El presidente de Botswana, Mokgweetsi Masisi, amenazó con enviar 10.000 elefantes al Reino Unido y 20.000 a Alemania si esos países avanzan en una legislación que prohíbe la importación de los trofeos de caza que significan un importante ingreso para su país. Australia, Francia y Bélgica ya la han prohibido.
No es el primero ni el único conflicto que el ecologismo entabla con aspectos del desarrollo económico de los países periféricos, desde la instalación de salmoneras, la minería y la explotación de hidrocarburos, los países en desarrollo enfrentan el dilema de desplegar una actividad que causa impacto ambiental – aunque no siempre – o mantenerse al margen.
En esta tónica, el presidente Masisi atacó al gobierno federal alemán, y al Ministerio de Medio Ambiente en particular, encabezado por la ministra Steffi Lemke, del Partido Verde por intentar prohibir la importación de trofeos a pesar de que la superpoblación de elefantes en Botswana permite la sustentabilidad de esa actividad.
De hecho, Botswana había prohibido la caza en 2014, pero levantó las restricciones en 2019 por la presión de varias poblaciones locales. Entonces el país permitió una serie de cuotas anuales de caza, argumentando que era una buena fuente de recursos para la economía local, y que además desestimulaba la caza furtiva de animales salvajes, que está prohibida en el país. Ante la superpoblación, el gobierno consideró la posibilidad de utilizar a los elefantes como alimento para mascotas.
“Es muy fácil sentarse en Berlín y tener una opinión sobre nuestros asuntos en Botswana. Estamos pagando el precio por preservar estos animales para el mundo”, afirmó. Y añadió, “Queremos que nuestros elefantes deambulen libremente. El clima alemán ya es bastante malo para ellos”. “Si les gustan tanto, acepten este regalo de nuestra parte”, dijo tras ofertar el envío de paquidermos sobre el que afirmó, “No aceptaremos un no por respuesta”.
En su país la población de elefantes es de unos 130.000 elefantes según el presidente, y ya ha enviado 8.000 a Angola. Por su parte, Alemania es el país de la Unión Europea que más trofeos de caza importa.
La organización alemana que defiende los derechos de los animales, PETA, apoya los planes de la Ministra Lemke de restringir y posiblemente prohibir la importación, calificando la caza mayor como “un pasatiempo de gente rica y hastiada que tiene más dinero que moral”. Y afirma que, “Las horrendas sumas que los cazadores aficionados gastan en un viaje de caza no terminan en la población pobre o en la administración de un parque nacional, sino casi exclusivamente en los bolsillos de los operadores turísticos y los propietarios de los cotos de caza”, dijo un portavoz de PETA al portal POLITICO.
La propuesta de PETA – cómodamente instalada en Berlín – es que Botswana debería prohibir por completo la caza mayor y, en su lugar, depender del turismo fotográfico para generar ingresos, señalando que los animales vivos harían más por la imagen del país. Situación que debe ser similar a la de promocionar el consumo de cerveza sin alcohol…
El presidente de Botswana ofrece una visión menos romántica de los elefantes – aunque no exenta de exageración – al afirmar que las manadas pisotean a la gente hasta matarla, las cosechas son destruidas y las aldeas son devastadas por su acción. No obstante, su país hace más “que cualquier otro país del mundo en materia de protección animal”, subrayó, añadiendo que una medida para prohibir la importación de trofeos empeoraría la pobreza.
La Asociación Alemana para el Bienestar Animal calificó los planes del gobierno como “muy retrasados” y compartió un informe de 2022, que sostiene que tales cacerías, de hecho, exacerban las desigualdades existentes dentro de la sociedad en lugar de disminuirlas.
La misma discusión se ha entablado en torno a la posibilidad de vender marfil, cuyo comercio está totalmente prohibido.