Ernesto Sammartino nació en Ramallo el 4 de enero de 1902 y murió en Buenos Aires el 7 de enero de 1979. Tras recibirse de abogado se trasladó a Paraná, donde comenzó su participación política en el radicalismo, en el que ejerció numerosas responsabilidades.
En la década del 30 fue solidario con la República Española contra el falangismo franquista. Escritor y periodista, llegó a ser director de El Diario de Paraná y de otros periódicos. A los 31 años formó parte del brillante cuerpo de convencionales que reformó la Constitución de Entre Ríos en 1933. Sammartino propuso y obtuvo la inclusión del sufragio femenino, avance que lamentablemente no fue reglamentado en ese momento por la Legislatura.
Entre 1936 y 1940 ocupó una banca en la Cámara de Diputados de la Nación, electo por la provincia de Entre Ríos. Volvió a ejercer ese cargo en 1946, pero ya en representación de la Capital Federal, donde se había radicado. Su mandato culminaba, obviamente, en 1950, pero fue expulsado de la cámara en 1948, y perseguido por el gobierno de Perón debió exiliarse en Montevideo, hasta 1955.
Un caballero a la antigua
Junto a Silvano Santander, Ricardo Balbín, Atilio Cattaneo y Agustín Rodríguez Araya integró el selecto grupo de integrantes del bloque “de los 44” que fueron desaforados por el delito de expresar públicamente sus ideas, debiendo algunos enfrentar la cárcel y otros el exilio. En Montevideo se desempeñó como editorialista del diario El Día, vinculado al Partido Colorado. Retornó al país en 1955. Jamás ocupó cargo alguno en gobiernos de facto. Fue electo nuevamente diputado nacional en 1960, y su mandato se vio trunco por la disolución del Congreso en 1962 tras el golpe que derrocó al Presidente Frondizi. Durante la presidencia de Arturo Illia se desempeñó como embajador en el Perú, cargo al que renunció cuando aquel fue depuesto por la asonada de Onganía, siendo esa su última responsabilidad pública.
En el Diccionario Biográfico Nacional de la Unión Cívica Radical Enrique Pereira señala que “su labor parlamentaria fue significativa de su capacidad, aún cuando fue opacada por su polémica personalidad, lo que le atrajo muchos adversarios, a los que no se privó de fustigar cuanto quiso, sin importar la situación, la oportunidad ni la desventaja. Algunas de sus frases lapidarias, a veces sacadas de contexto, a veces un tanto injustas, lo siguieron más allá de su muerte… fue un hombre cortés, amable y sencillo, de una honradez intachable, una especie de caballero de los viejos tiempos, para quien el dinero y la comodidad eran cuestiones muy secundarias… fue un ciudadano que, a su manera y en su tiempo, sirvió lealmente a la República”.
Contra todo totalitarismo
En la sesión en la que fue expulsado de la cámara Sammartino pronunció estas palabras: “No hemos venido aquí a ensayar reverencias frente al látigo… Esta no es una boite de moda ni un club social. Esta es la Cámara libre de un pueblo libre y un Presidente de la República no puede hablar como el jefe de una tribu al compás de tambores de guerra, para despertar el odio o la adhesión de las turbas ululantes”, a la vez que expresó su voluntad de “reincidir una y mil veces en usar el derecho de palabra y de pensamiento”.
En un libro publicado recientemente, “El mito del gorila”, Osvaldo Pérez Sammartino, luego de describir las circunstancias que rodearon su intervención en la sesión en la que pronunció la recordada frase “aluvión zoológico”, señala que “es interesante detenerse un momento en su figura. El “aluvión zoológico” lo marcó desde entonces, aunque es evidente, como lo explicó muchas veces, que ese exabrupto fue dirigido a los diputados que lo agredían, no a los votantes del peronismo. Pero la expresión quedó asociada al más exacerbado gorilismo, entendido éste en su doble –y falsa– acepción de antiperonista y reaccionario… Dicho sea de paso, es curioso que quienes con tanta naturalidad llaman gorilas a sus críticos, sean tan susceptibles si los destinatarios de la animalización son ellos. Más curioso es que los no peronistas, y en especial los radicales, se sientan incómodos ante la mención de Sammartino. En buena medida, los atemoriza la ignorancia… Fue consecuente en combatir los totalitarismos tanto de izquierda como de derecha. Se lo podría calificar como un liberal progresista, lo opuesto a un oscurantista y reaccionario. Pero dijo ‘aluvión zoológico’…”.
Persecución y exilio
Reynaldo Vanossi, en una Comunicación de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, señala que Sammartino, “desde su banca defendió tenazmente la Ley 1420 de enseñanza común, atropellada en la década del 40, cuando el totalitarismo y el oscurantismo se adueñaron del Ministerio de Educación de la Nación” y que “en 1948 sostuvo la inmediata necesidad de reconocer al Estado de Israel”. A su vez, “denunció la infiltración nazi en nuestro país y la presencia de criminales de guerra amparados en los pliegues de cierta burocracia adscripta a las potencias derrotadas en 1945”.
Vanossi, tras recordar que sus luchas le costaron la “cárcel durante la dictadura militar inaugurada en el nefasto año 1943, más tarde su expulsión como diputado nacional y luego siete años de exilio”; enfatiza que “más de una vez recordó que nunca condenó los logros sociales del justicialismo sino a las mayorías parlamentarias regimentadas y obsecuentes que en su momento no apreciaron que las conquistas populares debían estar acompañadas de la democracia política y de respeto por las libertades individuales”.
Publicado en La Calle el 10 de diciembre de 2023.
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