Buenos Aires, 15 de Junio de 2018
Querido Lionel:
Tengo que decirte que estoy muy sorprendida por lo que sucedió: casi al mismo tiempo que me empezaron a publicar estas cartas en un portal de noticias políticas, que busca notas de color para cubrir el mundial y que significan mi única y verdadera oportunidad de que las leas, a vos se te ocurrió ¡escribir! y ¡publicar! columnas de opinión en La Nación. Pero, ¿qué disparate es este? Por un momento sentí que me estabas contestando. Pero no, ¿no?
Es insólita tu decisión. El tiempo que lleva escribir. Ni siquiera digo escribir. ¡Pensar! El tiempo que lleva pensar, y vos a punto de debutar en una copa del mundo. Después leí entrelíneas y te noté demasiado autorreflexivo sin llegar a magnificar una verdadera literatura del yo. Esas oraciones cortas con sujeto y predicado son repugnantes. Tan uno a uno con tu supuesta falta de expresividad. Tan distantes de tu verdadero ritmo. ¿Cómo un tipo delicioso como vos, que hace de un juego grotesco un arte, va a ceñirse a un manual de estilo de hombre simple y desescolarizado para hablarle al mundo de sus memorias interiores? No quiero oír tu voz si tu voz es así. Publicás vos y publico yo. Soportamos una audiencia despareja, y la ausencia total de intimidad. Yo me estoy jugando todo para que lleguemos a la final. Vos deberías estar haciendo lo mismo, no escribiendo columnas en La Nación. Tu primera persona no es mi primera persona porque yo te escribo a vos. Igual me agrada que hayas entrado en mi juego. Al menos que hayas contratado el espacio y un ghostwriter para dar señales.
Te escribo esta carta mientras veo a tu amigo Suárez jugar el mundial. Mi perro “Messi” (así le puso Leonel cuando eran un chiquito y un cachorrito respectivamente) le ladra a la tele porque hay un sonido extraño, destartalado y chispeante en la transmisión y le hace mal a su tímpano perruno. No sé qué clase de onda satelital me trae el partido de Uruguay hasta mi tele pero seguramente no está funcionando como los rusos quieren. Tampoco puedo asegurarte si los satélites que me distribuyen a mí son rusos, pero por la calidad de la transmisión me parece que sí. La carrera espacial que perdieron sumada a todo lo que vino después (a la Perestroika, en realidad) les terminó sacando toda la competitividad. Siempre supimos que ofrecerles mercado a los rusos era una trampa fabulosa. La Perestroika les quitó misterio y con eso perdieron la arrogancia del secreto. Vos eso lo manejás muy bien con tu silencio tan bien llevado. Por eso, nunca subas el volumen de la voz ni digas cosas inteligentes, pero tampoco digas burradas. No digas nada.
La primera mujer que fue al espacio fue una rusa. Valentina Tereschkova. Hoy se cumplen 55 años de esa hazaña. Todavía vive. Es una de las personas más importantes de la historia mundial pero acá no la conocemos tanto. Tuvo que aparearse con su marido cosmonauta por orden de los científicos que perpetraban la guerra fría contra Estados Unidos. Les ordenaron fornicar y preñarse antes de subir al espacio. Querían ver si por ser concebido en el espacio sideral el niño ya era extraterrestre y si era extraterrestre tal vez volvía con tres manos o cinco ojos. No les quedó otra que cumplir. Así fue como engendraron una preciosa niña humana que fue conocida como “la niña estelar”, un rudimento experimental del Soviet. De vos se dice lo mismo, que sos de otro planeta, “un fuera de órbita”, nuestro eterno niño estelar. Lo que te quiero decir con esto es que hay misiones mucho más rebuscadas que la tuya. Vos entenderás.
Me preocupa que mañana continúe ese silbido de hojalata en la transmisión, (¿o es un ruido de fondo de la hinchada?), me preocupa que “Messi” se aturda y no nos deje escucharte. Yo te escucho cuando jugás. Como no sé leer fútbol, trato de escucharlo. Por añadidura profesional, soy una gran lectora, innata lectora, pero también entrenada. Con el fútbol, sin embargo, nunca pude. Nunca pude hacer las operaciones de síntesis, ni de anticipación, ni de metaforización (metáfora es como cuando te dicen saeta rubia o barrilete cósmico) que hacen todos los que ven fútbol. No entiendo las distancias, no me figuro la velocidad, ni la proeza del efecto en el tiro de la pelota. Tampoco puedo interpretar lo malicioso o lo accidental en una infracción. No le veo la gracia cinética de los atletas, tal vez la tuya sí. El torso disociado de las piernas, la cintura elástica, el eje siempre en diagonal. Esta deficiencia que tengo debe ser porque nunca jugué a ningún deporte. Nunca estuve lo suficientemente motivada. Sí me motivan los libros. Ya te contaré cuando tengas tiempo. Te escucho jugar y estás siempre afinado, vibrante y sensual como una estrella de rock.
Mañana tengo el dilema de hacer Uber por la mañana como todos los sábados o quedarme con Leonel y Messi viendo el partido. Pero pueden significar 2000 pesos menos y los necesito. Entre las ocho y media y las nueve va a haber mucho movimiento. Como pasa en Nochebuena o en el Día de la Madre, la gente se traslada al mismo horario, casi todos tienen el mismo plan. Me gustan los brunchs, los descubrí de grande. Antes no existían. Los descubrí en una revista de cocina y me resultó una posibilidad escandalosa para mi glotonería. Pero no soy buena cocinando huevos. Mañana sería una linda oportunidad para comer un brunch mirando el partido con un hombre. Pero yo voy a estar con Leonel. Hoy cuando salga de la Mutual le voy a comprar papas fritas y sandwichs de miga. Coca. Como en un cumpleaños infantil. Podría escucharte jugar en el auto, esos truenos, esos vibratos de violín, llevar a todos los que pueda en su ansiedad mundialista. Una gran mañana para transportar entusiasmados del refriegue entre países, pero Leonel no tiene con quién verlo y está tan nervioso, pobre. Le falta la figura paterna de su padre. Le falta su padre, en realidad, hace años, desde siempre. Leonel no lo conoció y su padre tampoco conoció nunca a Leonel. Pero está vivo. Vive en Chile, y no va a mirar el mundial.
Cuidado mañana con los islandeses que, por lo que entiendo de principiantes, no tienen nada que perder. Cuidado con tus compañeros: son desprolijos buscando la gloria. Cuidado con Cristiano, le va a hacer tres goles a España. (Espero que me publiquen la carta antes del partido). Cuidate vos: todo puede desaparecer.
Tu hincha,
Vera Adami