miércoles 25 de junio de 2025
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Zoología política argentina: entre mandriles, gorilas y el Mono de Brodie

En “El informe de Brodie”, una de las obras del Borges “tardío” —el que ya dictaba sus cuentos porque había perdido la vista— imaginó una tribu de bárbaros, los “Yahoos”, gobernada por un rey mutilado. Lo llamaban “el Mono”. Había sido castrado, cegado y privado de la lengua. Encerrado en una choza, no mandaba, no hablaba, no interfería. Pero cada tanto lo sacaban —cuando la tribu se desquiciaba— para que lo vieran, lo adoraran o lo insultaran.

Era el tótem del orden: el rey que ya no reina, pero cuya sola presencia mantiene en pie la ficción del poder.

En la Argentina, esa figura del rey mutilado encontró su réplica política en Cristina Fernández de Kirchner. Borges, el más lúcido de los antiperonistas, a pesar de su ceguera lo vio antes que nadie: los Yahoos ya estaban en Los viajes de Gulliver, de Swift, donde los liliputienses planeaban sacarle los ojos al gigante, y fue gracias a un cortesano infiel que Gulliver pudo escapar. Pero el Mono de Brodie —ese rey castrado, ciego y mudo, encerrado y exhibido en tiempos de furia tribal— es todo de Borges. Y acaso, sin quererlo, también todo de Cristina.

Cristina supo ser la jefa indiscutida de un movimiento, la conductora de parte del presente y de buena parte del pasado. Para muchos la política mas exitosa de la historia argentina, 40 años ocupando cargos de poder, dos veces presidenta y una vicepresidenta. En 2019, en un acto que muchos leyeron como gesto de astucia estratégica, propuso como presidente a Alberto Fernández. Era la autora del libreto, él sería el actor; ella, el poder. Cristina imaginó tener su Mono de Brodie: uno que firmara, hablara, desgastara su imagen, mientras ella conservaba intacta la centralidad simbólica.

Pero no fue así,  el poder delega mal y la historia improvisa. Lo que empezó como una coreografía terminó en distanciamiento, desgaste mutuo y descomposición del relato. Lo que Cristina quiso construir como escenario de control devino en una escena de encierro. Y, sin quererlo, ella misma se convirtió en lo que pretendía fabricar.

Hoy Cristina está legalmente condenada, inhabilitada de por vida, bajo prisión domiciliaria. No ocupa ningún cargo, no puede ser candidata, pero habla y se muestra con frecuencia. Y cada vez que lo hace, cada vez que se asoma al balcón de su departamento en Constitución, el país entero la mira. Entonces se reagrupa el peronismo y se parte la Argentina. Mandriles por un lado, gorilas por el otro, y en el centro aparece el Mono de Brodie: para que lo lloren o lo insulten, pero siempre para que lo vean.

Así se estructura, una vez más, la zoología política argentina. CFK ya no tiene el cetro, pero sigue teniendo el símbolo.

En esta zoología política, los peronistas siguen llamando gorilas a los antiperonistas, con el eco de 1955 todavía vivo. Javier Milei, por su parte, ha llenado la escena de mandriles, insulto que lanza contra todo aquel que no lo sigue, como si la política fuera un espectáculo de monos enardecidos. Y entre unos y otros, aparece la figura de Cristina: la expresidenta que ya no gobierna, pero sin la cual nadie puede gobernar del todo.

El zoológico político argentino, quizá diga más de nosotros que de ella. Porque tal vez el problema no sea el Mono, ni los gorilas, ni los mandriles, sino esta Argentina que ya no cree en instituciones, pero que aún necesita un cuerpo, un gesto, una aparición, para encontrar sentido.

Por eso, cuando la furia crece, cuando la tribu pierde el control, volvamos al Borges tardío, el que ya ciego lo veía todo. Le ofrezco seguir en el mismo libro El informe de Brodie y que busque el cuento El Juicio, allí dos soldados que son enemigos eternos aceptan el ofrecimiento de su comandante: ponerse en una línea de largada y jugar una última carrera, al salir ambos serían degollados pero ganaría el que llegue mas lejos.

Tal vez, como ellos, hayamos ritualizado el odio en una carrera sin sentido, con muertes aseguradas y victorias inútiles, será por eso que seguimos entre entre mandriles y gorilas mascando odio y adorando a los monos.

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