Había nacido en Pergamino, provincia de Buenos Aires, cuando empezaba el siglo. Hijo de inmigrantes italianos que trabajaban en el campo.
Recibido de médico, se trasladó a Cruz del Eje, una pequeña localidad del norte de Córdoba, donde formó su familia y transcurrió buena parte de su vida.
Honesto y austero
Pese a sus diferencias, pertenecía a esa clase de hombres políticos de la escuela de Elpidio González, Amadeo Sabattini y Santiago del Castillo.
La ética, la honestidad estricta, la austeridad en la vida pública y privada era, para ellos, algo más que declamación, norma de conducta que practicaban con naturalidad.
Alguien dijo que sólo les faltaba hacer votos de castidad (creo que don Elpidio los había hecho).
Porque el de “pobreza y disciplina” se reflejaba, más que en las formas, en su estilo de vida.
Illia formaba parte de esa escuela. Desempeñó diversas funciones públicas, -diputado provincial y nacional, vicegobernador de Córdoba, presidente de la Nación- lo acusaron de muchas cosas.
Pero nunca nadie puso en duda su honradez, llevada al extremo de la escrupulosidad.
En tiempos que le tocó desempeñar la Presidencia, dicen que se quedaba a dormir en la Casa de Gobierno, porque los traslados continuos a Olivos eran muy costosos. Antes de retirarse a descansar recorría los distintos salones, apagando las luces.
Devolvía puntualmente todos los años los fondos destinados a “gastos reservados”, sin distraer un solo peso.
Después de ser derrocado por un golpe cívico militar, se negó a aceptar una abultada pensión graciable que le concediera el gobierno de facto.
No tenía bienes, vivía en la casa de su hermano, un tiempo lo hizo en una pieza de hotel que le facilitara gratuitamente su dueño.
Recorría el país parando en casas de correligionarios o allegados.
En una de esas oportunidades tuve ocasión de conocerlo personalmente y conversar con él, dándome cuenta que, en materia intelectual, nada tenía en común con la imagen que le creaban ciertos medios “formadores de opinión”
Falleció a los 83 años, internado en la clínica de un médico amigo.
La tregua democrática
Fue electo Presidente con un 25% aproximado de votos, aunque lo ratificó el Colegio Electoral por amplia mayoría.
Su gobierno fue un intervalo democrático, entre dictaduras y golpes militares.
Se levantó el estado de sitio y se liberó a los presos por razones políticas.
Se derogaron y dejaron sin efecto las normas represivas y las cláusulas que proscribían u obstaculizaban las expresiones políticas, en especial el Peronismo y el Comunismo.
Se restableció la libertad de expresión y la vigencia plena del estado de derecho y las libertades públicas, como nunca se habían conocido desde muchos años atrás.
El peronismo pudo organizarse como partido y participar sin trabas en las elecciones.
Que llegó a ganar en distritos importantes.
Crecimiento a “tasas chinas”
Hoy día, que tanto se habla del crecimiento a “tasas chinas”, y nos entusiasmamos si la economía aumenta un 1 o 2% hay que recordar la época de Illia: en 1963 el Producto Bruto Interno tuvo un saldo negativo de -2%.
En 1964, en cambio, creció un 10%.
En 1965 un 9,2%.
En 1966, los primeros seis meses- lo que duró el gobierno de Illia- el crecimiento superaba el 5%, posiblemente llegaría al 10% a fin de año.
Es decir, un crecimiento de cerca de 25% en menos de tres años.
Y no era solamente que se hubieran obtenido buenas cosechas: la producción de hierro y acero se incrementó en un 70%, sobrepasando en 1964 el millón de toneladas.
Fue la primera vez en la historia que la deuda externa disminuyó drásticamente: en 1963 alcanzaba U$S 3.400 millones.
En 1966 U$S 2.600. Es decir U$S 800 millones menos
La desocupación alcanzaba el 8% en 1963
En 1966 era del 5,2%. Tasas parecidas a las que hoy ostentan Japón o Suecia.
Educación y universidad
El porcentaje destinado a educación era, en el tiempo de Illlia, de los más altos de la historia: superaba el 25%.
Yo era estudiante en ese entonces: teníamos comedor universitario a bajos precios, incluso gratis si uno trabajaba de mozo, residencias estudiantiles y obra social médica y odontológica.
Regían en plenitud los principios de la Reforma Universitaria (autonomía, con gobierno, libertad de cátedra).
La Universidad argentina, respetada en su autonomía, llegó a los niveles más altos de calidad y excelencia.
En la Facultad de Ciencias Exactas de Buenos Aires, se había creado la primera computadora de Latinoamérica, y una de las primeras del mundo, la famosa “Clementina”.
Todo eso terminó cuando el gobierno de Onganía intervino las universidades, provocando la famosa “noche de los bastones largos”.
Paradójicamente, la mayoría de los profesores e investigadores a los que se echó de la Universidad acusado de agitadores “comunistas”, fueron contratados por universidades norteamericanas…
Argentina y el mundo
Cuando voltearon a Illia, la proclama militar hablaba de “la dignidad internacional comprometida”
Por el contrario, en aquellos años, una laboriosa tarea diplomática, encabezada por el canciller Zavala Ortiz logró, en 1965, el éxito espectacular de la Resolución 2065 de las Naciones Unidas, por medio de la cual se instaba a la Argentina y el Reino Unido a negociar la soberanía de las Islas Malvinas “en el marco del proceso de descolonización”, iniciado después de la Segunda Guerra Mundial.
En 1964 ganaron las elecciones en Inglaterra los laboristas, fue primer ministro Harold Wilson. Ellos querían ir desprendiéndose de a poco de los restos de su imperio colonial, sobre todo aquellos que no les daban beneficios. Pero tampoco querían abandonar completamente a su suerte a los isleños, los “kelpers”. Se inició una negociación bilateral acentuando la presencia argentina en las Islas Malvinas, las que culminarían con un traspaso formal de soberanía en 1969.
Proceso que se frustró con el golpe militar de 1966: los ingleses invocaron no poder dejar a los habitantes de las islas a merced de una dictadura militar, todo volvió a fojas cero.
Se ponderó también, la actitud prudente y mesurada del presidente Illia cuando evitó un posible conflicto armado con Chile que intentaban fogonear gendarmes argentinos y carabineros chilenos, así como grupos belicistas de derecha, a uno y otro lado de la cordillera. Seguramente con la intención de crear problemas a los entonces gobiernos democráticos de Illia y Eduardo Frei.
En momentos que aún regía en el mundo la “guerra fría”, el gobierno de Illia fue el primero en romper las barreras ideológicas, abriendo una vía comercial con la República Popular China, a la que se vendieron trigo y carne.
Argentina cumplió un rol relevante en aquellos años como vocero de los países en vías de desarrollo en trascendentales eventos como las reuniones de Alta Gracia y Ginebra.
Visitaron el país entre otros grandes personalidades como el rey Balduino de Bélgica; el canciller de Alemania Heinrich Luebke; el entonces Sha de Irán y el presidente de Francia Charles de Gaulle.
Historia de la “Tortuga”
Illia rehuía toda espectacularidad. Cuando joven hizo un viaje a Alemania, en pleno auge del nazismo. Presenció algunas concentraciones y volvió impresionado, y con decidido rechazo a tales actos histriónicos.
Sus discursos eran pausados, monocordes sin levantar la voz.
Hasta un tanto tediosos si se quiere.
No generaban euforia, ni adhesiones entusiastas.
Ni siquiera dejaba don Arturo que se hiciera excesiva publicidad a las realizaciones de su gobierno.
Al punto que su secretario de Prensa le presentó la renuncia-que no fue aceptada- porque, decía, no tenía trabajo
Tal modalidad, impulsó una agresiva, hábil y despiadada campaña periodística y publicitaria en su contra, contribuyendo a crear en la opinión pública la imagen de un gobierno débil, irresoluto e ineficiente.
Era clásica la imagen del presidente, retratado caricaturescamente con una paloma en la cabeza, o en forma de “tortuga”.
El papel principal le cupo a una revista de gran tirada llamada “Primera Plana”.
Había sido creada por Jacobo Timerman y la conformaba un staff de periodistas e intelectuales brillantes: Mariano Grondona; Osiris Troiani; Ramiro de Casasbellas; Tomás Eloy Martínez, entre otros.
Contribuyeron eficazmente a crear el clima que culminara con el golpe de estado de junio de 1966.
Muchos se arrepintieron a posteriori.
Jacobo Timerman, por ejemplo, años después detenido ilegalmente en 1977 por la dictadura, torturado y deportado acusado de “judío sionista”, víctima de la arbitrariedad y la violencia que él mismo contribuyera a crear.