jueves 26 de diciembre de 2024
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Antonio Costa y el sueño europeo

Paula Fernández

Lisboa, 1 abr (EFE).- António Costa es un ‘animal político’. Es la definición más ajustada para un hombre que durante años ha demostrado su astucia y sus dotes de hábil negociador, capaz de maniobrar con éxito en los escenarios más adversos y que ahora abandona, al menos de momento, el tablero político.

Sale por decisión propia, ensombrecido por una investigación de la Fiscalía en su contra que lo llevó a dimitir, pero deja la sensación de que, si se aclara el caso judicial, volverá para perseguir sus aspiraciones europeas.

Sería la enésima maniobra de alguien que ha sido casi todo en política y que prácticamente no conoce la derrota en este campo, con un fin dictado no por sus rivales en las urnas sino por una cuestionada investigación judicial.

 

Política desde la cuna

António Luís Santos da Costa (Lisboa, 1961) bebió la política en su infancia, hijo de una periodista feminista y de un escritor comunista originario de la excolonia lusa de Goa (la India).

Cuando tenía 12 años, la dictadura cayó y el curso siguiente decidió tomar sólo a un par de asignaturas y pasar el resto del tiempo en la calle para vivir la Revolución.

“Fue el año que más aprendí”, confesó en 2022 en un pódcast del semanario Expresso, en el que explicó que en esa época participó en su primera manifestación socialista, pese a que el padre era militante comunista.

Al Costa adolescente, que había recibido una educación totalmente laica, no le gustó el aire “casi religioso” que sintió en un mitin comunista y se identificó más con los valores socialistas. Con 14 años se afilió a sus juventudes y ya pegaba carteles.

Estudió Derecho y fue alumno del actual presidente luso, el conservador Marcelo Rebelo de Sousa, que le puso la nota más alta que recibió en toda la carrera (17 sobre 20).

Se estrenó como abogado en el despacho del expresidente Jorge Sampaio, apadrinado por los grandes del socialismo portugués, como António Guterres y Mário Soares, y desde donde lanzaría su carrera política.

Admirador de Winston Churchill y Mijaíl Gorbachov, fue ministro con Guterres y José Sócrates, hasta que llegó su gran momento en 2007, cuando sacó el hábil negociador que lleva dentro para recuperar el Ayuntamiento de Lisboa para los socialistas tras pactar con la izquierda.

Esta maniobra, una premonición de lo que haría años después a nivel nacional, le dio más fama dentro del partido, que lo encumbró a secretario general en 2014.

La astucia de hacer un ‘apaño’

En 2015 quedó segundo en las elecciones por detrás del entonces primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, pero echó mano de su astucia y de sus dotes de negociador para lograr lo que nadie había conseguido en 40 años de democracia: cerrar acuerdos con el resto de la izquierda para que apoyasen un Gobierno socialista.

La solución fue tan inesperada que sus rivales la bautizaron como ‘geringonça’, algo así como un ‘apaño’ o ‘chapuza’.

El ‘apaño’ duró y Costa aguantó los cuatro años de legislatura, hasta que tras las elecciones de 2019 pidió el divorcio para gobernar en minoría.

Le funcionó medio mandato, pero no consiguió sacar adelante los Presupuestos para 2022 porque ambos lados se cerraron en banda y se convocaron nuevos comicios.

Podría haberle salido caro, pero una vez más Costa fue más listo que el resto: Agitó el fantasma del auge de la ultraderecha y el peligro de que los conservadores pactasen con ella y acabó con una mayoría absoluta histórica.

Ese mandato, que se presentaba como el más tranquilo, fue el más convulso, con más de una docena de dimisiones en su Gobierno, muchas envueltas en escándalos e incluso procesos judiciales, hasta que en noviembre de 2023 llegó la última: la suya.

El anuncio de la Fiscalía de que lo investigaba en un caso de irregularidades para beneficiar a empresas, del que todavía poco se sabe y sigue sin haber acusación, precipitó su renuncia.

Política desde la grada

Con el traspaso al nuevo Gobierno este martes, Costa pasa a ver la política desde la grada, como explicó el 10 de marzo después de votar en las legislativas.

“Tengo un poco la sensación del jugador que pasa a ser aficionado”, dijo este benfiquista, quien recordó los partidos que vio sentado con el histórico futbolista Eusébio.

Nadie espera que, si consigue aclarar el caso judicial que acabó con él, Costa permanezca en la grada, y una futura candidatura a presidir el Consejo Europeo suena desde hace años.

Por ahora, ha decidido cómo llenar sus días. Mientras la política espera, Costa ha vuelto a la universidad con 63 años para estudiar un posgrado. EFE

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