El dilema en el que nos encontramos admite una metáfora de la geometría, la metáfora del triángulo. Un triángulo con un lado en la salud pública, otro en la economía, y el tercero en el funcionamiento pleno de las instituciones republicanas y las libertades democráticas. Los tres lados son cruciales y tienen influencia sobre los otros. Abusando de la generalización y buscando estilizar los hechos podemos decir que países como China optaron por los lados de la salud pública y de la economía con una fuerte restricción en el costado de las libertades y garantías individuales. Paises como el Reino Unido y los Estados Unidos en un primer momento subestimaron el lado de la Salud Pública y tuvieron que volver sobre sus pasos ante la expansión de la pandemia. Brasil es el único caso que persiste en esa visión con fuertes tensiones entre el Gobierno Federal y los Gobiernos Estaduales.
En nuestro país tras el enorme esfuerzo realizado por millones de argentinos en la etapa inicial de la cuarentena, aparece con toda crudeza el desafío de la salida. El análisis del triángulo irrumpe con toda pertinencia. Los éxitos iniciales del lado de la salud pública no se observan en el campo institucional y el económico. Una cierta subestimación inicial de la gravedad de la crisis económica unida a vacilaciones en la toma de decisiones y sobre todo, a mala praxis en el manejo de la delicadísima situación nos ha llevado a una incertidumbre inédita. Las medidas para ayudar a los sectores más desfavorecidos se implementan con una lentitud no compatible con la desesperación de los que se han quedado sin ingresos.
El aparato productivo de la Argentina cruje también frente a medidas que no llegan a ejecutarse. Nuestra fuerza se concentra en la equidad del reparto del esfuerzo y la férrea defensa del aparato productivo. Anticiparse a los problemas y mirar para adelante es prever las consecuencias catastróficas de no atender su situación. Si al llegar la salida de la pandemia, además del tremendo costo humano quedó arrasado el aparato productivo, la crisis tendrá consecuencias impredecibles. Cuando vuelvan las condiciones para producir, y ello sea más necesario que nunca, no tendremos con qué hacerlo. El tercer lado del triángulo es el funcionamiento de las instituciones y la vigencia de las libertades públicas. La demora inadmisible en encontrar un funcionamiento del Poder Legislativo priva al Estado no sólo de un mecanismo de control sino de un lugar institucional para canalizar propuestas alternativas para mejorar las políticas públicas.
La prolongada parálisis del Poder Judicial no tiene explicación. Las lógicas restricciones a la libertad de circulación no deben ser reemplazadas por una anomia que empieza a percibirse. La descentralización de las decisiones territoriales y sectoriales deben planificarse comprendiendo la fatiga que han provocado, pero sin poner en riesgo todo el esfuerzo realizado. Completan el cuadro de situación voces periféricas del oficialismo con propuestas de restricciones a la libertad de expresión justificadas en la emergencia. Las desmentidas suenan ambiguas y crean la sensación de globos de ensayo para medir reacciones. Creemos que la mejor herramienta es mas democracia y mejor funcionamiento institucional, y no menos.
Más opiniones y voces, y no menos. El diseño de salida de esta crisis inédita y en pleno desarrollo marcará fuertemente el mundo del futuro. Nada volverá a ser como en el pasado. Sobre las democracias presionan amenazas que no están solo afuera, en los enemigos externos sino en sí mismas, en la malversación de sus propios sistema de valores. El triangulo, entonces, no es solamente una herramienta para la observación de las políticas publicas actuales sino un instrumento para observar cuidadosamente las sociedades que vienen.
Publicado en Opinión CIudadana el 16 de mayo de 2020.