martes 26 de noviembre de 2024
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Julián Gadano: “La CNEA tiene que estar en la punta de la innovación y el desarrollo”

Julián Gadano es licenciado en Sociología, aunque se autodefine como politólogo. Es el actual Subsecretario de Energía Nuclear del gobierno actual y presidente del International Framework for Nuclear Energy Cooperation (IFNEC). Entre los temas que pasan bajo su mirada, el impulso a un nuevo tiempo de las energías limpias es uno de los más importantes, así como las múltiples posibilidades que la energía nuclear promete en áreas sociales tan importantes como la medicina o los alimentos. Las nuevas centrales nucleares, la puesta a punto de Embalse y el reciente contrato del INVAP con la Fundación Pallas de  Holanda, fueron motivo de un apacionado análisis en esta entrevista.

¿Qué características tiene el contrato que acaba de firmar el INVAP?

Este es un contrato de provisión de ingeniería y construcción de un reactor de investigación.

¿Qué es un reactor de investigación?

Es una instalación que produce una reacción nuclear, libera energía a partir de la fisión nuclear. Hay de varios tipos, pero básicamente hay dos, uno con fines de investigación y producción de radioisótopos para uso médicos entre otras cosas, llamado reactor de multipropósito o reactor de investigación. Su fin básico es investigación y tiene usos asociados con fines médicos, que es lo que se va a hacer con Holanda. Por otra parte, están los reactores de potencia o centrales nucleares, que son las que generan energía eléctrica.

La Fundación Pallas de Holanda adquiere un reactor multipropósito. INVAP es experta en esa área: sabe diseñar, armar la ingeniería conceptual, básica y de detalle y construir reactores de investigación. Para dimensionarlo, esta es la exportación tecnológica más grande de nuestra historia, no hay otro campo tecnológico en el que la Argentina ha llegado a este nivel de madurez y, además, hay solo cinco empresas en el mundo que pueden hacerlo, una de ellas es INVAP, que ganó en el tramo final a una empresa coreana y otra francesa, coronando una carrera bastante larga que empieza en Perú, que sigue en Argelia, en Egipto, que pasa por Australia también y que termina en Holanda.

¿Qué otros proyectos existen?

El INVAP es una empresa de tecnología con división nuclear, espacial y de radización que tiene hoy varios proyectos internacionales, uno es el de Holanda, pero también vendió la ingeniería para un reactor de investigación a Brasil, un proyecto chico de treinta y cinco millones de dólares (el de Holanda es de cuatrocientos millones). Es a primera vez que se vende tecnología a Brasil a nivel nuclear. Y hay otro proyecto más humilde, de quince millones de dólares, en Arabia Saudita para construir un reactor submega, que es un reactor muy pequeño que sirve para entrenar personal en el manejo de reactores. Arabia Saudita esta en un plan de expansión nuclear enorme, por el que compraron una importante cantidad de centrales nucleares a una empresa coreana y contrataron al INVAP para que haga un reactor de entrenamiento.

¿Cómo es la composición accionaria de INVAP?

Es una empresa pública que nunca le pidió plata al Estado, tiene un management súper profesional. Para construir su nueva sede en Bariloche, una de maravilla frente al lago Nahuel Huapi, con joyitas tecnológicas, emitió una obligación negociable.

Es 100% propiedad de la provincia de Rio Negro, y el Estado Nacional a través de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) tiene dos miembros en el Directorio, que está compuesto además por cuatro por la provincia y uno que representa al personal. Es producto de la evolución del Departamento de Investigaciones Aplicadas de la CNEA: INVAP Investigaciones Aplicadas fue una decisión de las autoridades de CNEA en la década setenta para poder gerenciar comercialmente los proyectos que comenzaban a tener en el exterior. Después se independiza un poco, porque tenía una relación muy intensa. De hecho recurre y subcontrata a la CNEA para todos sus proyectos que vende en el exterior. A su vez la CNEA es cliente del INVAP, lo contrata para algunas tareas, por ejemplo, la ingeniería del reactor multipropósito de última generaciónRA10, de características muy similares al que se vendió en Holanda, pero se está haciendo en Ezeiza. También para producir radioisótopos con fines médicos y de investigación.

¿Qué rasgos de continuidad tiene el desarrollo nuclear en nuestro país en las últimas décadas?

Por una cantidad de factores es una mosca blanca, que ha tenido mucha coherencia inter temporal, poco afectada por los cambios de gobierno. Entre 1952 y 1983 Argentina tuvo diecisiete presidentes y la CNEA tres. Esto también tiene su lado oscuro, es muy bueno por porque le ha dado a la Argentina la oportunidad de tener una coherencia en el tiempo que le permite tener protagonismo, y al mismo tiempo le ha dado mucha autonomía en termino de políticas públicas a una institución que a su vez es una corporación. Ahí hay una tensión que administrar para encontrar el nivel justo: tener una institución que permita generar buenas políticas públicas tecnológicas y que al mismo tiempo sea consistente con el resto de las prioridades del Estado. Esta tensión ha generado problemas. Entre 1952 y 1983 esto funciona bien porque está bajo el padrinazgo de la Marina, que era poderosa. Los tres presidentes de la CNEA eran marinos en actividad, Pedro Iraolagoitía, Oscar Quillihalt y Carlos Castro Madero. Con la llegada de Alfonsín este ciclo cambia por varias razones. La primera de ellas es que Alfonsín recibió una CNEA carísima. Con grandes logros, pero al mismo tiempo muy onerosa: si sacas los salarios que pagaba el Estado a todos sus funcionarios y agentes, del resto del presupuesto en el año 1982, la CNEA se llevó el 60%, dejando el 40% restante para todo lo demás, defensa, seguridad, escuelas, todo.

¿Esa es la CNEA que encuentra Alfonsín?

¿Con qué se encuentra Alfonsín? Sabato (Jorge), su guía en materia nuclear, muere dos meses antes que asuma, se queda sin su principal asesor, pero además no tiene presupuesto. Y, un mes antes que asuma, Castro Madero le dice a Alfonsín: “¿cómo le va?, hemos enriquecido uranio”, “¿y esto lo saben los americanos?”, “no, no lo sabe nadie”. Yo me pongo en el lugar de Alfonsín que debía pensar “estos me están diciendo la mitad de la verdad”. Lo cierto es que era todo verdad, pero, en un contexto fiscalmente complicado, sin ojos adentro y con conflictos políticos, los americanos que presionaban salvajemente para que cierre todo y firme el tratado de no proliferación. Allí empieza un periodo de complicaciones presupuestarias que, por supuesto se exacerba durante la década del noventa. Después de eso, De la Rúa pasa rápido y viene el Kirchnerismo, que le incrementa el presupuesto pero no le pide accountability. Ellos buscan grandes proyectos de obra hidroeléctrica, como Atucha II, muchos contratos y a la vez poca rendición de cuentas. A la CNEA le dan presupuesto pero la dejan en rol secundario, de hecho innova poco estos años. El Estado atraviesa, tres periodos entre la década del cincuenta y la actualidad. El primero, hasta 1983, es un periodo de altísimo crecimiento en un contexto de guerra fría, secreto, con poca rendición de cuentas y un manejo muy autónomo de los recursos, bajo el padrinazgo de la marina. Es una institución donde no hay corrupción, pero que acostumbra a manejar recursos sin rendición de cuentas, tener un proyecto tecnonuclear en esa época era lo que todos querían y la CNEA muestra logros, entonces, ante esa coyuntura de lograr las metas, les seguían dando fondos coda vez más importantes. Es una etapa donde “lo nuclear” estaba de moda y la CNEA obtenía resultados. En 1983 empieza a cambiar por las restricciones económicas y por el desempoderamiento de la Marina a la que le quitan la gestión nuclear, comienza un periodo transicional con Alfonsín que trata de mantener algunos proyectos, pero tenía mucha presión de los americanos para cerrar un proyecto complicado, si bien el presidente no lo hace, porque mantenía una postura independiente. Solo cierra uno que es lo que se conoce en la jerga como LPR Laboratorio Procesos Radioquímicos, (el sector tiene muchos eufemismos para no decir…, no decimos “bomba”, decimos “artefacto”), que era la planta de reprocesamiento de uranio para generar plutonio. Alfonsín mantiene en terapia intensiva algunos proyectos y después viene Menem con el cuchillo y cierra Atucha II y otros proyectos. Ese sería como el segundo periodo de la CNEA, no se la cierra, no se la reforma, no se le hace nada y no se le da plata, se la deja languidecer. Muchos se van. El kirchnerismo le da presupuesto, pero no fomenta la innovación. Esta es una opinión muy polémica, que en mi caso está muy fundada: la CNEA tiene que estar en la punta de la innovación y el desarrollo, no tienen que hacer grandes obras públicas, para eso están los otros instrumentos. Ese sería el tercer periodo. En los últimos dos periodos la relación de la CNEA y el Estado, del principal y el agente, fue de un extremo a otro: el olvido y la extrema falta de recursos (sin cerrarla, pero en un esquema ineficiente donde se pagan sueldos pero no se hace nada) y en el otro extremo, presupuesto alto pero sin pedir rendición de cuentas y sin fomentar la innovación.

¿Cuál es la situación actual?

El esquema anterior se terminó, pero tenemos más recursos que Alfonsín. El gobierno está convencido que la Argentina tiene que invertir ahí por los logros realizados y se trata de hacerlo con más eficiencia. En el marco de una política de Estado, lo nuestro está marcado por continuidades y cambios. Primero al estilo un poco carente de rendición de cuentas en todo sentido de la década pasada y asumiendo además que aquello que tiene que ver con energía nuclear ya no es lo mismo que antes.

Estos temas están relacionados en el imaginario colectivo a lo que señalaste antes, la “bomba”, cuando por cierto no lo es, hablamos de energía limpia. Pero también queda en el imaginario que esta energía es contaminante y peligrosa por lo que pasó en Chernobyl, en la central de Fukushima en Japón ¿Cómo se puede cambiar esa mentalidad?

Estamos en una semi revolución energética, hay un crecimiento muy fuerte de las energías renovables que están adquiriendo costos competitivos de manera exponencial, en algunos países a raíz de incentivos fiscales, y en otros sin este recurso. Por otro lado hay una que puso sobre la mesa la cuestión del impacto del calentamiento global y el efecto que produce en nuestras vidas, no solo en la de los expertos. Ahora bien, en la relación de las sociedades con lo que llamamos la sociedad postindustrial o la segunda modernidad, les preocupa lo que llamamos la “sociedad de riesgo”, aquella a la que se llegó producto de los éxitos del cumplimiento de la promesa de la sociedad industrial. ¿Cuál fue esa promesa? Dominar la naturaleza. Lo logra y eso implica transformarla. ¿Cómo se ve la sociedad a sí misma frente a riesgos de todo tipo impredecibles? Antes si eras rico más o menos zafabas, hoy podés caerte en un avión, podes comer un pan lactal y que te produzca cáncer, te puede pasar lo que le paso a Débora (Pérez Volpin), que vas a un médico y un procedimiento que sale mal o mal hecho te mata. Esto atemoriza a la sociedad. La energía nuclear es el paradigma de eso, es haberse metido con la naturaleza a un nivel imposible, logramos partir un átomo, no hay nada más después de eso. Pero lo que antes fascinaba porque amábamos la ciencia hoy genera temor. Uso un ejemplo cuando doy clases sobre esta cuestión tomando dos imágenes diferentes del futuro: cuando éramos chicos nos gustaba mucho una serie de ciencia ficción, Star Treck, pero no las películas actuales sino la serie del capitán Kirk. ¿Cómo era ese mundo? Era un mundo maravilloso y perfecto, la conjunción de política y ciencia había logrado un mundo sin guerras, todos unidos bajo un gobierno mundial, sin Estados, viajando por el universo a que la humanidad le mejore la vida a todos. La política en su estado perfecto junto a la ciencia: el capitán Kirk llegaba a su habitación y decía: “computadora, una milanesa con fritas” (risas), y de la nada, de la pura artificialidad sin generar ningún costo, sin cortar un árbol, sin matar una vaca, aparecía la milanesa con papas fritas, eso era inspiración. La imagen del futuro de hoy es The Walking Dead, Terminator, es algo espantoso, la vuelta a la edad media. Y el enemigo ya no son los extraterrestres de la guerra fría, sino el producto de nuestra propia factura, las cosas que nosotros fabricamos, porque Terminator es la evolución de un invento humano, de políticos y militares ambiciosos que quieren dominar y que hacen robots, la Matrix es la internet que se revela y en The Walking Dead es una enfermedad producida por los seres humanos. La sociedad civil le tiene miedo a la ciencia ¿Por qué? Porque siente que la ciencia va a producir un mundo lleno de virus. Esto es medio una locura. Entonces el experto dice “el problema es de la gente que no sabe”. No, el problema es de quienes tomamos las decisiones que no lo hemos sabido comunicar. ¿Qué hacemos nosotros? Soy presidente del IFNEC, International Framework for Nuclear Energy Cooperation, un grupo integrado por los países donde hay más desarrollo nuclear y se discute mucho estas cuestiones y temas financieros y demás. Allí pensamos que hay que recuperar la aceptación, hay que recuperar la licencia social. Estamos en el medio de un paradigma en el cual la energía nuclear es aceptada porque eso significa que la ciencia es de nuevo querida por la gente.

Recuperar la ilusión…

Recuperar el amor por la ciencia, porque la energía nuclear no es solo energía eléctrica, es medicina, esterilización de alimentos, son personas ganando buenos salarios (en Argentina unos quince mil solo en empleos directos) porque es una industria muy sofisticada.

Recuperar la ilusión y contrarrestar el marketing negativo.

Tenemos el problema del origen militar. Si hacemos un ejercicio y digo “cerrá los ojos e imagínate el escenario después de un accidente nuclear”, lo que se describe es el escenario de una bomba nuclear, el pasto quemado, los edificios destruidos. Pero en la realidad, las centrales nucleares no explotan cuando hay accidentes, a la vista está todo igual. El origen militar es un san Benito que tiene la energía nuclear. Pero el uso de la tecnología no tiene porque ser así, el tema es como el hombre la usa. Como un cuchillo, sirve tanto para cortar carne como para matar, pero el cuchillo no tiene la culpa. El segundo elemento es el tema de los residuos, hay un imaginario de que se guardan residuos por centenas de años que son muy dañinos. Es cierto, los residuos son combustible gastado y tienen mucha actividad radioactiva por mucho tiempo, pero se almacenan en silos herméticos, nunca en la historia de setenta años de todo el mundo hubo un accidente vinculado a almacenamiento y el transporte de residuos, nunca. Una pastilla de uranio pesa diez gramos y genera la misma energía que una tonelada de carbón. Cuando vos usas una tonelada de carbón, tenés una tonelada de carbón quemado, este mineral es cancerígeno. La energía nuclear es la que menos residuos genera de todas las fuentes energéticas, excepto las renovables. Por ejemplo, detrás de Embalse están los silos de almacenamiento de residuos. Son altamente dañinos si yo los tiro a la calle. Lo que mata es la desidia, la falta de instituciones y la corrupción, no una industria. Embalse no provocó un muerto en toda su historia, y un tren nos quietó la vida de 53 argentinos. Sin embargo, la gente tiene miedo a Embalse, no a las pésimas rutas que tenemos. El Presidente nos dice todo el tiempo que tenemos que mejorar la infraestructura, porque así no vamos a ningún lado. La verdad es que no hubo nunca un problema relacionado con los residuos en la historia, que están ahí guardados esperando que exista la tecnología a precios razonables para reprocesarlos. Algunos países como Estados Unidos o Francia ya lo hacen. Por la escala que nosotros tenemos, aun no lo hacemos, es muy caro y es políticamente complicado, porque con el plutonio, el producto del reprocesamiento, podés volver a introducir la pastilla en la central o podes fabricar artefactos bélicos.

Mencionase un tercer problema.

Los accidentes. Los accidentes han sido muy pocos, esta industria es una de las de menor tasa de accidentes en el mundo. Uno obviamente quiere que no haya ninguno y además los accidentes tienen mucha repercusión en los medios, en las películas que nos muestran la radiación como génesis de monstruos, personas de dos cabezas (risas). La realidad es que en la historia hubo tres accidentes severos, uno en 1979 en una localidad que se llama Three Mile Island, en Massachusetts, Estados Unidos. El segundo en 1986 en Ucrania, la Unión Soviética, que fue Chernobyl y el tercero fue en Fukushima, Japón. Fukushima fue un golpe durísimo, muchos países europeos continentales deciden abandonar la energía nuclear, empezando por Alemania que es uno de los impulsores fundantes (nuestras dos centrales de Atucha son de tecnología alemana). Solo hubo alrededor de treinta muertos en Chernobyl, la mayoría militares y bomberos que son los que enfrentan la emergencia. En el este caso estamos hablando de un país que ya no existe, totalitario, en decadencia, con una casta militar que había apagado todos los controles para ver cómo reaccionaba, algo irreproducible hoy porque ya no hay centrales así, sin contención. En Fukushima quienes mueren son víctimas del tsunami, no de la central, si bien no sabemos cuanto va a afectar la radiación en la población, es muy probable que haya aumentado la tasa de cáncer fatal respecto a la media, no sabemos cuánto y seguro que no son ni millones, ni cien mil, ni diez mil personas, aunque uno solo es suficiente para que se trate de resolver el problema. EN perspectiva, accidente nuclear propiamente dicho solo fue el de Chernobyl. En Fukushima tsunami arrasó con todo y provoco veinte mil muertos, sin embargo, fíjate lo que es la sociedad de riesgo que la gente se acuerda de la central y no del tsunami. Allí también hubo cierta debilidad institucional por decirlo de alguna manera elegante. ¿Qué fue lo que pasó?, se quedó sin energía por lo cual no pudo enfriar el reactor. Lo peor que le puede pasar al operador es quedarse sin energía porque queda ciego, se apagan todos los monitores, no se sabe que está pasando y no se puede enfriar el reactor.

¿Cómo se recibe la energía de la central nuclear?

Primero de la propia red, si deja de funcionar invierte la red y recibe energía de la red eléctrica. En Fukushima se cayeron todos los postes, todos. Segundo, de los motores diesel, que toda central nuclear tiene de emergencia y que en menos de un segundo se activan. La central nuclear aguantó el terremoto, pero los diesel se inundaron con el tsunami, porque estaban a ocho metros de altura y el tsunami fue una ola de catorce metros. Lo cierto es que en todo caso ahí no hay una falla tecnológica, hay una falla humana. Obviamente una central puede implicar riesgo. Cualquier transformación de la naturaleza implica riesgo. Vivir en el campo, en el bosque como en la edad media es muy atractivo, pero la gente se moría a los treinta y dos años de gripe. Si querés transformar la naturaleza para mejorar las condiciones de vida de la población, tenés que tomar riesgos, pero que deben ser controlados institucionalmente. La fantasía de vivir en el campo y comer huevos de granja no es posible, porque solo habría para el cuatro por ciento de la población.

No es para un mundo de siete mil millones de personas.

Donde todos comen. ¿Por qué tendemos a ser gordos? Nuestro cuerpo está genéticamente instruido a engordar en invierno, que es cuando escaseaba el alimento, tendemos a ser gordos porque ahora comemos todo el año. Mi suegro, que era medico nutricionista, decía “el mundo está dividido en dos, la mitad no come porque no quiere, porque hace dieta y la otra mitad no come porque no puede”, porque es un mundo muy desigual. Más allá de eso, hoy es posible que todos coman. Para eso hubo que alterar la naturaleza, generar fertilizantes, productos transgénicos, un montón de cosas que hacen que haya alimentos parar todos. De la misma manera la tecnología permite que todos tengamos energía, ahora esto no significa que lo nuclear esté en contra de las energías renovables, al contrario. La energía nuclear es una gran socia de la energía renovable. ¿Por qué? Porque la energía renovable es la que mejor vinculo tiene con el ambiente, usa el viento, usa el sol, usa la biomasa, usa las mareas, ahora es intermitente: depende de que haya viento, de que haya sol. Por cada megavatio de intermitente hay que tener un megavatio firme, esto es un básico que uno aprende cuando empieza a entender cómo funciona el mercado eléctrico. Yo soy un ofertador de energía y vos una industria que compra y consume energía eléctrica, te firmo un contrato por una compra de tantos megavatios por mes, y hay que garantizarlo: si te ofrezco renovable, cuando no tengo sol, cuando no tengo viento, tengo que inyectar firme. Si no tengo nuclear, es gas, gasoil o carbón, la única energía limpia firme es la nuclear. Por cada megavatio de renovable no acompañado por nuclear aumentamos la dependencia de los fósiles. De hecho, en las dos áreas que más creció la energía renovable en el mundo en los últimos años, California y Alemania, se consume más fósiles que antes, en Europa carbón y en Estados Unidos, gas. Ahora si no hay aceptación pública no funciona. Hay otro tema, el verdadero gran desafío de la energía nuclear, en el que estamos todos involucrados, porque asumimos que en algún momento la aceptación pública va a volver si se hacen las cosas bien, es el de costos. Hace bastante tiempo que no hay innovación y es cara porque las energías renovables han bajado los precios. ¿Por qué es cara? Porque son proyectos enormes, que vienen de épocas en las que eso no importaba tanto porque lo financiaba el Estado, y porque además tienen muchos costos de seguridad. El gran desafío es bajarlos sin comprometer la seguridad. Nosotros estamos en eso con varios programas en marcha para bajarle los costos a nuestros generadores. La energía nuclear tiene externalidades, las externalidades las debería pagar el usuario. Nosotros estamos reconstruyendo un mercado eléctrico partiendo del supuesto de que el usuario paga por la energía que consume, con la excepción de las tarifas sociales. Esto significa que el usuario exija que los costos y el servicio sean competitivos. Este es el gran desafío para la energía nuclear: energía limpia y costos competitivos.

Hace un año se empezó a hablar de “radiación en alimentos. ¿De qué se trata?

Es un tema interesantísimo, con el que tenemos mucho que ver. Junto con el Ministerio de Agroindustria trabajamos para cambiar las normas argentinas para que se pueda esterilizar alimentos por ionización. Es una tecnología revolucionaria que va a cambiar la forma en que consumimos alimentos, pero también va a impactar mucho en la exportación. La ionización de alimentos es lo que piden los mercados desarrollados, porque permite mantener frescos los alimentos sin congelar y sin aplicarle químicos. Imaginate: mantenés fresca una manzana, con las mismas propiedades que cuando la sacaste del árbol, por cinco meses. Y sin refrigerar. Vas a poder comprar carne envasada al vacío y guardarla en la alacena. Para nosotros es una linda curiosidad, pero para gente que vive en lugares que no tienen heladera, o para gente que está viajando imagínate cómo impacta. Y -sobre todo- cómo impacta en la economía de la Argentina, que es un exportador de alimentos.

En suma: la ionización de alimentos permite revolucionar el mercado doméstico y también sirve para la exportación. No va a ser de un día para otro, primero se necesita aceptación cultural por parte del consumidor, esto ya en Europa se consume, pero acá no.

En realidad, ya hay una planta de irradiación que irradia material médico. Todo el material que de uso médico ahora es descartable. No se esteriliza más por alta temperatura, se esteriliza irradiado. Estamos proponiendo ahora que eso se traslade a los alimentos. Lleva tiempo, aun no hay un mercado, pero junto con Agroindustria estamos empezando a trabajar con productores. Dicho sea de paso, es un buen ejemplo de para qué sirve el Estado. No para competir con el capital privado, sino para generarle los incentivos para que la inversión sea óptima a nivel colectivo y en el largo plazo.

En el total del consumo eléctrico, ¿qué porcentaje ocupa la energía nuclear?

Después que la Central Nuclear Embalse vuelva a la red, la energía nuclear representará el 6% de la matriz energética argentina. Nuestra matriz es muy dependiente de los combustibles fósiles, alrededor del 67% es térmica, principalmente gas. No es malo eso, por suerte no tenemos carbón aquí. Después tenemos un 26% de hidroeléctrica y 6% de nuclear y casi nada (1%) de renovables, aunque aspiramos llegar al 20% en el 2025. Como te decía, cuando Embalse vuelva a la red vamos a estar de nuevo en el 6% de share, que es menos de la media mundial que es un 11%.

¿Cuántas centrales tenemos?

Tenemos dos en operación, Atucha I y II, y también tenemos la Central de Embalse que está en un proceso de extensión de vida. Embalse llegó al final de su vida útil en el 2015 se tomó la decisión de extender la vida por treinta años más, es una obra que empezó en abril del 2016 y esperamos terminar agosto de este año, 2018. Un tema importante: la vamos a terminar en presupuesto. Va a ser la primera obra pública de energía en Argentina que se termina dentro del presupuesto. La contracara es Atucha II: una central que estamos contentos de que se haya terminado, pero que fue un escándalo en materia de presupuesto y costos.

Luego de volverla a poner en marcha vamos a tener una central renovada por treinta años por el costo del 35% de una central nueva. Es la obra de ingeniería más compleja que tiene la Argentina hoy en este momento, en Córdoba. Y la está haciendo Nucleoeléctrica Argentina, que es una empresa pública propiedad del Ministerio de Energía y Minería. Cuando escucha “ajuste y desmantelamiento” yo le diría a la gente que vaya a los hechos. Lo que importa no es cuánta plata de los contribuyentes gastaste, sino qué hiciste con esa plata: que utilidad social tiene, a qué costos la hiciste y en qué tiempos.

¿Hay otras centrales proyectadas?

Tenemos un proyecto para construir dos centrales nucleares, estamos cerrando el contrato, un contrato larguísimo que hicimos de nuevo. El texto contractual que recibimos en 2015 era, a nuestro juicio, muy lesivo para los intereses argentinos, especialmente en la forma en que distribuía los riesgos. Decidimos entonces proponerle a la contraparte un contrato más equilibrado, lo que entendieron y aceptaron. Yo estoy muy agradecido con nuestros socios chinos por la predisposición a aceptar nuevas condiciones, ya que el desequilibrio no era su responsabilidad, sino de quienes habían negociado por el lado argentino. Uno cuando negocia defiende sus intereses, y si un contrato me favorece mucho a mí y no al otro, la culpa es del otro que no supo o no quiso defender su parte.

En fin, la realidad es que esa negociación nos llevó mucho tiempo. Yo calculo que dentro de dos o tres meses vamos a tener los contratos comerciales listos y en unos meses más finanzas tendrá el contrato financiero y con eso vamos a tener la arquitectura contractual para poder iniciar la construcción a fines de este año de una central nuclear muy parecida a Embalse, aunque con sustantivas mejoras en seguridad. Una central CanDU, de tecnología canadiense, muy conocida (gracias a Embalse) por las empresas y los ingenieros argentinos. Dos años después -en 2020- comenzaremos a construir una segunda central, de tecnología China. Es una central de uranio enriquecido y agua liviana (toda una innovación para nosotros) de tipo PWR. Que significa en inglés “Pressurized Water Reactor” o “agua a presión” en español. Es un tipo de reactor nuclear que usa agua como refrigerante y moderador de neutrones. El circuito primario de refrigeración está presurizado, para evitar que el agua alcance su punto de ebullición (a mayor presión, el agua se mantiene en estado líquido a más de 100 grados). De ahí el nombre. Los PWR son los reactores más utilizados en el mundo.

El reactor de diseño chino que se construirá en Argentina -su nombre comercial es Hualong 1- está basada en una plataforma francesa conocida como EPR y es una central (a diferencia de la CanDU) de tecnología totalmente nueva. Es un proyecto “llave en mano” cuyo contratista es la empresa China dueña del diseño: China National Nuclear Corporation (CNNC). Sin embargo, luego de terminada va a estar íntegramente operada por Nucleoeléctrica Argentina, que además va a ser la dueña.

Permitime hacerte algunos comentarios sobre China, país del que soy un admirador en cuanto a su modelo de desarrollo. China está dejando de ser el manufacturer de commodities tecnológicas. Está en medio de un salto cualitativo, que lo está convirtiendo en un proveedor global, autónomo, de tecnología. CNNC, a su vez, es una empresa nuclear gigantesca que hoy está construyendo treinta centrales nucleares en ese país. Va a dar su gran salto global con la Argentina. Estoy muy contento de negociar con ellos, estamos en un momento justo, cuando ellos están por dar -permitime la metáfora china- otro “gran salto hacia delante”.

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