viernes 19 de abril de 2024
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Ucrania: Todo indica que habrá guerra

Los involucrados hacen esfuerzos para evitar la guerra, pero a la vez, la guerra se presenta como una interesante salida para todos los jugadores del tablero del poder mundial.

“La diplomacia podría tardar meses en resolver la crisis de Ucrania”, reconoció esta semana el presidente francés, Emmanuel Macron, tras sus cinco horas de conversaciones con Putin en Moscú. En una crisis de política internacional en donde no hay ni buenos ni malos, el presidente ruso se encuentra en una posición similar en que se encontraba John F Kennedy en octubre de 1962, un año después de la derrota de Bahía de los Cochinos, Cuba.

Al igual que Putin exige hoy que Ucrania no ingrese a la OTAN y con ello pueda montar en su territorio bases militares con sede en Washington, Kennedy exigió el inmediato retiro del emplazamiento de misiles tácticos con capacidad de llegar a las principales ciudades estadounidenses, en minutos, con ojivas nucleares, y ordenó un bloqueo naval total a la isla. Fue el incidente de la guerra fría en que la humanidad estuvo más cerca del holocausto nuclear.

Un año después de un acuerdo por el cual la URSS retiró los misiles y los EE.UU. se comprometieron a dejar a Cuba en paz, los estadounidenses también retiraron silenciosamente sus misiles tácticos de Turquía, otra parte del acuerdo. La diplomacia tuvo un impacto duradero: generó la primera “línea directa” entre Washington y Moscú, y las negociaciones para el histórico Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares concluyeron el año siguiente.

Tanto la Unión Soviética como a los EE.UU. dejaron afuera de las negociaciones a Fidel Castro, quien se enteró más tarde de la resolución del conflicto. Hoy el presidente de Ucrania, el comediante Volodímir Zelenski, cumple el mismo papel. Hasta los socios europeos de la OTAN marchan al compás de las ordenes de Biden quien dijo ante un atónito canciller alemán Olaf Scholz, que si Rusia invadía Ucrania bloquearía el gasoducto Nordstream 2, fabricado por Alemania y aún sin estrenar. Consultado acerca de cómo lo haría, Biden dijo: “Les prometo que podremos hacerlo”.

Zelenski mantiene una calma casi maníaca mientras se suman más de 100.000 soldados rusos en la frontera. “Cree que si asusta al pueblo ucraniano van a caer sus índices de aprobación”, dijo del actual presidente Arseniy Yatsenyuk, quien fuera primer ministro de Ucrania cuando estalló la guerra en 2014, en declaraciones al New York Times. “Si Rusia empieza su invasión, tendremos que olvidarnos de la política y el índice de aprobación en este país porque no sé si tendremos oportunidad de realizar nuestras siguientes elecciones parlamentarias o presidenciales”, remató.

Lo extraño es que no estamos en un contexto de guerra fría, la URSS no existe y por lo tanto su condición de amenaza expansionista comunista no opera en la realidad y los Estado Unidos parecen empeñados en recuperar un papel de gendarme del mundo que ha sido lesionado con la reciente salida en derrota de Afganistán. También ha reflotado la diplomacia que Trump desmanteló durante cuatro años de abandono del Departamento de Estado. Pero en la reconstrucción parecen haber desempolvado manuales y mapas de un mundo que ya no es.

Con su popularidad en baja, inflación inédita, deuda aplastante y crisis política en casa, tal vez una guerra –siempre lejana- resolvería los problemas de Joe Biden y de su país todo. Al igual que en el pasado una guerra importante actúa como un stop and go del sistema capitalista, reordenando al alza los precios, estabilizando variables y realizando acciones que en tiempo de paz son inadmisibles. Algo similar a lo que ocurrió con la pandemia, de la que estamos transitando los tramos finales, pero que sólo sirvió –desde el punto de vista económico– para agravar las cosas que ya venían muy mal desde la crisis de 2008.

El panorama no es muy diferente para Putin. Si bien su autoridad no tiene discusión dentro de la Federación Rusa, la economía es débil, dependiente de la venta de combustible –al que una guerra le vendría bien para disparar su precio- y las preocupaciones por mantener el control geopolítico de su zona de influencia consume grandes cantidades de recursos. Ya le fue bien cuando tomó Crimea de un zarpazo ¿porqué le iría mal ahora?

Putin ha puesto sobre la mesa la posibilidad de usar armas nucleares advirtiendo a los países europeos que si son arrastrados a la guerra (por EE.UU.) por la puesta en marcha de la cláusula 5 de la OTAN, “no habrá ganadores” en alusión al uso de armas nucleares que sólo asegurarían la destrucción de Eurasia.

“Rusia insistirá en que la OTAN anuncie públicamente su negativa a aceptar a Ucrania en sus filas. Kiev, a su vez, debe proclamar su estatus neutral y no alineado”, dijo el diplomático ruso Konstantin Gavrilov, esa sola declaración desactivaría el conflicto, pero los EE.UU, se rehúsan.

Durante la semana pasada, The Economist consultó a diplomáticos, periodistas, funcionarios, economistas y empresarios en Rusia. Pocos de ellos esperan que su país vaya a la guerra, y ninguno de ellos quiere que la haya.

La tensión geopolítica ya está afectando a la economía rusa –que ya sufre sanciones económicas por su toma de Crimea-, con primas de riesgo reflejadas en bonos, acciones y mercados de divisas, aunque Rusia hoy es menos vulnerable a los impactos externos de lo que era antes de 2014, pero está muy integrada en la economía mundial.

Y luego está el rol de China en un mundo que ya no es unipolar como luego de la caída del Muro de Berlín. China es el mayor desafío a la supremacía mundial estadounidense según los propios informes del Departamento de Estado, de 2021. Por lo tanto, desde una perspectiva geopolítica, es favorable a los intereses de Pekín que Estados Unidos, Europa y Rusia se centren en una crisis lejos de las fronteras de China, lo que le da a Pekín manos libres para lidiar con sus preocupaciones en su propia región. Una guerra no sólo aumentaría esta ventaja, sino que le daría espacio a la posibilidad de recuperar Taiwan por la fuerza.

En este panorama, parecería que, aunque todos declaman que nadie quiere la guerra –y no podemos dudar de su sinceridad– a los grandes jugadores les conviene una guerra, limitada a las fronteras ucranianas. Pero una vez comenzada, nadie sabe cómo sigue… y menos como termina.

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