha sido preocupante – y lo es más ahora –porque se agrega otro problema: los supuestamente encargados del tema cambian con el tiempo y nunca estamos muy seguros de lo que quieren y si saben lo que quieren.

En la Argentina durante mucho tiempo el ambiente no figuraba como tal en la agenda pública: recién en 1973 y por poco tiempo tuvimos una oficina de rango ministerial encargada del problema.

Hubo que esperar hasta 1991 para que en el organigrama del Poder Ejecutivo apareciera una oficina a cargo del tema ambiental (a veces se le agregaba lo de la “sustentabilidad”, pero como nadie tiene claro de que se trata esta palabra – los encargados de la oficina tampoco – no la tendremos en cuenta).

Dado que la importancia de la temática nunca ha estado muy clara, a lo largo del tiempo pasó por diversas jerarquías y dependencias: secretarías, ministerios y ahora subsecretarias, tanto dependientes directamente de la presidencia o del algún ministerio, como el de salud o el de desarrollo social. Incluso fue disuelto dos veces y vuelto a crear.

En todos estos años la institución fue dirigida nada menos que por 14 personas, ninguna de las cuales han pasado a la celebridad por su actuación en el cargo, e incluso en varios casos no era evidente su capacidad profesional para ejercerlo.

Y así llegamos hasta ahora, cuando nos enfrentamos a una situación algo diferente: en primer lugar el Presidente no solo ha demostrado un absoluto desprecio (o ignorancia) por el tema, sino que hasta se ha instalado en el campo de los que niegan cualquier interpretación que relacione los cambios ambientales con las actividades humanas.

Como fiel reflejo, ha ubicado el tema ambiental al nivel de Subsecretaría (hasta el momento desocupada), dentro de una Secretaría de “Turismo, ambiente y deportes” y todo dentro de un gigantesco Ministerio de Capital Humano.

La inserción allí de la Secretaría es un indicio claro de lo que opina el gobierno sobre los tres asuntos, catalogados implícitamente como “menores”, por no decir insignificantes. Y para colmo, se ha puesto a cargo de esa Secretaría a Daniel Scioli, un viejo y fiel representante de lo que podríamos llamar “el don de la ubicuidad” política y temática. No vale la pena entrar en detalle sobre su capacidad profesional en cuestiones del ambiente, lo que, como hemos visto, aparentemente no es necesario…

Mientras en el resto del mundo crecía la preocupación por la preservación y el manejo racional del ambiente en el cual vivimos, nosotros lo hemos abandonado a la deriva y hemos sufrido las consecuencias.

Buena parte de los costos ambientales, sociales y económicos de nuestro desencuentro con el ámbito natural de nuestras vidas podrían haber sido evitados, o por lo menos disminuidos, si hubiéramos sido capaces de poner al frente del tema a personas idóneas, honestas y capaces. ¿Estaremos a tiempo de hacerlo?

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