A Raúl Silanes, in memoriam, un hombre bueno y un poeta notable
“Mi afección particular (hacia el gobierno republicano) no me ha impedido el ver que este género de gobierno no era realizable en América sino pasando por el alambique de una espantosa anarquía, y esto sería lo de menos, si se consiguiesen los resultados, pero la experiencia de los siglos nos ha demostrado que sus consecuencias son la tiranía de un déspota.”
José de San Martín, carta a Tomás Guido
“Al Estado, los gobernantes se han dedicado a limarlo, serrucharlo, neutralizarlo, anestesiarlo o liquidarlo”.
Luis Alberto Romero, La Nación 16 de setiembre de 2023
Las antiguas culturas están pobladas de maravillosos relatos. Sintetizan el espíritu de los pueblos que los alumbran. La tradición judía ha dejado uno que habla de Dios, pero puede ser leído no sólo como una parábola religiosa, sino también como un modo de transitar la existencia. El texto habla de la persistencia, de la continuidad, de la necesidad de contar historias para seguir: “Cuando el gran rabino Israel Baal Shem-Tov creía que se tramaba una desgracia contra el pueblo judío, tenía por costumbre ir a concentrar su espíritu en cierto lugar del bosque; allí encendía un fuego, recitaba cierta plegaria y el milagro se cumplía: la desgracia quedaba rechazada. Más adelante, cuando su discípulo, el célebre Maguid de Mezeritsch tenía que implorar al cielo por las mismas razones, acudía a aquel mismo lugar del bosque y decía: ‘Señor del Universo, préstame oído. No sé cómo encender el fuego, pero todavía soy capaz de recitar la plegaria’. Y el milagro se cumplía. Más adelante, el rabino Moshe-Leib de Sassov, para salvar a su pueblo, iba también al bosque y decía: ‘No sé cómo encender el fuego, no conozco la plegaria, pero puedo situarme en el lugar propicio y esto debería ser suficiente’. Y esto era suficiente: también, entonces, el milagro se cumplía. Después, le tocó el turno al rabino Israel de Rizsin de apartar la amenaza. Sentado en su sillón, se tomaba la cabeza entre las manos y hablaba así a Dios: ‘Soy incapaz de encender el fuego, no conozco la plegaria, ni siquiera puedo encontrar el lugar del bosque. Todo lo que sé hacer es contar esta historia. Esto debería bastar’. Y esto bastaba. Dios creó al hombre porque le gustan las historias.”
Más allá de si se acepta la idea de Dios o se considera sólo la voluntad humana de buscar un sentido a pesar de las más atroces adversidades, lo crucial es el deseo de continuidad de los seres humanos. Aún cuando muchos sucumben a la agonía con desencanto y hasta con enojo, siempre quedan quienes buscan un lugar en el bosque, encender un fuego o intentar recordar una plegaria. Y cuando nada de esto sucede, al menos hay alguien para contar la conmovedora historia y buscar la salida a la encrucijada. Y aparecen también, pugnando, los que medran con el desastre y hacen todo lo posible para que esos luchadores no prosperen.
Las sociedades se desarrollan transitando sobre relatos de sí mismas que condicionan los posicionamientos de los protagonistas en la Historia. Varios de esos relatos se dan simultáneamente y se entrecruzan llevando a enfrentamientos y violencia o a profundos encuentros. Muchas veces, de la calidad de ellos dependen los resultados de las acciones o, al menos, los rumbos que se toman. Y de la determinación de los personajes de esos relatos y de los andariveles por los cuales marcharán dependen las decisiones del resto de apoyo o de repulsa. El líder es quien sabe hilar un relato que induce a los demás a sumarse.
Desde los tiempos de San Martín se discutió la conformación institucional del país. En carta a Tomás Godoy Cruz el Libertador le dice en 1816: “Pensar en establecer un gobierno federativo, en un país casi desierto, lleno de celos y de antipatías locales, escaso de saber y de experiencia en los negocios públicos, desprovisto de rentas para hacer frente a los gastos del gobierno general, fuera de los que demande la lista civil de cada Estado, es un plan cuyos peligros no permiten infatuarse, ni aun con el placer efímero que causan siempre las ilusiones de la novedad. Compatriotas: Yo os hablo con la franqueza de un soldado. Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos, no dais a vuestros deseos una dirección más prudente temo que cansados de la anarquía suspiréis al fin por la opresión y recibáis el yugo del primer aventurero feliz que se presente”. El debate de fondo era el modo de gobierno a adoptar. San Martín creía que por la naturaleza de estos pueblos la república era imposible, a pesar de que íntimamente la prefería, como ha demostrado con sagacidad Carlos Egües en su reciente libro sobre el pensamiento político sanmartiniano. Sin embargo, sobre el final de su vida le confesó a un corresponsal chileno que en el país trasandino habían logrado lo que él creía imposible en tierra americana. ¿Cómo lo hicieron del otro lado de la cordillera? Con orden y respeto de las reglas. Chile, con sus peripecias, siempre ha sido un país más institucional que la Argentina.
Después de muchos avatares durante el siglo XIX y con un diseño republicano exitoso, aunque efímero y ciertamente con pies de barro, la Argentina empezó un largo devenir populista. Aún aceptando que el término “populismo” es vago o quizás es utilizado para caracterizar diversos fenómenos se podría tomar una definición de trazo grueso. El republicanismo plantea modos de autolimitarse, en cambio el populismo abomina de todo límite y por eso ataca, sea de derecha o de izquierda, las represas que lo pueden limitar: prensa libre, justicia independiente, una clara división de poderes, periodicidad, diversidad de ideas, pluralidad. El populismo además se sustenta en dos pilares: el corporativismo y el patrimonialismo. Es decir, en el favorecimiento a los grupos corporativos por sobre el interés general y en el uso de los bienes del Estado en favor personal o partidario.
El escenario en el que se debate hoy el país en medio de un proceso eleccionario no es, como pretenden algunos análisis, un enfrentamiento de derecha e izquierda o de peronismo y antiperonismo, que agruparía a Bullrich-Milei de un lado y a Massa del otro. Es un debate entre populismo, con Milei-Massa de ese lado, y republicanismo, representado por Bullrich. La Argentina viene de un largo ciclo populista que cada uno puede remontar hasta donde le guste más. Se puede circunscribir a los años de la democracia o proyectarlo más allá. Ha tenido algunas interrupciones republicanas que no han prosperado y han sufrido de una enorme debilidad. Basta pensar en los largos ciclos democráticos peronistas por un lado y en Frondizi, Illia, Alfonsín y Macri por el otro. Es decir la robustez del control institucional legislativo y la fortaleza de una poderosa liga provincial a favor, contra la debilidad de no tener mayorías en las cámaras ni contar con provincias del mismo signo en un régimen que pretende ser federal.
De vencer Milei, un nítido populista que abomina de todos los límites republicanos, o Massa, un caso de populismo que opta por cualquier máscara si le permite obtener alguna ventaja, la situación sería más o menos de continuidad. Con una debilidad para el libertario: si gana no tendrá bases legislativas y probablemente deba recurrir al apoyo del peronismo. Eso diluiría parte de su ideario, sobre todo la apelación a la “casta”. Son sintomáticas su cercanía con Massa en el armado de listas y su reunión con Barrionuevo para “discutir la reforma laboral”, algo que suena como juntarse con el conde Drácula para organizar un servicio de hemoterapia. Dos populismos que no dudarían en asociarse, porque los une ese ADN, marchan hacia las urnas midiéndose y apoyándose por las dudas.
Por otro lado Bullrich representa la posibilidad de un experimento inédito en la Argentina. Sería el primer gobierno republicano que contaría con mayorías legislativas y un número significativo de provincias afines. Este cuadro se consolidaría si la gobernación de provincia de Buenos Aires queda en manos de Néstor Grindetti. Sería un escenario nunca visto en el país. Mayorías legislativas y liga de provincias republicanas serían dos fortalezas nunca reunidas para gobernar en una gestión no peronista. Esas dos condiciones sólo las ha tenido el peronismo históricamente, desde tiempos de su fundador, pero nunca han estado a disposición de una opción republicana. Por supuesto que hay destellos de populismo del lado de Juntos por el Cambio y briznas republicanas en el peronismo. Si triunfa Bullrich es probable que esas opciones se sumen y los rasgos populistas de su espacio se debilitarán en una gestión que promete dar batalla contra las corporaciones. Ellas sostienen siempre al populismo. Bullrich se plantea ir contra el quietismo que ha llevado al país a niveles de pobreza e inflación insoportables.
En la elección local es clarísima la representación republicana en Alfredo Cornejo contra el tándem kirchnerista demarchista populista. En un triunfo de Bullrich, una Mendoza a cargo del ex gobernador estaría en sintonía con un país que realmente cambia hacia otro orden institucional e ideológico. Ese que San Martín creía difícil y que se ha escamoteado por la preponderancia populista.
Es difícil pensar en una definición que les caiga mejor a Massa y a Milei que la dada por San Martín cuando alude al “yugo del primer aventurero feliz que se presente”. Pero también es importante que los republicanos hagan la autocrítica dejada por el Libertador como un faro: “Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos, no dais a vuestros deseos una dirección más prudente temo que cansados de la anarquía suspiréis al fin por la opresión”. Esa “docilidad” es la que ha permitido que no sólo vayan veinte años de kirchnerismo, sino que haya regresado después de haber perpetrado el saqueo más atroz no sólo de dinero sino de cultura y educación que ha sufrido el país en su historia. Lo que Luis Alberto Romero llama “cleptocracia”. Quizás, a diferencia de los populistas, los republicanos deban empezar a asumir su cuota parte del fracaso. Como un modo de dar vuelta la taba y que no siempre caiga de culo. Es preciso en estos cuarenta días buscar estrategias de convencimiento efectivas para todos los que no votaron en las primarias, para los grupos que deberían estar alertas, como las madres y las mujeres en general. Esos votantes que a pesar de su enojo, no se tragan los versos precarios de “vouchers” para la educación, “casta” para las instituciones y “dolarización” para la economía. Sobre todo porque antes que el peligro que para algunos representa Milei, el kirchnerismo ya se llevó puestas la educación, la economía y las instituciones. Y las estrategias republicanas no sirvieron para frenarlo.
Publicado en Mendoza Post el 17 de septiembre de 2023.