María Corina Machado es la ganadora del Nobel de la Paz 2025, al mismo tiempo que Nicolás Maduro tiene orden de captura internacional por crímenes de lesa humanidad. Es esta apenas una de tantas maneras de resumir la trayectoria que cada uno construyó en los últimos años para inscribir sus nombres en lugares donde muy pocos figuran, en el caso de la dirigente ¿opositora? en una lista que le daría orgullo a cualquiera, mientras que el dictador sigue con sus manos manchadas de sangre.
Cuando anunciaron el Nobel a Machado explicaron que se lo daban “por su incansable trabajo promoviendo los derechos democráticos para el pueblo de Venezuela y por su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”.
No es este un mal momento para recordar que se trata de una mujer que hace más de un año está en la clandestinidad, que todo el aparato chavista la amenaza, la persigue y que intentaron, por todos los medios, borrarla. Literalmente. Primero, en 2023, cuando instalaron que en las primarias de la oposición no la votaría nadie —sacó el 90% de los votos— y luego cuando la inhabilitaron para inscribirse como candidata, mientras a su partido político, Vente Venezuela, nunca le dieron la legalidad para inscribirse en el padrón ni figurar como tal. Machado, además, hace años que no puede aparecer en televisión ni radio nacional, y cuando recorrió Venezuela junto a un entonces desconocido Edmundo González, lo hizo entre barricadas, amenazas y piquetes de los militares chavistas, que multaban y cerraban los hoteles y restaurantes donde paraban a descansar para llegar a los pueblos más recónditos.
Pasadas las elecciones de julio de 2024, que González —y Machado— ganaron con 70% de los votos según las únicas actas disponibles, el presidente electo tuvo que huir al exilio y Machado optó por la clandestinidad. Aun así, para el mundo, nadie duda de que son representantes de una democracia que quiere dar vuelta a la dictadura. Maduro, a contramano, tiene cada día más presos políticos, exiliados, torturados, y a Estados Unidos con barcos y aviones apuntándole.
¿Apoyan Trump y sus colaboradores más íntimos a Machado? Es una pregunta difícil de responder, ante funcionarios tan ambiguos que tienen, además, una política anti inmigrantes violenta, con cientos de venezolanos que estuvieron presos en las cárceles de Nayib Bukele en El Salvador y otros miles deportados sin acceso a la Justicia ni garantía alguna. Bastó que fueran extranjeros para perseguirlos y acusarlos sin pruebas de cualquier cosa. Tampoco queda claro si Trump y Corina Machado tienen otras coincidencias ideológicas, y Trump, se sabe, exige a los otros sumisión absoluta, sin titubeos.
Por eso, que al entregarle el Nobel a Machado se hable de democracia, de libertad y de una lucha pacífica da una bocanada no solo a la dirigente sino a la gente, esa que durante tantos años, dentro y fuera de Venezuela, ha buscado la manera de terminar con la dictadura chavista para probar con algo distinto, que excede los nombres propios, las ideologías y etiquetas.
Que de Venezuela se hable, aunque sea por unas horas, de algo que no sea más presos políticos o más amenazas militares de Estados Unidos sino de cómo su gente intenta seguir adelante es, por un rato, un triunfo colectivo. Que no es poco, en medio de un país y una escena global atravesada por tantos conflictos.








