I. Es posible que el dilema que se le presenta a Milei gira entre los imperativos del realismo político que repele todo tipo de dogma y su fe ideológica de anarco capitalista, o como mejor lo quiera llamar, que lo transforma en una suerte de predicador decididos a iniciarnos a los argentinos en las delicias de la buena nueva. No sé cómo va a manejar esa contradicción, aunque por ahora pareciera que la contradicción lo maneja a él. Sus votantes más aguerridos cantan loas al Milei vocero de estas singulares pastorales, mientras que sus votantes más pragmáticos, aquellos que lo votaron en la segunda vuelta, prefieren al Milei “práctico, al Milei que de alguna manera traiciona sus promesas electorales más radicalizadas o se resigna ante los duros rigores de la política. Raro. El Milei que despierta esperanzas en millones de votantes es el que no estaría dispuesto a tomarse en serio sus certezas ideológicas. Se sabe que los votantes como los poetas piensan a través de imágenes, con la diferencia de que los poetas lo hacen de manera deliberada, mientras que los votantes se dejan llevar por las impresiones o por lo que quieren creer, motivo por el cual no sería descabellado suponer que estos votantes de Milei han idealizado un candidato del que correspondería advertir en la primera página que cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
II. No soy profeta, ni oráculo y no creo en los horóscopos. Como todos los argentinos, participo de la incertidumbre de estos tiempos, esa espesa neblina política que se despliega delante de nuestros ojos y nos impide ver más allá del presente. No sé si Milei hará un buen gobierno o nos precipitará al desastre, pero por ahora me alcanza con saber que del actual descalabro social y político de la Argentina él no es responsable, o no es el principal responsable. Por lo menos por ahora no lo es. Desde hace años escucho a voceros políticos que ante la emergencia de una crisis nos advierten con tono severo que ha llegado la hora de pagar la fiesta. Pasarle esa factura a un trabajador, a un pobre o a un jubilado, es un chiste o un acto de mala fe. Seguramente hubo fiesta y seguramente hay que pagarla. Pero no es justo que la paguen los que no estuvieron invitados al agasajo. ¿Y de qué fiesta hablamos? Por lo pronto, la que tenemos más a mano es la que celebró Sergio Massa y sus compañeros en los últimos quince meses. Para estos menesteres los peronistas son mandados a hacer. Fiesta, orgía o bacanal, lo mismo da. Después, si te he visto no me acuerdo. Los problemas de la Argentina no son nuevos, pero convengamos que la gestión peronista de Massa precipitó un final a toda orquesta. Yo no sé si Milei va a pagar los platos rotos, pero dos verdades me asisten: no tiene muy en claro quiénes deben pagar, mientras que los peronistas se salen de la vaina para hacerlo responsable del desastre. De hecho, este miércoles protagonizaron el primer ensayo de orquesta. El ensayo destituyente del miércoles, sus principales protagonistas, me recordaban aquella escena siciliana en la que rufianes, gigolos, macró, mafiosos, marchaban en procesión con candelabros y elevando oraciones al cielo para que se sancionen a los propiciadores de los pecados de la carne.
III. En lo personal, el DNU y la denominada ley ómnibus no me gustan. Tengo derecho a decir que me cae mal, pero al gobierno le asiste el derecho de presentarla. Si los libros que leí alrededor de la democracia no me engañan, este partido se juega con estas reglas. Como a millones de argentinos, el debate legislativo nos confunde, nos aburre y me temo que a veces no entendemos lo más importante. Importa saber que de todos modos las iniciativas del gobierno se discuten. La oposición salvaje y la oposición moderada. Dicho en términos más académicos: las instituciones están funcionando. Hay comisiones, hay debate, hay acuerdos y disidencias, hay despachos y hasta hay horarios. El partido aún no terminó, pero lo cierto es que se está jugando cumpliendo con las disposiciones del reglamento. Los diputados no han ahorrado adjetivos contra sus oponentes; han abundado las reuniones reservadas y se han hecho promesas de dudoso cumplimiento. Con estas virtudes y defectos funcionan todos los parlamentos democráticos. Ahora bien: ¿Por qué a los compañeros de la CGT se les ocurrió intervenir en este juego con un paro nacional con movilización callejera? La respuesta de los peronistas en estos casos es un clásico de la farsa: reside en la Casa Rosada un gobierno vendepatria y gorila. Y sanseacabó. Todo lo que podamos hacer para derrocarlo está permitido. Patria o muerte. Así lo hicimos con Frondizi, con Illia, con Alfonsín, con De la Rúa y con Macri, ¿Por qué no lo vamos a hacer con el gorila de Milei? Es más: Milei dispondrá de un singular privilegio. Los paros declarados a los anteriores presidente gorilas llegaron después de cien días en el gobierno. A Milei se lo hicieron antes de cumplir los cincuenta días. Todo un honor. En todos los casos el objetivo es el mismo: la renuncia y el helicóptero. ¿Qué viene después? No lo saben y no les importa saberlo. No tiene programas, no tiene ideas, no tiene propuestas. Solo disponen de la insaciable sed de poder. Lo demás, se arregla sobre la marcha.
IV. No me gustó el discurso de Milei en Davos. Ya lo escribí antes, pero vuelvo a escribirlo ahora. No me gustó lo que leyó y como lo leyó. Una sola virtud podría reconocerle: cree en lo que dice. A mi leal entender lo que dice es un disparate, pero él cree en ese disparate. Milei al respecto me recuerda a nuestros trotskistas criollos que reivindican una revolución socialista que no existió en ninguna parte. Él por su parte reivindica una prosperidad burguesa a través de un orden político y un régimen económico que tampoco existió en ninguna parte del mundo. ¿O alguien supone que en EEUU, Inglaterra, Alemania, Francia, para mencionar a las naciones burguesas más desarrolladas, hay un estado mínimo? Interrogantes como estos se han debatido hasta el cansancio en el mundo académico, pero lo singular de esta coyuntura es que ahora el debate en estos pagos no es solamente académico, ahora los argentinos corremos el riesgo de ser los conejitos de ensayo de estas utopías de extrema derecha. Una vez más opondré a estos cantos de sirena mi vocación centrista y reformista. No conozco sociedades que no hayan progresado sin estos requisitos alejados de utopías y delirios; de pretensiones fundacionales o milagros,. Coaliciones, consensos; ideas claras y realizables; y clases dirigentes con autoridad moral y política. Es lo que hace falta. Ya sé que es mucho pedir, pero ya que es necesario hacerlo, pidamos que se haga aquello que tal ver no sea perfecto, pero es lo más posible y justo que podemos proponernos en esta etapa histórica y en este mundo que nos tocó vivir.
Publicado en El Litoral