Las elecciones disiparon dudas: la bronca hacia el peronismo superó el miedo a Milei. La campaña de terror para detenerlo exacerbó una y atenuó el otro. Vamos: ¿el peronismo baluarte de la democracia? Hemos visto mucho, pero esto es demasiado.
¡A dónde conduce la prostitución de las palabras! ¿Cómo defender la democracia con la deslegitimación antidemocrática del adversario? Hoy cosecha lo que sembró: aunque la última moda del relato sea que el antiperonismo sobrevive al peronismo, ya fenecido, Milei es incomprensible sin los veinte años kirchneristas, con sus límpidos rasgos peronistas.
La prensa mundial llama a Milei “ultraliberista”. Correcto. La honestidad impondría que se llamara “ultraestatista” al kirchnerismo. Nunca lo ví. Escribe que es “ultraderechista”. Cierto. Nunca leí que los Kirchner fueran “ultraizquierdistas”. Admira a Trump y a Vox. Me horroriza. ¿Maduro y Putin son mejores? Está loco, loco de remate, ¡todos concuerdan! No seré yo quien los refute. ¿Era equilibrada Eva Perón? ¿Cristina Kirchner? ¿Maradona, Guevara, gente serena? Los íconos argentinos son proféticos, carismáticos, redentivos.
Dejemos de lado las causas: para ganar en Argentina, el fanatismo ayuda, el populismo es imprescindible. Después del populismo popular, ¿estamos a punto de tener un populismo liberal, igual de maniqueo y mesiánico?
¿Cómo explicar que un personaje tan excéntrico arrase en la capital cosmopolita y los feudos peronistas, en las villlas y las universidades? Ay de buscar “la” llave donde hay muchas cerraduras. Digamos que Milei es el embudo de una inmensa cantidad de frustraciones. Que no hay populismo que no dé forma al populismo que lo derrotará.
Tomemos la economía. Sabemos lo que pasó: al kirchnerismo le tocó la lotería, la soja fue oro. ¿Como lo aprovechó? Gastar y dilapidar, subsidiar y gravar: gasto público duplicado, empleo estatal redoblado, asistencialismo puro, clientelismo duro. ¿Insostenible? Dios proveerá. ¿Resultado? Argentina ocupa el puesto 144 de libertad económica en el mundo, entre Uganda y Bielorrusia. Pasado el efecto soja, el castillo se derrumbó, la decadencia se mostró sin velos.
Pero nada detuvo la cruzada: ¡culpa del neoliberalismo, en un país tan iliberal! ¿Cómo sorprenderse de que Milei triunfe empuñando una motosierra? ¿Increpando al Estado? ¿Dividiendo el mundo entre productores y parásitos? Es burdo, demagógico, simplista.
Pero la sal quema donde la herida sangra. ¿Cómo, si no, explicar su auge entre tantos atávicos tabúes católicos contra el mercado y el comercio? ¿Cómo, si no, explicar el colapso del peronismo, que de esos tabúes abusa política y moralmente?
Lo mismo se aplica a todo lo demás. ¿Reivindica Milei la dictadura militar? ¿Niega la violación de los derechos humanos? Más o menos, pero da escalofríos. Si cosecha consensos, sin embargo, es porque el kirchnerismo hizo de ello un negocio, una porra ideológica. ¡Cuánto lucro con esas muertes! ¡Cuántos shows mediáticos! ¡Cuánto abuso judicial! ¿Justicia o venganza? Mientras tanto abraza a los jerarcas cubanos y venezolanos. ¿Les importan los derechos humanos? El que lanza el boomerang, que se cuide de la devolución.
¡Pero Milei amenaza la democracia! No lo sé. Yo también temo su intolerancia, su liberalismo dogmático y predemocrático. La cultura institucional no es su fuerte, la complejidad política le es ajena. Entonces, ¿por qué le votaron tantos republicanos sinceros? Intento comprenderlo: por inquietante que sea, la democracia liberal es su hábitat natural. ¿Cuál, si no? Lo contrario del peronismo.
¡El liberalismo es su eterno enemigo! La división de poderes, Cristina dixit, es una “rémora” de la revolución francesa. De ahí los asaltos al poder judicial, la presión sobre los medios, la ocupación del Estado. De nuevo: ¿quién “creó” a Milei?
¡Quiere privatizar la educación y la sanidad! ¡Está loco! Así suena. Pero aquí estamos otra vez: si funciona, habrá motivo. Seamos sinceros: ¿qué escuela ofrece el Estado a cambio de impuestos? ¿Qué sanidad? ¡Nadie ha destruido más el Estado que el más estatista de los movimientos! Hasta los mandarines peronistas eligen escuelas privadas y privados son los hospitales donde se atienden. Los que se sienten robados por el Estado aclaman a Milei: natural.
¡Convendré que Milei es un troglodita machista, homófobo y reaccionario! ¡Que ataca los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBTQ+! Es cierto: Milei tiene muchos partidarios de este tipo. Pero son minoría, entre los suyos y en el país. En esto como en todo, el kirchnerismo se jacta de un monopolio que no le corresponde. Del matrimonio homosexual a la ley del aborto, las mayorías son transversales. En fin: dudo que Milei toque este berenjenal.
¡Al menos podría haber dejado en paz al Papa! Evitar llamarle “el maligno”. ¡Si este no es un delirio! Y delirio es: de forma más que de fondo. Si atacar al Papa no le ha costado la victoria, se vé que Bergoglio es para muchos demasiado político, demasiado peronista, demasiado antiliberal. “No se puede ir a misa y ser un Chicago boy”, solía maldecir en sintonía con el kirchnerismo. Hoy hay uno en el poder, elegido por el “pueblo católico” de la “nación católica”. Si hay un perdedor, es él. ¿Llamó a las clases medias “clase colonial”? Se rebelaron. ¿Llamó al pueblo peronista “pueblo mítico”? Muchos pobres votaron a Milei.
¿Y ahora? ¿El peronismo aplacará los ardores o buscará venganza? Probable que el provinciano busque entendimientos. Seguro que el kirchnerista buscará la confrontación. ¿Y Milei? Rechaza los caminos graduales, fueron la tumba de Macri.
Pero ¿hay otros? Empresas protegidas, sindicatos privilegiados, militantes subsidiados: cada golpe de motosierra provocará una reacción corporativa. Para gobernar tendrá que convertirse en lo que no es: un Menem, un político, un estadista. ¿Será suficiente para los que querían un Mesías? ¿O caerá víctima de su personaje?
Publicado en Clarín el 23 de noviembre de 2023.
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