El dictador chavista cedió la omnipresencia del Estado para apostar por una dolarización marginal, producto del colapso en que terminaron las iniciales reformas y la posterior desaparición de las instituciones republicanas que alguna vez tuvo el país.
El triunfo de Javier Milei en la Argentina no pasó desapercibido para el dictador Nicolás Maduro en Venezuela. Desde el 10 de diciembre el líder del chavismo aprovechó varias oportunidades para expresar su desacuerdo con las reformas, el Decreto de Necesidad y Urgencia y los protocolos antipiquetes que impulsa el gobierno libertario. En Caracas no invocaron la muletilla de no injerencia en asuntos internos de terceros países, y lejos de hacer comentarios diplomáticos, mantuvieron un tono plagado de acusaciones e insultos.
“Ganó una ultraderecha neonazi que viene con un proyecto colonial para Argentina y que pretenden liderarlo para el resto de América Latina”, comentó Maduro a la noche del 11 de diciembre, prácticamente 24 horas después de las elecciones.
De entrada, el dictador quiso ligar la ideología libertaria y sus propuestas nada menos que con dictadores como Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet.
En la previa de Navidad, poco después de la primera marcha que convocaron movimientos sociales y sectores del Frente de Izquierda en el microcentro porteño. Hubo un fuerte despliegue de la Policía Federal y la Policía de la Ciudad, que finalmente no pudieron evitar que la gente caminara por la calle y terminase finalmente concentrada en Plaza de Mayo. Los costos del operativo, anunció el ministerio de Seguridad, correrán por parte de los organizadores, que tendrán que abonar alrededor de 60 millones de pesos, sin que se sepa mucho sobre los plazos o cómo dividirían el monto.
“En la Argentina de Milei hay una doctrina de seguridad traída de los manuales represivos de Israel y Estados Unidos para reprimir al pueblo, someterlo a paquetes neoliberales y entregar la soberanía”, consideró Maduro.
Y una vez más, en la última semana del año, el dictador volvió a dedicarle unos minutos a Milei, con quien dice estar en las antípodas con respecto a cómo manejar los destinos de un país y administrar una crisis.
”Fíjense el desastre de la Argentina. ¿Se han dado cuenta la locura? Un decreto dictatorial del presidente neonazi de ultraderecha de la Argentina, eliminando todos los derechos del pueblo, acabando con la soberanía económica de la Argentina”, tiró Maduro, que aprovechó la ocasión para criticar a Estados Unidos. “En Venezuela le decimos a los progringos, pitiyankis, a la ultraderecha: no han podido ni podrán”.
Milei en silencio, Maduro dolarizado
Pese a la insistencia de Maduro, Milei no le ha dedicado tiempo en sus discursos para responderle. Únicamente tocó el tema el 10 de diciembre, durante su discurso de espaldas al Congreso.
“La propuesta progresista de emisión de dinero derivará en una hiperinflación que llevará al país a la peor crisis de su historia, una espiral decadente que nos equiparará a la oscuridad de la Venezuela de Chávez y Maduro”.
Desde entonces el libertario no volvió a mencionar el tema. Eso sí, no invitó a ningún diplomático chavista a Buenos Aires el 10 de diciembre, ni piensa nombrar embajadores argentinos en Venezuela, Cuba ni Nicaragua, países con los que no ha roto relaciones bilaterales, pero que mantendrá lejos de su política internacional.
El chavismo, primero con Chávez, y después durante los primeros seis años de Maduro en el poder, se caracterizó por un control casi exclusivo del Estado en el manejo de los servicios públicos, los medios de producción, distribución y venta de alimentos y bienes básicos. Aun con las reservas de petróleo más grandes del mundo, debido a la corrupción, el narcotráfico y el haber despedido a trabajadores calificados de empresas públicas, derivó en una crisis que conllevó a hiperinflación, escasez de comida y medicinas y destrucción de infraestructura.
Paralelamente la dictadura destinó los recursos que tenía a sofisticar sus aparatos de inteligencia y contrainteligencia, tanto civiles como militares, para perseguir, encarcelar, torturar y asesinar disidentes. No solo de partidos políticos o movimientos estudiantiles, también gremiales, sindicales, docentes, y también a jubilados.
Agobiados por la crisis interna y el aislamiento al que funcionarios y jerarcas chavistas se vieron sometidos por sanciones internacionales, Maduro dio un giro de 180 grados en lo económico: sustituyó fácticamente la moneda local por el dólar, liberó importaciones eliminando aranceles, y si bien ahora no faltan productos en las góndolas, muchos tienen precios inalcanzables para muchos trabajadores, con salarios que rondan entre 300 y 400 dólares, con los cuales deben enfrentar inflación en moneda extranjera en medio de las informalidades con que se ejecutaron los cambios. La administración pública mantiene sus salarios en moneda local, al igual que jubilados y pensionados, que no llegan en muchos casos ni a 100 dólares.
Al igual que en la Argentina, Venezuela contó en su momento con salud y educación —incluida la universitaria— pública y gratuita. Esos servicios, si bien no están formalmente cerrados, trabajan al mínimo de su capacidad, sin poder atender apenas las demandas de la población. Así, es común que docentes hayan cambiado las aulas por el comercio informal —de comida casera, o clases particulares— o que en centros de salud, por falta de insumos, sean los pacientes los que deban comprar y llevar los materiales para que los atiendan.
El Estado y la Constitución para ir por todo
Para haber logrado acumular tanto poder y permanecer 25 años en el poder, el chavismo aún hoy se vale del uso de la fuerza. No en vano sus principales jerarcas son investigados por crímenes de lesa humanidad por parte de la Corte Penal Internacional. Pero antes de que eso fuera necesario, primero con Chávez y después con Maduro, construyeron un sistema populista que fortaleció la figura del Presidente por sobre el resto de las instituciones republicanas, incluidos el Congreso y la Corte Suprema.
Basado en la legitimidad que otorga el voto popular, al ganar su primera elección, Chávez convocó una Asamblea Constituyente y logró reformar la Constitución. Así, modificó el Congreso, que pasó de ser bicameral a unicameral —además se renueva íntegramente, no parcialmente ni a medio término— para aumentar el periodo presidencial e incluir lo que se denomina “Ley Habilitante”, una figura similar a los Decretos de Necesidad y Urgencia en la Argentina.
Una vez que el chavismo contó con mayorías en el Congreso, en paralelo con leyes habilitantes, logró designar como quiso a magistrados de la Corte Suprema, que perdieron su independencia y pasaron a seguir instrucciones del Ejecutivo.
En 2007, cuando Chávez quiso volver a reformar su propia Constitución para acelerar hacia un “Estado Socialista” con reelección indefinida, tuvo su única derrota en vida en las urnas. En los dos años siguientes ejecutó muchas de las reformas vía Leyes Habilitantes, y tomó revancha con un referendo de carácter plebiscitario para agregar, ahora sí, su reelección indefinida.
Fueron los caminos elegidos por el chavismo para que otros partidos políticos, ideas e instituciones no pudieran frenar unos cambios con tono fundamentalista que buscaba acabar, no solo en lo legal sino en lo narrativo, con todo lo anteriormente consensuado y edificado del país. Que además debía ser rápido, pues no debía perderse tiempo en enredaderas institucionales.