jueves 1 de mayo de 2025
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¿Un santo puede ser un cobarde?

El Papa Francisco fue considerado un hombre de la izquierda y un hombre de paz. En los 12 años que estuvo al mando de la Iglesia Católica la extrema derecha ganó terreno como nunca desde la época Nazi y la cantidad de conflictos armados en el mundo se multiplicó por dos.

Esto debería servir de consuelo a los que se preocupan de que el sucesor de Francisco sea de derechas. No. No quiero decir con esto que la llegada al trono papal de un simpatizante del Opus Dei vaya a presagiar un auge de la izquierda internacional o una feliz era de paz planetaria. Lo que quiero decir es que el impacto del Papa sobre lo que ocurre en el mundo terrenal es limitado. No necesariamente innocuo, no siempre, pero bastante más limitado de lo que muchos creen.

¿Para qué sirve un papa? Para influir en los corazones de los fieles. ¿Cómo influyó Francisco? Quizá ablandando los sentimientos de aquellos que aborrecían a los gays, o que no prestaban mucha atención a las penurias de los pobres. Difícil de medir. Pero lo que su legado demuestra es que los que piensan que el Sumo Pontífice influye de manera decisiva en la política se equivocan.

Veamos un par de países, Italia y España, donde la regla general es que los creyentes católicos votan a partidos de derecha. ¿Cambiaron de opinión sabiendo que Francisco no simpatizaría con ellos? No. Ahí está la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni; ahí está, sumando votos con cada año que pasa, el partido de ultraderecha español Vox

¿Argentina? Bueno, Javier Milei insultó al Papa con más rabia que Maradona a los ingleses, pero no le fue mal en las elecciones. Ahora Milei dice que fue un “honor” haberlo conocido, lo que podría indicar que Francisco labró un milagro. O que Milei calculó que mejor portarse bien con el tercer argentino más conocido de la historia, después de Maradona y Messi.

En cualquier caso, Milei experimentó una conversión al zurdismo. Reducir el papel del Estado sigue siendo lo más cercano que tiene a una religión. Que Milei ahora hable bien del Papa en vez de maldecirlo no tendrá ningún impacto en las vidas materiales de los argentinos.

La pregunta sería que si el Papa -cualquier papa- realmente lo quisiera, ¿podría incidir en la política, o incluso en la economía? El precedente de Juan Pablo II, el polaco Wojtyla, indicaría, hasta cierto punto, que sí. Su ferviente anticomunismo dio un impulso adicional al movimiento prodemocrático de su país y, en general, a la causa que acabó con el Muro de Berlín. Guste o no, Wojtyla se la jugó.

Francisco no. Si no me sumo al coro de sus aduladores tiene que ver en primer lugar con lo que algunos podrían pensar que es una manía mía. No hay nada que haya impactado más en mi conciencia política que las atrocidades que cometió el régimen militar argentino entre 1976 y 1982. Viví ese siniestro ambiente durante tres de esos seis años y conocí íntimamente a los parientes de seis desaparecidos.

Francisco nunca alzó la voz en contra de Videla, Galtieri y compañía. Casi nadie podía, es verdad. Para una persona normal las consecuencias de denunciar a los militares eran terroríficas. Pero Francisco no era una persona normal. Era el Padre Jorge Bergoglio, el provincial, o jefe, de los Jesuitas en Argentina. Su cargo le daba una cuota de protección que los demás no tenían. Pero ni pío. Como el resto de la jerarquía de la Iglesia argentina colaboró, en silencio, con la dictadura. En el mejor de los casos fue un cobarde.

Mi percepción de él, por poco que valga, se basa también en que, de las diez personas más valientes y admirables que he conocido en mi vida, cinco han sido curas, cuatro de ellos jesuitas. Estuve con ellos en el El Salvador y en Guatemala durante las guerras centroamericanas de los años 80 y en Sudáfrica en tiempos del apartheid. Con sus acciones y sus palabras se jugaban la vida todos los días.

Recuerdo a uno en Ciudad del Cabo que estuvo al frente de una marcha fúnebre para tres activistas asesinados por el régimen blanco. La policía empezó a disparar. Todos huyeron, dejando los atáudes tirados en la calle, salvo el Padre Jerry. Él no solo no se movió sino que, con el cruficijo en alto, les grito a los policías, “Fuck off! Fuck off! Fuck off!”El quinto de mis cinco curas magníficos fue cristiano pero no Católico. El arzobispo Desmond Tutu actuó como el Padre Jerry infinidad de veces, denunció el apartheid sin cesar y sobrevivió varios intentos de asesinato. “Si eres neutral en situaciones de injusticia,” dijo Tutu una vez, “has elegido el lado del opresor.” Si el Papa Francisco conoció la cita, mucho caso no le hizo.

Pienso no solo en el oscuro pasado Argentina sino en el oscuro presente ucraniano. Francisco dio la impresión de dar crédito a las mentiras del satánico Vladímir Putin y de aquel otro representante del maligno en la Tierra, JD Vance, al que el Papa recibió y bendijo en su último día de vida, por el amor de Dios.

La interpretación más generosa de la actitud del Papa Francisco hacia el horror de la guerra de Ucrania es que se mantuvo neutral. Una vez más, a la hora de la verdad, fue un cobarde. Lo que no quita que haya sido también un hombre bueno. Sí, sí, claro que sí. Pero un gran hombre, o un santo, como algunos ya claman, por favor, no.

Guste o no, Juan Pablo II, el polaco Wojtyla, se la jugó. Francisco no. Y le dio crédito a Putin por su invasión.

Publicado en Clarín el 27 de abril de 2025.

Link https://www.clarin.com/opinion/santo-puede-cobarde_0_jmFsnXZJzZ.html

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