La creación de una secretaría “de Culto y Civilización” en la Cancillería recuerda a la “secretaría del pensamiento nacional” de los tiempos de Cristina Kirchner, por no irnos más lejos al “Ministerio de la Verdad” de la novela distópica de Orwell, 1984. O más lejos aún, al Facundo, Civilización y barbarie en las pampas argentinas, de Sarmiento (1845). Aunque al ilustre sanjuanino jamás se le habría pasado por la cabeza imaginar un organismo estatal que llevara ese nombre.
La nueva dependencia, según se informó, tendrá a su cargo no solo las relaciones con los diferentes credos, empezando por la religión católica y las relaciones con el Vaticano, como lo viene haciendo hasta ahora la secretaría de Culto, sino también temas relacionados con los derechos humanos en el ámbito internacional y la oposición a la Agenda 2030 y a los postulados globalistas en el marco de lo que el gobierno libertario suele llamar “batalla cultural”.
Sin embargo, en los fundamentos se señala como objetivos de la misma “promover e impartir los valores y principios contenidos en la Constitución Nacional relativos a la civilización universal y al progreso económico, social y político de la República Argentina con el objeto de difundir la imagen del país en el exterior” y “definir estrategias para promover la protección de las personas desplazadas forzosamente por la intolerancia, el autoritarismo y las divisiones religiosas o raciales, de conformidad con el derecho internacional de los derechos humanos”.
En la página oficial de la Cancillería (https://enaun.cancilleria.gob.ar/es/alianza-de-civilizaciones) todavía se recuerda que “el respeto de los derechos humanos y el compromiso de los Estados con la Agenda 2030 es fundamental para alcanzar un mundo inclusivo, justo y pacífico. En ese sentido, la diversidad cultural es un factor de paz y de desarrollo en el seno de las sociedades y entre ellas, por lo que la Alianza de Civilizaciones puede realizar una contribución fundamental a la paz y la seguridad internacionales”. Se entiende que dicha adhesión se relaciona con la propia identidad histórica de nuestra nación. No es “de izquierda” o “de derecha”.
Esta ha sido la posición de nuestro país hasta el presente: la convicción de que la diversidad cultural, el diálogo interreligioso y la experiencia intercultural no son solo características del mundo actual sino también herramientas imprescindibles y ponderables para la prevención de conflictos, y para la reconstrucción y fortalecimiento de capacidades sociales, particularmente en momentos de post-crisis o salida de conflictos. Civilización, así dicho en singular, hay una sola: la civilización humana. Y no precisa de dependencias gubernamentales que lleven su nombre. Menos aún para hacer política partidaria desde el Estado o librar desde allí batallas ideológicas con espíritu de Cruzada.
“Argentina es un país que durante mucho tiempo se ha alejado del mundo”, dijo en estos días la canciller Diana Mondino, en un importante evento del CARI sobre el ingreso de nuestro país a la OCDE que contó con la presencia del secretario general del organismo Mathias Cornann. Una constante de nuestra política exterior: mientras nos acercamos en unos aspectos, nos distanciamos en otros. Nos abrimos a la economía y el comercio global, nos cerramos a la agenda del Desarrollo.
Publicado en Clarín el 31 de agosto de 2024.
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