Los presidentes estadounidense y chino anunciaron los lineamientos de un acuerdo comercial histórico que abarca desde la agricultura hasta las exportaciones de tecnología… una vez más.
El compromiso anunciado esta madrugada se superpone considerablemente con los acuerdos anteriores que Trump y Xi han firmado y que, de una forma u otra, fracasaron o no dieron los resultados esperados, a menudo debido a que China cambió sus planes abruptamente.
En agricultura, tierras raras, controles de exportación, ya sea durante el primer mandato de Trump o incluso a principios de este año, estos pactos tienen un historial.
A los pocos meses de los anuncios anteriores, tanto el acuerdo de la “Fase Uno” de 2019 como la tregua sobre tierras raras en mayo de 2025, la situación siempre ha vuelto al punto de partida.
Y dado que luego del encuentro de Corea del Sur parece haber fijado una tregua temporal, siempre pendiente de garantías generales de Trump sobre lo que se pactó, en lugar de un proceso vinculante para ambas partes, es probable que se vuelva a la misma situación muy pronto.
El nuevo trato que estipula que China envíe tierras raras y compre soja, retrotrae la posición de Estados Unidos a febrero de 2025, antes de que Trump comenzara a imponer su política de aranceles.
Sin embargo, todavía existe un arancel del 47% sobre las exportaciones chinas, lo que supone una gran presión para las empresas de ambos lados de la relación e impone costos a los consumidores estadounidenses (en particular si se tienen en cuenta los aranceles que encarecen considerablemente las pequeñas compras en línea). Los mercados reaccionaron con cautela el jueves, los inversores se alegran de que los agricultores vendan soja, pero lo que realmente desean es que se eliminen los aranceles.
Wall Street sabe que, al final, de una forma u otra, los agricultores suelen salir compensados. No ocurre lo mismo con las empresas cuyos márgenes de beneficio se ven mermados por los aranceles.
“El acuerdo debería ofrecer un respiro modesto a las empresas atrapadas en el fuego cruzado entre los dos rivales estratégicos, pero no llega a resolver las tensiones estructurales más profundas” y también plantea riesgos para la economía china.
La clave de todo el acuerdo probablemente sea la tregua de un año en las exportaciones de minerales de tierras raras, cuyo mercado global controla China y sin los cuales no se pueden fabricar automóviles, aviones, baterías ni bombas.
La última vez que ambas partes firmaron una tregua, esta fue ignorada casi de inmediato. Luego la retomaron, y duró unos tres meses antes de volver a caer en una crisis.
Un año nominal le da a Estados Unidos tiempo para cerrar acuerdos de suministro a nivel mundial y poner en marcha más capacidad de producción y procesamiento nacional; pero sigue siendo una incógnita si esto alcanzará para reducir la dependencia de China en este punto clave. Y si China vuelve a limitar las exportaciones en el futuro, o si alguno de los líderes decide que el acuerdo no está funcionando como se esperaba, la historia reciente de la relación China/EE.UU., sugiere que la guerras comercial puede reavivarse con bastante rapidez.








