viernes 2 de mayo de 2025
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Vacunar, poner límites, llegar a horario: lo básico como utopía

Hace unos días, la escuela de mis hijos mandó por mail un recordatorio sobre el horario de ingreso. Nada nuevo: Les recordamos que llegar a horario ayuda a que todo funcione mejor. Pero el mensaje ponía en evidencia algo que muchos docentes vienen observando: hay familias que llevan a los chicos “cuando pueden”. Un maestro me contó que, en pleno invierno, hay chicos que llegan sin medias. “No se las pude poner”, explican los adultos mientras entregan al niño y las medias al maestro en la puerta.

¿Cómo llegamos al punto en el cual cuestiones tan básicas como ponerse medias o llegar a horario parecen opcionales?

Es cierto que hay razones estructurales que complican la crianza e incluso desalientan a tener hijos: trabajos precarios, transporte deficiente, falta de redes de apoyo. Pero también hay una lógica más difusa que se cuela en todas las clases sociales: la baja adherencia a la responsabilidad parental y la poca confianza en los acuerdos colectivos.

La escena del padre que no logra ponerle las medias al hijo me hace pensar en el episodio “Have We Forgotten How to Discipline?” del podcast de Emily Oster, donde se repasa la evolución de los enfoques de disciplina infantil en Estados Unidos, desde el castigo físico de los años 50 hasta la crianza respetuosa, que propone no castigar sino acompañar emocionalmente al niño. Obviamente, fiel a su estilo, ella asegura que hay evidencia que demuestra que el castigo físico no mejora si no que empeora los comportamientos mientras que sobre la crianza respetuosa no existe todavía evidencia para decir si mejora o empeora los comportamientos.

Pero lo valioso de este episodio es que pone sobre la mesa una inquietud que muchas familias que ejercen la crianza respetuosa no se animan a formular: ¿qué pasa cuando, en el afán de no ejercer poder sobre nuestros hijos, dejamos de ejercer autoridad por completo? Oster señala que muchas veces la crianza respetuosa -que en sus versiones más serias propone empatía, escucha y contención emocional- es malinterpretada o llevada al extremo. En esa versión desdibujada, los adultos se convierten en espectadores de las emociones de sus hijos, sin intervenir, sin poner límites, sin señalar lo que está bien o mal. Y entonces, la pregunta que se hace es: ¿qué consecuencias tiene crecer sin ningún tipo de estructura, sin horarios, sin reglas claras?

Les dejo el enlace al podcast para que puedan profundizar sobre este tema

Acuerdos comunes

El Estado, obviamente, no puede ni debe reemplazar a las familias. Pero sí debe garantizar ciertos mínimos: salud, educación, protección. La obligatoriedad escolar, el calendario nacional de vacunación o los controles pediátricos existen para sostener esos acuerdos comunes. Sin ellos, como dice María Elena Walsh en Dailan Kifki, estamos fritos.

En Argentina, esos mínimos también están debilitados. Por dar un ejemplo, podemos referirnos a la baja en la cobertura de vacunación y su posible relación con brotes de enfermedades como el sarampión.

Según el III informe sobre coberturas nacionales de vacunación que publica el Ministerio de Salud de la Nación:

-10/24 jurisdicciones registraron coberturas de vacunación con 1 dosis de triple viral (por debajo de la media nacional).

– Sólo 5/24 provincias superaron coberturas del 90% y 14/24 del 85%. – 2 jurisdicciones presentaron coberturas menores al 70%.
– En 2022 más de 83.000 lactantes no iniciaron su esquema de vacunación contra sarampión, rubéola y parotiditis. Y entre los años 2020 y 2022, más de 306.000 niños y niñas no recibieron su primera dosis de vacuna triple viral.

En Argentina, la falta de una agenda estatal sobre este tema se traduce en un gran silencio: no hay una conversación pública que priorice a la infancia ni una estrategia que aborde con urgencia las políticas (educación, salud, cuidado) destinadas a los niños y adolescentes, el grupo más golpeado por la pobreza en los últimos años.

En contraposición podemos repasar un ejemplo de política pública exitosa a nivel regional:  el Sistema Nacional Integrado de Cuidados de Uruguay.

Creado en 2015 mediante la Ley 19.353, este sistema busca garantizar derechos a quienes necesitan cuidado: niños, personas mayores, personas con discapacidad y al mismo tiempo reconoce el trabajo de quienes cuidan.

Según la CEPAL, el SNIC se ha convertido en una política pública pionera en América Latina, con impactos positivos en la inclusión de las mujeres en el mercado laboral y en el bienestar infantil . El sistema promueve:

  • Centros de atención a la infancia con cobertura pública.
  • Capacitación y profesionalización de cuidadores.
  • Ampliación de licencias parentales.
  • Redes territoriales de apoyo.

Además, el SNIC ha contribuido a la redistribución de las responsabilidades de cuidado, históricamente asumidas por las mujeres, promoviendo una mayor equidad de género. La CEPAL destaca que este modelo ha permitido avanzar hacia una sociedad del cuidado, donde el Estado, la comunidad y las familias comparten las responsabilidades de cuidado de manera más equitativa.

Este enfoque integral y coordinado demuestra que es posible construir un acuerdo explícito entre Estado y familias para priorizar a la infancia y a las personas en situación de dependencia.

En la Argentina actual, en un clima ruinoso para los acuerdos colectivos, con un Estado ausente o indiferente y discursos que ridiculizan cualquier iniciativa que suene a política pública, proponer un sistema nacional de cuidados parece una utopía. Pero incluso en ese contexto, todavía se puede defender lo básico: compartir información de calidad, hacer visibles las responsabilidades que sí están al alcance, volver a decir con claridad que los límites también son una forma de amor y contención, que vacunar es cuidar, que la escuela y sus reglas importan.

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