Hace cuarenta años moría Raúl “El Flaco” Borrás. Uno de los arquitectos del triunfo de Raúl Alfonsín en 1983. Se lo llevó un cáncer de pulmón a los 51 años. “No había hecho ni la conscripción”, pero la confianza, la capacidad de diálogo y la necesidad lo depositaron en la brasa caliente del gabinete: Defensa. Toda una metáfora del drama argentino en sus primeros pasos de la recuperación democrática, al primer hombre que administró la relación con las Fuerzas Armadas, se lo llevó un cáncer.
En el plan de vuelo original, el titular iba a ser un hombre del balbinismo bonaerense, pero no aceptó el desafío. Borrás debió calzarse la 10, días antes que comience el partido.
Antes de ingresar a Paseo Colón 255, había sido concejal municipal en Pergamino (1963/64); subsecretario de Agricultura entre 1964 y el golpe del 66; y diputado nacional en 1973 (no finalizó su mandato por el golpe del 76).
En el final de la dictadura, fue el encargado de acordar con Línea Córdoba para que Alfonsín tenga su vice y gane la interna partidaria. Luego, fue el hombre que dialogó con las fuerzas provinciales, algunas paridas en los distintos cismas radicales. Así llegaron los apoyos de viejos caciques de la UCRI como Celestino Gelsi (Tucumán), y Horacio Guzmán (Jujuy); o el del bloquista Leopoldo Bravo, entre otros (el voto indirecto demandaba apoyos de electores). Todo eso le costó dolores de cabeza con los radicales locales que no compartían o no participaban del diálogo.
Además, Borrás lideró la lista de electores bonaerenses de la UCR.
Antes de finalizar el año, fue quien le comunicó a los integrantes de la Junta Militar que serían juzgados.
Y además, ordenó la reetructuraración y ajuste de las FFAA (tenían un presupuesto desmedido), pasó a retiro a un centenar de oficiales de las tres fuerzas ni bien llegó, e impulsó la reforma del Código de Justicia Militar para habilitar el juzgamiento en la justicia ordinaria.
Se había iniciado en la militancia estudiantil, durante sus años en la secundaria. Trabajó como periodista en distintos medios zonales, y hasta dirigió una publicación propia en los años del Onganiato.
En paralelo, atendió los deberes de la empresa familiar en la construcción desilos, una pyme metalúrgica de la zona que brindó cobijo laboral a Alberto Piccinini, el líder de Villa Constitución, el que batalló toda su vida contra la burocracia sindical del peronismo corporizada en la figura de Lorenzo Miguel.
Borrás fue el único que tuvo la valentía (por no decir las p…) para darle un puesto de trabajo al único dirigente obrero que se le plantaba al primus interpares de la patria metalúrgica en los años del binomio Perón-Perón. Ahí va el arquitecto de la democracia, a cuarenta años de su muerte, batallando contra el olvido.