jueves 25 de abril de 2024
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Rusia y la moral corporativa de Occidente

Un artículo aparecido este jueves en el New York Times traza un mapa de las corporaciones estadounidenses que abandonaron Rusia a partir de la guerra con Ucrania y señala a aquellas que todavía no lo han hecho.

El New York Times publicó una nota de Jeffrey Sonnenfeld y Steven Tian que hace referencia a un trabajo de investigación de la Escuela de Administración de la Universidad de Yale, acerca del éxodo de empresas multinacionales – con sus casas matrices en EE.UU. – que están dejando Rusia. Si bien pondera esta acción que va más allá de lo que las sanciones económicas piden y en contra de la racionalidad económica, los autores aclaran que: “Nos damos cuenta de que algunas empresas ya hacen negocios con muchos otros regímenes represivos y asesinos en todo el mundo. Pero ahora existe la posibilidad de trazar una línea con un país, sobre una guerra de agresión no provocada, y marcar la diferencia.” Extraña justificación para algo que no la tiene.

Sonnenfeld y Tian nos recuerdan que las presiones corporativas similares causaron efecto sobre el apartheid sudafricano, en la década del ochenta, y pese a que la economía rusa no es comparable, destacan los remezones que esas medidas ya han causado.

Las empresas tienen un papel que desempeñar para mantener la presión económica sobre el presidente Vladimir Putin. Con ese fin, nuestro equipo ha colocado a las empresas en una de cinco categorías según su respuesta a la guerra. Los consumidores deben saber si las empresas que fabrican sus alimentos, ropa y productos están totalmente comprometidas con poner fin a las atrocidades de Putin.

Bernard Looney, director ejecutivo de BP – una de las 253 empresas que dejaron Rusia o dejaron de invertir – explicó que la invasión había provocado que la petrolera reconsiderara de raíz su posición en Rusia. “Estoy convencido de que las decisiones que hemos tomado como directorio no solo son las correctas, sino que también benefician los intereses a largo plazo de BP”, dijo al NYT.

Otras 248 empresas estadounidenses – la mayoría dedicadas al consumo masivo -suspendieron sus actividades en Rusia, aunque se mantienen en stand by – manteniendo incluso a sus empleados rusos – seguramente prestos a retomar los negocios como siempre, apenas termine el conflicto.

Otras 171 empresas han suspendido una parte importante de sus negocios en Rusia. Por ejemplo, JPMorgan y Goldman Sachs, si bien han dicho que se “están yendo” no estarían pudiendo evitar la tentación de comprar activos rusos depreciados por la coyuntura, mostrando su avidez habitual y su “fe en futuro”.

Otra como la Mondelez International, propietaria de Nabisco y otros fabricantes de alimentos, prometió reducir todas las actividades “no esenciales” mientras “ayuda a mantener la continuidad del suministro de alimentos”. “Estamos bastante seguros de que los rusos pueden vivir sin el chicle y los chocolates de la compañía hasta que Putin decida dejar de matar ucranianos” ironizan los autores de la nota del NYT.

Por último, otras 162 empresas no han anunciado cambios sustantivos en su giro habitual. Algunas que poseen fábricas en las tierras de Putin argumentan que temen una nacionalización: “Pero es un riesgo que cientos de otras empresas han asumido al decidir retirarse de Rusia, y es uno que una empresa multimillonaria como Koch (fabrica papel tissue) también puede darse el lujo de asumir”, estallan los autores cuyo fin declarado en su artículo es impulsar a que este último conjunto de empresas imite al primero. Y concluyen: “Cientos de empresas están perdiendo ganancias para obstaculizar la maquinaria de guerra de Rusia… Sin embargo, muchas empresas occidentales se niegan a abandonar un país cuyos soldados aparentemente están ejecutando a civiles ucranianos. Afortunadamente, los estadounidenses que están asqueados por la indiferencia de las empresas ante el derramamiento de sangre pueden hacer oír su voz: si las empresas no boicotean a Rusia, boicoteen a las empresas.”

No podríamos asegurar que esto es un panegírico en contra de la libertad de empresa, ni en contra de la globalización, pero seguramente muestra ciertos matices que bajo determinados acontecimientos son visibles a la luz del día.

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