domingo 22 de diciembre de 2024
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La nueva grieta: salud y economía

En nuestro país, como en todos los países que está sufriendo la pandemia del COVID-19, ha comenzado a tomar fuerza el debate salud vs economía. 

El gobierno, en su primera etapa de la lucha contra el contagio masivo, ha recibido un fuerte apoyo a la medida de cuarentena total por parte de la ciudadanía. En ese sentido, su eslogan de cabecera “la economía puede esperar, la salud no” (o el más directo “preferible a que se pierdan algunos puntos del PBI a que se pierdan vidas”), ha resonado intuitivamente en la opinión pública casi sin encontrar opositores que se animaran a oponerse a semejante verdad del sentido común.

Hasta el momento, los únicos en reaccionar ante la cuarentena total, como no podía ser de otra manera, han sido los grandes empresarios que consideran a los problemas económicos que ella desatará más problemáticos que el efecto del coronavirus. No extraña que desde el gobierno nacional coincidan con el apelativo que utilizó el anterior mandatario, teóricamente en las antípodas ideológica para bautizar al establishment argentino. Para la administración Fernández, el Círculo Rojo ha comenzado una campaña para levantar la cuarentena, aunque mas no sea parcialmente (uno de sus integrantes la ha llamado “la prisión domiciliaría que todos los argentinos compartimos con la que tiene ahora Boudou”; aunque ciertamente, la mayoría de los argentinos no andamos con tobillera electrónica a cuestas). Simultáneamente, los Duros K han encontrado una nueva manera de hostigar a Alberto Fernández, acusándolo de ser demasiado “tibio” y condescendiente con el empresariado.

La cuestión es tremendamente compleja, como demuestra lo que sucede en países que envidiábamos por el nivel de sofisticación de sus Estados, y por lo aceitado de sus sistemas políticos. A pesar de todos los avances tecnológicos y nuestros satélites oteando en los confines de nuestro sistema planetario, los gobiernos occidentales han terminado usando el recurso más arcaico contra las pestes: el obligar a la población a quedarse en sus casas.

Obviamente, esto no tenía un efecto inmediato en una economía estancada como la de la Edad Media, pero para el sistema capitalista global, necesitado del incremento incesante de los flujos de inversiones (y que en los últimos años ya venía flojo) lo que sucede, de mantenerse, es simplemente una jugada de jaque mate.

Si la crisis de las hipotecas subprime generó una oleada de recesiones mundiales, ella en comparación con el parate generalizado del consumo y de la producción de occidente, ya empieza a ser recordada como un simple tropezón, frente al abismo de la crisis global que está produciendo un infinitesimal microrganismo.

Ni Carlos Marx, en sus días revolucionarios más afiebrados, imagino que el capitalismo iba a ser jaqueado simultáneamente por una crisis de su consumo y por una crisis de su producción. Y esto impide que las recetas de arrojar dinero por el helicóptero (en realidad, ahora un delivery electrónico a la tarjeta bancaria) ya baste para reactivar a la economía. Si los empleados se quedan en sus casas, no hay nadie que produzca, y no hay forma de que ese dinero vaya al consumo reactivante de la producción. Cada uno de sus ciudadanos pasan a experimentar el destino del Rey Midas -en una democratización negativa- lo que no puede sino empezar como desabastecimiento y terminar en una hiperinflación.

En América Latina, ni siquiera tenemos esas posibilidades, endeudados como estamos, con todos los ingresos llevados casi a cero (salvo los del comercio internacional). Si llega a ser necesario que se extienda, la única manera de ser procesada la cuarentena económicamente es con una economía de racionamiento, dado que lo único que se consume es en los supermercados y en la farmacia. La economía de la cuarentena, en el mediano plazo es peor que una economía de guerra (ya que, en la guerra tradicional, mujeres, ancianos y niños quedaban en las ciudades, consumiendo y tomando los puestos productivos de los que habían marchado al frente de batalla. La economía de la cuarentena (pese al E commerce y a los robots en las industrias) se parece más a la economía de un campo de concentración, haciendo la salvedad que casi todos estamos dentro del campo de concentración.

Obviamente, los estragos económicos si la cuarentena persiste pasarán a ser considerados por muchos de los no infectados y victimas del parate, peor que los causados por el coronavirus. Se comenzará a hablar de las muertes por accidente de tránsito (aunque como beneficio colateral de la cuarentena de 20 diarias han pasado a reducirse casi a cero), por obesidad o por suicidio. Encima, de seguir dándose, el éxito inicial de la cuarentena puede serle contraproducente al Gobierno, al reportar pocos fallecidos y comenzar a preguntarse muchos, si era necesaria semejante decisión.

El debate entre epidemiólogos y economistas será utilizado por cada uno de los bandos en pugna, y en realidad, como siempre que chocan valores contrapuestos, la decisión será política -porque para ella se inventó-. Obviamente, la cuestión quedaría saldada en poco tiempo si se descubre vacuna o cura eficiente para el virus. Si no, todo lo que queda ante el aumento del contagio es aplanar su curva de crecimiento en simultaneo a ampliar las capacidades hospitalarias para atender a los casos que necesitan internación. Lo cual, conspira contra la rápida autoinmunización contra el virus (si es que previene su reinfectación y no muta constantemente, cosa que todavía tampoco sabemos).

La vía intermedia demanda de un Estado Inteligente que detecte y aísle adecuadamente tanto a la población de riesgo como a los potenciales contagiados, utilizando BIG DATA, geolocalización y poder de policía. Todos recursos que ya están inventados (utilizados, por ejemplo, por China y Corea del Sur), pero que parecen de ciencia ficción cuando vemos que aquí el Estado no puede organizar eficientemente el cobro de jubilaciones o la compra de fideos para guiso.

Dado que la Argentina, gracias a la decisión del Presidente, ha ganado un par de meses frente a lo que sucede en Europa, un dato insoslayable para tomar la decisión de levantar la cuarentena será lo que suceda en los países que empiezan a hacerlo, por caso Austria y Dinamarca, y obviamente España e Italia. Si tiene éxito esa apertura gradual será un ejemplo. Si caen esos países en una reinfectación, deberá persistir la cuarentena. Y ahí realmente estaremos en problemas. Y no servirá de mucho el consuelo que a los países más poderosos le estará sucediendo exactamente lo mismo que a nosotros.

Publicado en 7Miradas el 9 de abril de 2020.

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